ALICANTE. Creo que debo de tirar las cosas que no necesito para organizar mi sitio. Mientras lo pienso tiendo a estar en el sofá pensando en cosas concretas -porque necesito muchísimo tiempo para pensar-. Yo me suelo definir siempre de alguna manera sin tener ni idea de quién soy. ¿Qué le voy a hacer? Supongo que es un problema. Las pasiones y las cosas malas y buenas me sucumben. A veces los días grises merecen la pena. Para seros sinceros no me ayuda ni la geografía para saber en qué sitio estoy.
Me gustan las cosas modernas. En una nube de historia con Napoleón y amor al pasado, me gusta lo que mira al futuro a pesar de sentir una morriña tremenda por el final de Cuéntame cómo pasó. Me es imposible no sentirla. Tras veintidós años en antena —más de los que tengo yo— la serie ponía la guinda final. La muerte de Hermina —permitidme llamarla la “Abuela de España”— nos dejó revueltos, con sentimientos encontrados y otros despertados porque estaban anestesiados por el paso de los años.
Si media España lloró el pasado miércoles es fácil entender por qué porque todos hemos tenido una Herminia en nuestra vida. Los españoles hemos convivido con esas batas anchas de andar por casa que llevaba la actriz y abrazado a alguien que, con la piel extrafina por el paso del tiempo, te ha hecho sentirte en casa. Herminia es el claro reflejo de las abuelas que los nacidos entre los años setenta y mi generación hemos tenido la suerte de tener, conocer y, a pesar de que no quisieran irse tan lejos, ver marcharse. Creo que ellas han sido lo único que nos ha unido a todas estas generaciones y su recuerdo seguramente permanezca en nuestra memoria. Ese es el significado de por qué llorábamos pegados al televisor. Nuestras abuelas volvieron a unir a las generaciones.
Escribo estas palabras y me emociono de nuevo. Este final nos deja el valiosísimo aprendizaje de que no hay que tener miedo a morir, sino a no saber vivir y no ser feliz. Porque, ¿de qué sirve vivir muchos años si no eres capaz de exprimir la vida? El final de Cuéntame es el preludio de una nueva era que se empieza. “Unos nos vamos y otros llegan”, dijo Herminia antes de morir. Y qué razón tenía.
Todo eso sorprende a España con la vista puesta en la madrileña calle Serrano. Wow da un golpe de efecto en Serrano. La compañía, liderada por Dimas Gimeno, expresidente de El Corte Inglés, ha abierto en la calle madrileña su segundo establecimiento, con el que quiere seducir al turista de compras de lujo.
La tienda se encuentra en el número 52, en un espacio que antes ocupaba precisamente El Corte Inglés, y es prueba de la ambición de la compañía, que abrió su primera tienda en Gran Vía hace un año y medio. La de Gran Vía, un concept store de ostentaciones sin tapujo (figuras gigantes recibiéndote en la entrada, estanterías inspiradas en las ventanas de la avenida…), compone un laberinto para los amantes del buen hacer en moda y, sobre todo, para los que no se conforman con lo que es habitual llevar. En Serrano, el minimalismo roza el límite entre biombos y estilos diáfanos. Probadores digitales, escaleras que se convierten en escenarios, cabinas de belleza… porque se podría decir que todo es posible en Wow. Por eso es todo tan wow allí.
En Wow se combinan las marcas emergentes, que están empezando a entrar en el mercado español, con las firmas online, que dan el salto por primera vez a un espacio físico. Pero también hay hueco para las marcas tradicionales, siempre que presenten lanzamientos o pop-up específicos para este nuevo comercio.
«Wow funciona como un conector porque ayuda a las marcas digitales a implantarse en el mundo físico y a las tradicionales a acercarse a las audiencias más jóvenes. Todas las firmas que veis aquí son únicas, porque además tenemos a los influencers que están detrás de ellas, que son los grandes prescriptores de la moda hoy en día», afirmó Gimeno.
De esta forma, la tienda de Serrano se convierte en la segunda del concepto WOW, que abrió en marzo de 2022 su primer espacio en plena Gran Vía madrileña y que se encuentra ubicada en el emblemático edificio del antiguo Hotel Roma, construido en 1911. Y es que, como ellos dicen, se trata de ser WOW. Y Dimas Gimeno y su equipo eran, al final, muy wow.
Y así, sin más, otra vez esta maldita felicidad tras la pena