ALICANTE. Como decíamos no ayer, sino hace dos semanas, Alicante necesita un plan para despegar y aprovechar el momento de desarrollo económico que, según dicen algunos, va a venir a continuación de la pandemia. En estos momentos Alicante sigue, como comentábamos en el anterior artículo, como un alumno recién salido de la ESO que no sabe si escoger ciencias o letras. Con muchas opciones por delante y en la más absoluta indefinición. Y un plan, por regular que sea, siempre será mejor que no tener ninguno. Aunque se haga por zonas o por áreas temáticas. Lo que sea, pero que se haga.
Es posible que la nueva realidad consista en encadenar una pandemia con otra, como vaticinan también otros, que esperemos que se equivoquen. Aunque esto no excluiría la necesidad planificar, porque una cosa no quitaría la otra. Hay muchos expertos que apuntan a que se avecina un momento de gran florecimiento económico, como ocurrió después las grandes guerras mundiales del siglo XX y, si esto fuera así, deberíamos que estar subidos a la tabla de surf cuando llegara la ola.
De hecho, la tasa de ahorro de los hogares españoles se ha situado en un récord dentro de la serie histórica del 14,8% en 2020 merced a la pandemia y, en consecuencia, muchos españoles están empezando a querer gastar más, ahora que se puede salir de casa y hemos recuperado una cierta normalidad. Podríamos pensar qué hacer, para empezar a hablar, por atraer más turismo interno, con otra oferta diferenciada que no fuera tan estacional como la de las vacaciones de Semana Santa y verano, ni estuviera centrada únicamente en la playa, para hacer que los visitantes se lo quisieran gastar aquí.
Me decía esta semana el profesor Desantes, el mecenas y padre de la Biblioteca de los Libros Felices –un oasis de cultura, que ha elevado el nivel de nuestra ciudad en este ámbito y que les recomiendo vivamente que visiten, si no lo han hecho ya– y a quien siempre interesa escuchar, que está convencido de que la digitalización va a acabar con muchas de las profesiones tradicionales. Aviso a navegantes. Dicen quienes entienden de esto que el Blockchain, que aún no me he enterado bien de lo que es –pero que prometo traducirles a lenguaje entendible en cuanto lo averigüe– va a cambiar nuestras vidas. Y seguro que será así, porque ya ven los cambios que se están produciendo en poco tiempo en nuestra forma de vivir y relacionarnos unos con otros.
Ya casi todo el mundo lleva el billete de tren en el móvil, por poner un ejemplo sencillo. Ha empezado una verdadera revolución, que lo va a transformar todo. En este sentido, los proyectos de Alicante Futura (del Ayuntamiento de Alicante), Distrito Digital (de la Generalitat Valenciana) y Torre Juana OST (de iniciativa privada, e impulsado, entre otros, por Andrés Pedreño) son una apuesta decidida por el mundo de la digitalización, que es ya una realidad hoy. Falta por ver si todas estas iniciativas se pueden coordinar de alguna manera, para conseguir llegar más lejos entre todos. Y, en este sentido, considero que quien ha de llevar la voz cantante es el Ayuntamiento de Alicante, por proximidad y su interés natural en que la ciudad progrese.
Lo cierto es que, debido a la capacidad de emprendimiento de nuestra provincia, no ya de la capital únicamente, y gracias también al aeropuerto internacional de primer orden que tenemos y a las bondades de su clima y de su ubicación geográfica, que en la actualidad y gracias a las comunicaciones la sitúan a dos horas y media, o menos, de muchas capitales europeas y de Madrid y Barcelona, Alicante podría llegar a convertirse en un pequeño Silicon Valley. Sin embargo, siento decirles que, o espabilamos ya, o estamos listos.
En esto nos han tomado la delantera. En solo mes y medio, el “Silicon Valley del Sur”, según ha sido definido Málaga, ha sido elegido por las compañías Google, Vodafone y Telefónica como sede de sus iniciativas más pioneras. Pensemos lo que pensemos hacer para despegar, Málaga lo ha hecho antes, así que ¿por qué no estudiar el caso y, por qué no, imitarlo? Peatonalización del centro, museos de alto nivel, un puerto espectacular, limpieza urbana, parques y jardines maravillosos, árboles por doquier, reconocimiento como Ciudad Amiga de la Infancia… Y ahora, por si fuera poco, la apuesta digital exitosa. Siento envidia y no de las sanas, precisamente.
En este sentido, Alicante tiene pendiente terminar la inversión pintona, y creo que no demasiado cara, que se realizó en el espléndido paseo de la Cantera. Las playas de La Almadraba y Puerto Amor (pardiez, qué nombre tan rimbombante para esa cochambre), siguen pendientes de un arreglo en condiciones. La población de más de 30.000 personas censadas en la zona de La Albufereta, bien lo justifica. Por falta de aportación de ideas que no sea, lo digo por si hacen falta.
E insisto, por último por ahora, en el tema del palacio de congresos. Creo que valdría la pena una consulta a la ciudadanía al respecto. Si es o no un deseo de los alicantinos tener un palacio de congresos de primera categoría. En este sentido, tal vez en lugar de arrimar cada ciudad el ascua a su sardina –hablo de las dos grandes urbes, Alicante y Elche– valdría la pena pensar con altura de miras en una solución conjunta para ambas. Claro está que, para eso, haría falta una enorme generosidad por parte de ambas ciudades y sus gobernantes, por el bien común de todos nosotros. Un planteamiento tal vez demasiado optimista, teniendo en cuenta la rivalidad tradicional de ambas ciudades y que hay diferentes partidos políticos al frente de una y otra.