Un alicantino enrolado en la Armada Invencible como militar y como médico. Lo primero, lo eran todos en esa Armada. Lo segundo, sólo unos pocos. Y eso que era una flota inmensa de más de cien embarcaciones con un fin: invadir Inglaterra. Fue una aventura patriótica que Gosalbes de Cunedo no quiso perderse, a riesgo de poner su vida en peligro. También era una buena ocasión para dejar escrito en sus poemas, en un latín muy culto, lo que viera y disfrutara. Todo por su patria, su bandera y su rey. Y, también, por su orgullo mancillado por descaradas manifestaciones por protestantes ingleses que combatían contra la fe católica.
El rey Felipe II le declaró la guerra a la reina Isabel, y allí se fueron los españoles armados hasta los dientes, con sus barcos de madera sólo impulsados por el viento, enarbolando sus estandartes y mostrando sus desafiantes cañones, embarcando en Flandes la mejor infantería del mundo para ser la primera fuerza expedicionaria en desembarcar en tierra inglesa.
Durante los primeros escarceos los ingleses tenían el miedo en el cuerpo, se veían invadidos, todo era cuestión de tiempo. Fíjese sino en las manifestaciones de John Hawkins, tesorero de la marina inglesa y capitán del Victory, quien escribió un informe el 10 de agosto de 1588, dirigido a Francis Walsingham, secretario de estado de la reina Isabel, después de salir maltrecho su buque de un enfrentamiento naval contra otro buque de la Armada española. Dijo que “la flota española, aquí, y muy numerosa, ha de ser aguardada con toda nuestra fuerza, escasamente suficiente. Habrá que disponer de una infinita cantidad de pólvora y balas, sin lo cual se cierna sobre nuestro país un gran peligro; pues se trata, a mi entender, de la mayor y más poderosa combinación jamás reunida en la Cristiandad”. Por su parte, Charles Howard de Effingham, almirante inglés, dejó escrito ocho días después que “os garantizo que el mundo nunca ha visto fuerza tal como la suya” al referirse a la Armada española.
Hubo tiros y cañonazos, escaramuzas y enfrentamientos armados de poca importancia entre ambas Armadas, pero finalmente no hubo desembarco español en tierras inglesas como estaba previsto, ahora verá por qué.
La invasión no tuvo éxito, pero no porque la gran Armada fuera derrotada por los ingleses, sino por Eolo que descargó su furia produciendo fuertes vientos y enormes olas que dispersó la flota e hizo zozobrar a muchos de los buques en su regreso a España, la mayoría de ellos en el mar del Norte. Entre los barcos que no superaron las inclemencias del tiempo en el Canal de La Mancha, añadido a los daños producidos por el cañoneo enemigo, estaba el galeón San Mateo, donde había embarcado Gosalbes de Cunedo. Naufragaron en la costa holandesa y fue hecho prisionero. Así lo dejó escrito Cunedo en uno de sus poemas dirigidos al rey: “Muchas cosas, y bien importantes, perdí yo cuando seguía,/Gran Felipe, las sagradas banderas de vuestro padre, Felipe II./Aceptad ahora con misericordia los fragmentos de mi naufragio/cuyos restos voy forjando con constantes pulidos./Yo soy aquél que, pobre de mí, fui capturado por el enemigo/en el barco San Mateo junto con marineros, siervos y soldados”. En el naufragio Gosalbes de Cunedo perdió para siempre sus primeros poemas. Además, en el saqueo los holandeses cogieron la gran flámula (bandera vertical del barco) que tenía dibujada la imagen de Jesús crucificado, que estuvo durante siglos en una iglesia de Leiden y actualmente se conserva en el museo de la ciudad.
Los ingleses llamaron a esta, la Armada Invencible en señal de burla y ahí se ha quedado el apodo formado parte de la tan manida leyenda negra contra España cuando fue un Imperio, donde el sol no se ponía y, por lo tanto, era el enemigo para batir. La envidia, el rencor y la ambición hicieron lo imposible para desmerecer al imperio español en beneficio del que sería el inglés.
“El episodio posee un atractivo imperecedero como clímax heroico de una larga pugna marítima, militar, económica e ideológica entre Inglaterra y España”, según manifiestan Colin Martin y Geoffrey Parker en su libro “La Gran Armada. La mayor flota jamás vista desde la creación del mundo”.
Pero permita que mencione los inicios de Gosalbes de Cunedo. Y para esto hago eco de la investigación que de este personaje ha hecho Antonio Biosca i Bas, profesor de Filología Latina de la Universidad de Alicante, rescatándolo del olvido; y de la exposición “Gosalbes de Cunedo. Un humanista alicantino a la conquista de Europa” que el Ayuntamiento de Alicante hizo a principios de este año en instalaciones del castillo Santa Bárbara, siendo Luis Barcala, alcalde de Alicante, y Antonio Manresa, el concejal de Cultura.
Gosalbes de Cunedo nació en Alicante en una familia acomodada, tanto que su familia tenía otra casa en Muchamiel para pasar mejor los calores del verano. Entonces la ciudad (siglo XVI) destacaba por su puerto, sobre todo por la exportación de la uva y del vino Fondillón. El castillo Santa Bárbara le daba cobijo y protegía la ciudad. Cunedo estudió medicina y botánica en la Universidad de Valencia. Allí conoció al alicantino Jaime Segarra, profesor de medicina y discípulo de Galeno, así como a Juan Lorenzo Palmireno, importante humanista de la época.
Después de participar en la Armada Invencible y de ser hecho prisionero por los holandeses, fue rescatado por Justo Lipsio uno de los mayores humanistas del siglo XVI, se instaló en Bruselas y allí se quedó para siempre como médico y escribiendo poemas, algunos de ellos añorando las tierras alicantinas o celebrando la creación del Obispado de Orihuela.
Una de sus obras más extensas es su poema titulado Philippus en honor del rey Felipe II. Contiene mil versos, nada menos. En el poema se explica y alaba el acierto científico de Felipe II, apoyada por el Papa Gregorio XIII, reformando e implantando el calendario gregoriano, que sigue en vigor en nuestros días. También tiene reflexiones personales, así como la exaltación de victorias militares como la de Lepanto de 1571 en la que las fuerzas lideradas por España fueron protagonistas para derrotar a las del imperio turco.
Entre sus poemas deje que copie el siguiente, traducido del latín por Biosca. Dice así: “… los ciudadanos leales al rey/nunca dejaron caer sus excelsos ánimos abatidos/por un momento adverso, sino que más fuertes/se levantaron por amor a su rey cuando mayor era la crisis,/dispuestos a enfrentarse al extremo peligro de la patria”. Está muy claro. Pues eso.