vals para hormigas / OPINIÓN

Unicornios en venta

11/04/2018 - 

Una de las cosas que hemos aprendido con el estruendo del reggaetón de los másteres universitarios es que trabajar en política es igual que hacerlo en una plataforma petrolífera en alta mar. O que aguantar todo lo posible en casa de los padres. Todo el dinero que ganas es para ti, porque apenas tienes gastos. Este es un país de prebendas porque, como en Estados Unidos, nos gusta exhibir nuestras fotos con personajes de relumbrón sobre la repisa de la chimenea o en una de las paredes del despacho. Y si, de paso, conseguimos que se nos devuelva el favor en forma de adjudicación o puesto de relevancia, miel sobre hojuelas. De alguna manera, el universo virtual de los megusta o los seguidores que podemos obtener en las redes sociales no es más que el desarrollo lógico de un mundo que ya estaba inventado en el que una agenda hipervitaminada tenía, y sigue teniendo, mucho más valor que el esfuerzo o los méritos.

Sucede además, con todo este aleteo de titulares, que el ámbito de los títulos universitarios aparece como las estelas de humo a la cola de un reactor. No son más que la huella de un motor que viaja por delante. Hemos convertido los estudios académicos en una guarnición de currículos que sirve como criterio de selección, aunque no acrediten más que la propia extensión de nuestra carta de presentación laboral. Lo cual no estaría mal si no fuera porque el porcentaje de desempleo de este país es una cifra que solo se cita, muy ocasionalmente, desde las bancadas de la oposición. El gobierno pasa frente a ella sin mirarla, como todos nosotros frente a uno de esos yonquis que en los 80 nos pedían dinero para un billete de autobús con destino Málaga. Desde algunas entidades académicas se han dado cuenta del nicho de negocio y ya nos venden hasta unicornios de segunda mano. Aunque, por ceñirme a algo que debería conocer mejor, vivamos una época en la que los títulos de Periodismo solo sirven para opositar a un hueco en la Educación Secundaria. Por ejemplo. Y así con todo. Mientras no se active una agresiva política de reactivación del mercado laboral, el máster seguirá colando como actividad extraescolar para parados de larga duración o jóvenes en busca de su primera nómina.

Un librero de viejo me contó una vez que tenía clientes que para hacer el pedido no utilizaban el canon de Harold Bloom, sino las medidas de sus estanterías. Póngame 187 centímetros de lomos antiguos, a ser posible en tonos verdosos, que hacen juego con las cortinas. En seguida te dabas cuenta de que algo fallaba. Como algo falla en una sociedad que vende ropa al peso, pizzas por metros o másteres universitarios a granel, si demuestras que tienes la vida resuelta y no te hacen falta. Sobre todo, cuando hay gente que sí se deja los ojos, las noches y las huchas de las vacaciones para acceder a estudios que completen su formación, pese a que luego no les evite tener que hacer las maletas para poder investigar en condiciones y en otro país. Todo el tumulto de los másteres madrileños no ha revelado nada que no supiéramos, salvo algún nombre propio. Pero sí ha vuelto a evidenciar que la Educación, en todos los niveles, merece una revisión a fondo y que algún dirigente sepa verla como el cimiento de toda la sociedad. Sin ella, no hay más que un precipicio hacia una extinción. Como la de los unicornios.

@Faroimpostor