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tribuna libre / OPINIÓN

Una ley contra la heroína del S. XXI

31/05/2020 - 

La política como herramienta para mejorar la vida de la ciudadanía, algo que no reivindicaremos nunca lo suficiente, dio sus frutos con la aprobación el pasado jueves de la Ley del Juego en las Cortes Valencianas. No estuvieron todos los partidos del hemiciclo en su aprobación, pero sí aquellos que quisieron preparar a la sociedad contra la adicción al juego, a la que perfectamente podríamos llamar la ‘heroína’ del siglo XXI.

La cada día más rampante ludopatía muestra similitudes con la heroina tales como una preferencia por los barrios más pobres a la hora de sembrar y recoger desgracias, o esa clarísima preferencia por cebarse con nuestros jóvenes escribiendo historias de ruina sentimental y económica de familias destrozadas por la adicción. La permesividad legislativa de los últimos años ha sido la gasolina perfecta para la expansión de esta actividad. El Registro General Interdicciones de Acceso al Juego –listado estatal en que constan aquellas personas que deciden voluntariamente vetar su acceso al juego- se ha incrementado un 62% solo en la Comunitat Valenciana entre 2013 y 2019.

Es notorio cómo han proliferado las casas de apuestas en zonas urbanas particularmente castigadas en la última crisis financiera. Hemos visto a cualquier hora del día y con excesiva frecuencia a deportistas jóvenes y existosos reunidos entorno a mesas de poker o blackjack mientras disfrutan de ambientes de colegueo viril, quizás en una casa de apuestas en la que tambien puedes jugarte unos euros con un ‘rasca-rasca’ o apostar a quien marca un gol antes de los 20 minutos de juego o por qué diferencia de tanteo se conseguirá una victoria. Es un mundo de posibilidades  infinitas, que vende sensaciones de riesgo y riqueza, una ilusión irreal con un mensaje cuyo protagonista es un líder juvenil, veneno con sabor a caramelo dirigido al cerebro adolescente (más el de ellos que el de ellas).

Un tercio de los adolescentes alicantinos han apostado en alguna ocasión,de acuerdo al informe efectuado por la Universidad Miguel Hernández y la asociación Vida Libre. A nivel autonómico, según datos de Sanitat, la cifra es más preocupante, alcanzando el 55% de los jóvenes entre 14 y 19 años. El germen se inocula desde bien temprana la adolescencia y se desarrolla hasta los 16 años, momento en el cual se dispara la frecuencia de juego en aquellas personalidades más proclives a sufrir una adicción.

Es por ello que la nueva ley valenciana hace especial hincapié en la protección de los menores de las casa de apuestas. No podrá haberlas  a menos de 850 metros de los colegios y institutos. Las máquinas tragaperras no podrán estar activas cuando no estén en uso y se requerirá de un mando para su activación. No se darán nuevas licencias en los próximos 4 años y se establecerá una atención para las personas sufridoras de ludopatía, así como se impulsarán estrategias para la prevención...

Las presiones del lobby del juego no han conseguido que la Comunitat Valenciana tenga en la actualidad una ley pionera en toda España. Sorprende que, conociendo los datos sobre la peligrosidad de no limitar el sector del juego, la oposición en bloque (C’s, PP y Vox) se sume a unos argumentos sobre la legitimidad de estos negocios sin reparar en el gasto y sufrimiento social que conllevan. Y sorprende más aún ver un sindicato como la UGT pedir la moratoria de una ley en compañía de una patronal en la que encontramos hasta a fondos buitre como Blackstone, cuya entrada en el mercado de alquileres ya sabemos que no ha supuesto ningún beneficio para aquellas familias o jóvenes que quieran alquilar. Una vez más, como cuando la ley antitabaco, de nuevo hemos escuchado que se cierne sobre nosotros un apocalipsis de cierre de bares y despidos de trabajadoras.

Sirva una anécdota histórica para despedirnos: en la carrera farmacéutica en la lucha contra el dolor que la humanidad combate desde sus inicios, una empresa hoy conocida como Bayer obtuvo como resultado dos de las drogas más conocidas de la historia actual: la aspirina y la heroína. Su jefe de pruebas descartó la primera y autorizó la segunda, una modificación de la morfina, pero más adictiva que el conocidísimo analgésico de las amapolas... El resto ya lo conocen. Hicieron una fortuna, pero la historia de dolor que siguió en las décadas sucesivas tiene ecos hasta nuestros días.

No todo vale, las personas primero.

* Aitana Mas es diputada y portavoz adjunta de Compromís en Les Corts Valencianes

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