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Ultras friquis y erial en la izquierda

15/06/2024 - 

Los resultados de las Elecciones Europeas no supusieron una sorpresa significativa, puesto que en líneas generales certificaron lo que ya apuntaban las encuestas: victoria ajustada del PP resistencia del PSOE a costa de sus supuestos socios, guerras intestinas en la izquierda del PSOE que dejaron a Sumar herido de muerte y a Podemos reducido a su mínima expresión, y aparición en la derecha de una candidatura friqui-trumpista que no ha provocado similar hundimiento de Vox, pero sí limita su crecimiento.

La enumeración anterior muestra con claridad que, si bien es cierto que lo sucedido no fue una sorpresa respecto de lo que decían las encuestas, sí que va a tener consecuencias políticas de calado. En la derecha, volvemos a tener tres opciones, con "Se acabó la fiesta" (SALF) sustituyendo a Ciudadanos (por su afinidad con el votante joven, alejado del PP y a quien Vox no le acababa de cautivar, como se ha visto). En la izquierda, estamos a punto de tener tal vez cinco (PSOE-Sumar-Podemos-IU-Sumar Auténtica), tal vez una opción (PSOE). Hablamos siempre, claro está, de candidaturas de ámbito nacional.

Personalmente, creo que es complicado que un invento como "Se acabó la fiesta" tenga recorrido en unas elecciones que no sean las que acabamos de vivir. Como comenté en mi análisis postelectoral, las elecciones al Parlamento Europeo son el foro idóneo para que surjan nuevas candidaturas y, específicamente, candidaturas que busquen el "voto protesta" de los ciudadanos. Por varias razones, pero fundamentalmente porque no hay barreras para la representación electoral. Ni hay un límite (del 3% ni del 5%) mínimo para conseguir diputados, ni -sobre todo- está todo dividido por circunscripciones en general muy pequeñas donde es imposible obtener un diputado con menos del 15%. De hecho, el éxito de Podemos y de Ciudadanos en su momento pudo darse porque conectaron con un porcentaje similar de la población, en un contexto en el que el bipartidismo estaba debilitado. No es lo que ocurre ahora con "Se acabó la fiesta", que ha de competir contra Vox y contra el PP en su supuesto espacio político, y tampoco cuenta con nada parecido a una estructura o cuadros para afrontar procesos electorales más específicos.

En concreto: si mañana Pedro Sánchez convocara elecciones, que he de decir que sería algo muy del gusto del personaje, porque caerían a mediados de agosto, su principal aliciente sería, sin duda, la eventualidad de que "Se acabó lafiesta" se presentase. Porque, si sacara un porcentaje similar al que obtuvo en las recientes elecciones Europeas, obtendría 5 escaños (dos por Madrid y uno en Sevilla, Málaga y -atención- Valencia), que sumarían mayoría absoluta con PP y Vox (179). Entonces: ¿qué interés tiene Pedro Sánchez en SALF? Pues alguno tendrá, porque el hombre no hace más que hablar de Alvise y SALF, el nuevo horror ultraderechista, incluso más que Vox, que sólo Pedro Sánchez puede contener, contra toda evidencia y si los españoles le otorgan una vez más su confianza.

El presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, en una imagen de archivo. Foto: DIEGO RADAMÉS/EP

En concreto, tiene el interés de dividir el voto de la derecha en tres, lo que asegura que el voto se disperse y se pierdan escaños. No en vano, en esta simulación-adaptación a las Generales, SALF conseguiría más o menos un diputado por cada 1% de porcentaje de voto, mientras que, sin ir más lejos, el PP sacaría casi cinco. Además, y precisamente porque es difícil extrapolar unas elecciones a otras, es posible que SALF se hundiera en unas Generales, elecciones que tienen mucha más participación y donde las dinámicas de voto útil son muy poderosas... pero, aunque se hunda, si le quita un 3% de porcentaje de voto al PP y a Vox, pues bien estará para Sánchez.

El problema de la coalición gubernamental, más allá de las muchas incógnitas de Cataluña, es que los socios de la coalición están desapareciendo, y en consecuencia sus votos son tan poco productivos electoralmente como los que hipotéticamente obtendría SALF. También en la izquierda el voto está dividido en tres, pero lo está de forma aún menos operativa. El 8% que obtuvieron Sumar y Podemos se podría ver reducido a unos seis escaños en unas Generales. Con esas cifras, es imposible que el PSOE lograse armar una coalición gubernamental. El socio mayoritario, el PSOE, está fagocitando a los otros dos (Sumar y Podemos), mitad por el afán del PSOE de mostrarse muy izquierdista (al menos, en los discursos y los símbolos, que son gratis), mitad por la inoperancia de sus socios.

Y, muy particularmente, de Yolanda Díaz. Podemos ya sabemos los errores que ha cometido en los últimos años, y muy probablemente sea un proyecto amortizado, en el sentido de que no es previsible que logre concitar apoyos ni remotamente cercanos a los que obtuvo en el ciclo 2014-2019. Pero esto viene de lejos. Lo sorprendente es que Sumar, que es un proyecto que consiguió casi un 13% de los votos hace menos de un año (con Podemos dentro, eso sí), en sólo estos meses se haya disuelto cual azucarillo, perdiendo credibilidad y apoyo ciudadano a espuertas. 

Probablemente esto se deba a que Sumar se construyó desde el principio como una especie de federación de partidos cuya argamasa se fiaba exclusivamente al carisma y tirón electoral de Yolanda Díaz. Y como no hay mucho más que eso, y como, además, Sumar no ha sabido ni distanciarse del PSOE ni ofrecer un discurso y unas propuestas reconocibles, centrándose en la disputa por la posición en las listas y en entretenerse con patochadas infantiles, su capacidad de erigirse en alternativa fiable al PSOE se ha desmoronado. Y, sinceramente, no parece que tenga visos de mejorar la cosa, porque hasta la dimisión de Yolanda Díaz posterior a la debacle europea ha sido una farsa, seguida por desmentidos y declaraciones de la vicepresidenta del Gobierno, que "hace política de la buena", o que "no está vinculada con ningún partido", que abundan en el esperpento.

Yolanda Díaz, en una imagen de archivo. Foto: ROCÍO RUZ/EP

Así las cosas, Sánchez se encuentra en una situación delicada, no tanto por sus resultados cuanto por la clara percepción de que el espacio a su izquierda no hay quien lo logre tejer de nuevo, porque los líderes están quemados y mutuamente enfrentados entre sí, mientras que los socios digamos "de provincias", como es el caso de Compromís, claramente no quieren saber nada de seguir profundizando en la confluencia con Sumar, porque esta es una confluencia que cada vez resta más. Por eso, muy probablemente el propósito de Sánchez será seguir haciendo lo que lleva haciendo desde que llegó al poder: alentar el crecimiento de partidos ultras, cuanto más radicales y estrambóticos mejor, para erigirse en la última alternativa posible, lo cual a su vez seguirá drenando votos del "espacio del cambio" hacia el PSOE... más que por ninguna otra razón, porque este "espacio del cambio" es incapaz de cambiar; al menos, en lo que se refiere a la pulsión autodestructiva y el gusto por las peleas intestinas en torno a cuestiones ridículas o míseras (o ambas) de la izquierda española.

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