Los símbolos también funcionan por acumulación. Una cruz, por ejemplo, puede ser tanto el símbolo del cristianismo como de una barbarie. De hecho, a lo largo de la historia, ambos significados han solido ir de la mano. Una cruz es una guía para feligreses o el banner de una farmacia, pero también puede representar la muerte, la venganza, el desdén, el olvido o el terror. Si la misma cruz la subimos a un camión de mudanzas puede ser, además, el símbolo de una gestión mal hecha, de una dejadez institucionalizada, de las miles lecturas de una misma ley y del cinismo de quien en una cruz, pretende ver solo una cruz.
Todo esto, claro, a vueltas con la Cruz de los Caídos de Callosa de Segura. Que va convirtiéndose, minuto a minuto, en el símbolo de un país irremediable. El tripartito que gobierna la localidad de la Vega Baja vuelve a demostrar que la falta de práctica ha mermado la capacidad de la izquierda de hacer las cosas a derechas. Como en los cambios del callejero alicantino, el consistorio callosino ha sufrido la urgencia y la imprevisión de quien quiere llegar a meta antes de salir de los tacos. Pero la Justicia no entiende de atolondramientos y les ha conminado a seguir los pasos estipulados, porque hasta la necesidad de borrar el franquismo de las calles (una cruz también puede evocar a un dictador) exige plantar un pie primero y después, el otro. Si no, se corre el riesgo de tropezar con el otro lado, donde siempre hay abogados dispuestos a tomar la temperatura de la legalidad con un bisturí.
Andan los defensores de la cruz callosina argumentando que solo es una cruz. Que ya no representa a los muertos de un único bando, sino al dios que les consiguió la victoria. Listos son, desde luego. Los abogados y los partidos y asociaciones que los sufragan a golpe de talonario e ideología. Dan a su defensa aspecto de cruzada y confían en que eso les dé la razón. Su revulsivo en el banquillo, su sexto hombre, su as en la manga se llama Dios. Y uno tiende a pensar que puestos a creer en seres que no se ven a simple vista, podrían buscar en las cunetas. Seguro que encontrarían más resultados en el googleo de lo invisible. Además, dar sepultura a cadáveres desperdigados y confortar la angustia de sus familias se antoja una labor mucho más cristiana que celebrar la victoria en una guerra fratricida. No sé, habría que consultar al Papa Francisco.
La derecha indignada y los creyentes corren el riesgo de que, al final, una cruz solo sea el símbolo de un espejismo. Los símbolos son así, varían con el tiempo y las circunstancias. Los jeroglíficos ya son solo elementos decorativos. Las palomas son al mismo tiempo imagen de la paz y de la transmisión de enfermedades. La playa alicantina de la Albufereta, constantemente descosida a temporales, ya no es el símbolo de los primeros veraneos de extrarradio, sino una invitación a su canalización definitiva o una excusa para que el periodista Martín Sanz meta en imprenta su nostalgia. Los símbolos son caprichosos, aunque, al contrario que las plantas, funcionan tanto en interior como en exterior. Quien solo ve una cruz, que la traslade a un centro de culto privado. Así los que vemos otra cosa, Justicia mediante, nos quedaremos más tranquilos.
@Faroimpostor