En clave nacional
Los que dependen de los votos de la gente para conocer en que van a ocuparse durante los próximos cuatro años están nerviosos y expectantes sobre el resultado de las próximas elecciones, pero si ampliamos el foco elevando la mirada cual universo de Borges que dentro tiene otro y este otro a su vez, vemos que todo está inventado y no es tan difícil de aventurar lo que viene en los próximos tiempos. La esencia de los temas siempre es idéntica, se basa en nuestras emociones, las de las personas, que somos quienes inspiramos a la mano invisible de Smith en cada uno de sus movimientos políticos, económicos y sociales.
Si las crisis -la financiera de hace tres lustros unida a la social de la postmodernidad y era digital- llevaron a un hartazgo que se tradujo en un desfile de personas cabreadas de diversas ideologías hacia las propuestas podemitas, que no olvidemos, en febrero de 2015 aventuraban un escenario con casi un 30% de los votos para el partido morado como primera fuerza, hoy, todo eso se ha desinflado y no ha sido reemplazado por nuevas fuerzas nacidas en los últimos años. Ni siquiera por fuerzas nuevas herederas del blaspiñarismo de la transición que ya alcanzaron su techo electoral también en ejercicios pasados, ni por la pandemia y la guerra de Ucrania que, siendo elementos que en principio eran capaces de todo, pues parece que definitivamente los cambios no van a resultar tan grandes.
Solo queda esperar a la reconfiguración más pronto que tarde del status quo definido en nuestra Constitución y sistema electoral, que avala un bipartidismo que necesariamente se ha vuelto más radical porque intenta fagocitar a sus extremos, pero que está volviendo poco a poco a su esencia obligado por la estructura del propio sistema, algo que parece que los protagonistas del mismo no están dispuestos a cambiar porque bastante tienen con sucederse uno al otro como para tener que estar pendientes de sorpassos sorpresivos.
Por tanto, poca incertidumbre. Hemos vivido tiempos convulsos que van desapareciendo y al final, ni los ciudadanos ultracabreados de derecha, centro e izquierda, unidos cuando lo estuvieron, ni separados ahora, han podido cambiar este país que, sin más sustos, en las próximas elecciones verá cómo quien lo ha venido haciendo bien, refuerza sus mayorías, y quien no lo ha hecho tan bien, pues las va perdiendo. Lo dicho, predecible y nada incierto.
En clave autonómica y local ¿o también nacional?
Tanto en la Comunidad Valenciana como en mi Villena natal, los socialistas han gobernado con eficiencia y las encuestas ponen a sus líderes Ximo y Fulgencio en una clara senda alcista y, aunque les pese a sus contrincantes, las cosas en política no cambian de un día para otro, sino que son fruto de tendencias, o sea, lo que decía al principio, de esa mano invisible que pone en su sitio al quién lo hizo bien y a quién lo hizo mal, e incluso a quién no lo hizo porque hace poco que llegó al tablero de juego como es el caso de los Mazón y Salguero en ambas circunscripciones, en comparación con quienes bien asentados dirigen nuestras administraciones actualmente. Y no es baladí lo local porque se habla de que de la comarca del Alto Vinalopó depende España, que ya es decir, aunque sí que es verdad que es decisiva para asaltar ese Alcázar del PP en nuestra tierra que parece ser la Diputación de Alicante. Si de los votos socialistas de Villena depende esto, pues parece que caerá el bastión. Porque Fulgencio rozará la mayoría absoluta si no la supera con holgura, de acuerdo a lo que se ve en la calle y se espera en los mentideros políticos que conocen del tema. Caída la Dipu, Mazón pierde su liderazgo, no recupera Valencia y Feijóo se desinfla. Este es la utopía de lo posible que a alguien le he oído relatar.
Es curioso también que citemos a los dos que están en el poder por sus nombres, porque es evidente que se les conoce así perfectamente y recurramos a los apellidos de sus oponentes, porque como decimos, no han tenido tiempo de asentarse y todavía les queda mucho, si es que llegan, a invertir las tendencias de sus adversarios que disfrutan de ese reconocimiento de la gente, del que ellos todavía carecen.
¡Ah, que a Feijóo también lo nombramos con el apellido! Bueno, pues por algo será.
Pedro Rodríguez ha sido senador en la XIII legislatura por Valencia y es impulsor de la Plataforma Ximo President