Pese a que la pereza es uno de los pecados capitales y representa uno de los círculos infernales por los que Dante Alighieri deambula en su Divina Comedia, hay ciertos temas que me producen hastío y cansancio. Teorías enquistadas que no llevan a ninguna parte y más que solucionar los problemas tienden a enfrascarlos más: uno de ellos es la presunta discriminación de Valencia a Alicante y Castellón. En las continuas tertulias donde se pone sobre la mesa, me entristece ver que esas discusiones están fundamentadas más en reproches que en soluciones; el que se saca de la manga la indignación más original gana el debate. Mi subconsciente no puede evitar suspirar mientras pienso que otra vez estamos con lo mismo; siento como si me reencarnara en un hámster incapaz de dejar de dar vueltas en la rueda.
Pocas voces se atreven a ofrecer soluciones constructivas a la marginación económica. Una de ellas, Manuel Desantes, catedrático de Derecho Internacional Privado de la Universidad de Alicante, es partidario de aumentar el peso del eje Elche-Alicante con el fin de incrementar la influencia económica de la provincia alicantina. En vez de plantear ideas sólidas como esa, otros prefieren soltar peregrinas ocurrencias; ese es el gran problema. Prefieren dividir sin ningún ánimo de construir sinergias a largo plazo. Resulta curioso ver cómo se quejan de la discriminación de algunas provincias mientras se marginan unos a otros en la misma; siempre me ha llamado la atención el pique entre Alicante y Elche, por ejemplo. Son incapaces de aliarse para hacer que gane toda la ciudadanía, prefieren vivir con el pique constante y destructivo.
Ocurre lo mismo con la Comunidad Valenciana en su conjunto; las provincias no dejan de hacerse la zancadilla unas a otras y al final todos salimos perdiendo. Es como si no nos importara que nuestra autonomía sea una de las más infra financiadas de España. Digo esto porque deberíamos ir todos a una y no perjudicarnos entre nosotros. Valencia, el adversario no es Alicante sino Madrid; Alicante, el rival es Madrid, no Valencia; lo mismo les digo a los de Castellón. España está dividida en dos hemisferios opuestos entre sí: la España de la meseta y la periférica. Hemos pasado la pantalla de la dualidad izquierda-derecha para avanzar a la centralidad-extrarradio. Tenemos un Estado que es autonómico políticamente pero centralista en el sentido económico de la palabra. Solo así se explica la decadencia de algunas zonas peninsulares que se están vaciando ante la falta de estímulo -cómo destacaba Miquel González, director de Alicante Plaza el pasado domingo- y la pujanza de un Madrid que abduce todo a su paso. Ese es el verdadero problema que tenemos, el hecho de que la capital ejerza una presión sin paliativos al resto de regiones. Omnipotencia que produce la sensación de que nuestro país no va más allá de la meseta. Tanto es así, que como informó Valencia Plaza, el evento #QuieroCorredor celebrado en Barcelona a mediados de noviembre por la Asociación Valenciana de Empresarios (AVE) apenas tuvo veinte segundos de gloria en la RTVE. El pequeño Madrid del poder acapara todo el pastel y los demás nos tenemos que saciar con las migajas.
Debemos buscar soluciones para compensar las deficiencias del Estado Autonómico; fórmulas que no pasan por boicotear fiscalmente a Madrid. La principal es tener un proyecto común que abarque de Alicante a Valencia pasando por Castellón; estamos desperdiciando el potencial de ir todos en una misma dirección aprovechando nuestros recursos industriales y financieros. Necesitamos cambiar la perspectiva y adquirir un planteamiento grupal en lugar de individual; maquinar un plan regional con vasos comunicantes y equitativos entre las tres provincias. Es la única forma de salir adelante. Me gusta en ese sentido el ejemplo de Andalucía, cuando Juanma Moreno Bonilla se ha apropiado del discurso andalucista de Blas Infante es porque ha comprendido que la única forma de plantar cara a la capitalidad es establecer sinergias entre toda la comunidad. Desde entonces, su región está por encima de la media nacional en exportaciones y en altas de autónomos, además de que su economía crece un 6,8 % respecto al 2021 según el Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía (IECA). Seamos alicantinos, valencianos o castellonenses; sin perder la esencia, todos enrolados en torno a un proyecto sólido. Cómo decía Bismark sobre España, nuestro mayor enemigo, somos nosotros mismos.