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vals para hormigas / OPINIÓN

Un plan valiente

20/09/2017 - 

Observo con atención la presentación del pacto contra la violencia de género que ha lanzado la Generalitat, con el acuerdo de todos los partidos con representación en Les Corts. Y, por un lado, me alegro de que se ataque con decisión y sin fisuras uno de los asuntos más graves y acuciantes que lastran el avance de la sociedad. Pero por otro lado, me solivianto con las declaraciones de la líder del Partido Popular, Isabel Bonig, en las que ofrece todo su apoyo al proyecto y asegura que ha dejado atrás la política para unir esfuerzos contra la violencia machista. Me va a disculpar, señora Bonig, pero la política debería ser la capacidad de firmar consensos y de hallar la manera de que todos estén de acuerdo en el mayor número de materias, aunque sea con bajas numerosas en todos los frentes participantes. También en asuntos que no gozan de la unanimidad general, como es este, o que no generan réditos electorales para que los políticos detenten sus escaños. Es en la controversia y en la capacidad para negociarla donde se demuestra la capacidad de un político. Para todo lo demás, ya está su jefe, Mariano Rajoy.

No me sorprende la aceptación inequívoca de este pacto. Sus objetivos no ofrecen la menor duda. Su aplicación, seguramente, brindará tantos debates como ramas tiene la psicología, grados tiene la proximidad a las víctimas y doctores tiene la Iglesia. No es fácil detener un cáncer social cuando tiene tantas metástasis. No hay una mujer tipo a la que ayudar, no hay un colectivo de agresores al que vigilar, no hay una alerta en cada casa que detecte el machismo a pequeña escala como los dispositivos que inhalan el humo en las habitaciones de los hoteles. La valentía de un plan así estriba en que es prácticamente imposible de aplicar. En que hay que tener la vista muy larga para reconocer que la violencia contra las mujeres no se resolverá en esta generación, ni probablemente tampoco en la siguiente. En que hay que asumir que no es más que una vacuna que, con suerte, erradicará la enfermedad con la lentitud de un cuentagotas. Y por eso debe ser constante e incesante. 

He estado lo suficientemente cerca de la onda expansiva del abuso y los malos tratos como para saber lo fácil que es joderle la vida a una persona. Y a varias de las que orbitan a su alrededor. Sé que no es algo que vaya a desaparecer con órdenes, leyes y decretos, sino con una minuciosa e incansable labor de concienciación que tiene que aposentarse ya en los primeros cursos escolares. Sé que resulta casi imposible escapar del precipicio cuando ya has empezado a caer, aunque aún no seas consciente. Sé que el maltratador se retroalimenta de sus propias experiencias y es difícil de frenar. Sé que nada acabará hasta que no se extirpen las amenazas, hasta que no haya un solo hombre que se vea amenazado por el poder de una mujer, hasta que no haya una sola mujer que considere una amenaza que un hombre la invite a tomar un café. Mientras tanto, lo único que podemos hacer es confiar en que estas propuestas calen hondo. No dejar nunca que funcionen solas. Y esperar.

@Faroimpostor

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