VALÈNCIA. Los comercios locales tardarán mucho tiempo en poder recuperarse tras la Dana. En Picanya, uno de los municipios de l’Horta Sud más devastados por el temporal, la Frutería Ortega ha sido un símbolo del resurgir de los establecimientos a pie de calle. Apenas dos días después de la tragedia, que desarmó todas las plantas bajas de Picanya e inundó las calles de barro, esta frutería familiar abrió sus puertas a los vecinos y vecinas para abastecerles.
“La frutería está en una zona de Picanya donde no daba el agua de frente, esta entraba por una puerta y salía por la otra, hacía pendiente”, explica Irene Ortega, integrante de la familia, al periódico Valencia Plaza, intentando recrear lo acontecido hace una semana.
Una serie de casualidades lograron que esa tarde de martes la frutería no saliese gravemente perjudicada por el temporal y que la furgoneta de la empresa, encargada de abastecer a la tienda, no quedase sumergida bajo el agua. “Gracias a Dios mi padre tenía el camión detrás de las vías y no le llegó el agua, pero el otro coche lo hemos perdido”, cuenta Irene.
Aún con la suerte que corrió la frutería, “llegó a entrar el agua” y la familia Ortega tuvo que movilizarse a última hora para intentar poner a salvo los alimentos de la tienda. “Tuvimos que desinfectar todo para la venta”, asegura Irene, “nada más pasó la riada por Picanya, nosotros intentamos sacar a la venta todo el género para la gente, porque aquí no había nada para comer”.
La joven asegura que dos días después del paso de la Dana, tras haber limpiado y desinfectado la tienda, la frutería volvió a abrir al público y desde entonces “solo han parado un día” para limpiar la tienda, aunque poco a poco se les ha ido terminando el género: “No nos dejaban salir con el camión para reponer”.
Irene ha pasado la mañana en la frutería junto a su madre, donde se ha formado cola para comprar. “Mi padre hoy ha podido salir fuera del pueblo y ha ido a Mercavalencia a comprar género”, cuenta Irene. “Hemos atendido a muchísimas personas, pero hoy ya se ha notado que habían supermercados abiertos, porque el jueves que abrimos fue una locura”, añade.
La familia vive en un tercer piso en Picanya y no ha sufrido más daños materiales. “Si no fuese así, no hubiéramos podido abrir”, dice la hija de los Ortega, “hay negocios aquí que están destrozados”. Una semana después del evento que costará olvidar en la localidad de Picanya, son pocos los comercios que se encuentran en buen estado para abrir sus puertas.
Muchos de ellos lo han perdido todo e, incluso, dudan si volverán a retomar la actividad en el futuro. Por ello, resulta insólito ver una tienda retomando su actividad con normalidad tan solo una semana después de los sucedido, razón por la cual los vecinos de la localidad cercana de Paiporta, también muy afectada tras la Dana, se han desplazado hasta Picanya para conseguir género fresco. “Había muchas personas que estaban de mejor humor”, confiesa Irene tras la jornada del martes, “pero a la gente se le nota que está muy decaída”.