ELCHE. Está hecho de madera maciza de roble, pino, ébano, cedro, policromías doradas, tres teclados manuales, pedalier y 3.023 tubos de estaño y madera. Aunque pesa entre once y doce toneladas, suele quedar en la sombra, y sin embargo, es fundamental para el Misteri d’Elx. El órgano, la banda sonora del Patrimonio de la Humanidad, es un prodigioso instrumento que ha acompañado a la representación durante su centenaria historia. El actual y más reciente, entregado en 2006, es obra de Gerhard Grenzing, uno de los más prestigiosos organeros de Europa. Hablar del Misteri es hablar de su órgano; de sus órganos, inconcebible sin él.
Es el único superviviente de los instrumentos del drama asuncionista junto a la guitarra y al arpa, que aparecen puntualmente con la bajada del Araceli. En anteriores siglos, como en el XVIII, hay constancia de instrumentos ministriles. Estos se pierden con la desamortización en el siglo XIX, cuando el Misteri entra en crisis y se decide dejar al órgano casi como único instrumento para ahorrar costes. A la vez, se deja de contratar puntualmente a cantores solistas de prestigio, que pasan a ser suplidos por la gente del pueblo. Es entonces cuando La Festa adquiere su carácter popular.
A principios del siglo XX desaparecen los últimos instrumentos, como el bombardino. Estos cambios son introducidos tras la visita de intelectuales y musicólogos que ven con preocupación la situación en la que se encuentra el Misteri. Unos cambios, no exentos de polémica, que llegan en 1924, cuando el compositor alicantino Óscar Esplá se encarga de la revisión de la partitura, la restauración de la Judiada y la incorporación de los interludios de órgano, introducidos en los 60 y hoy vigentes.
Hasta entonces, el órgano servía para reforzar momentos espectaculares como la bajada del Araceli y la coronación de la Virgen. Su uso era más esporádico por la presencia de otros instrumentos. En cambio, ahora hace de hilo conductor, desde la entrada de los electos hasta la salida de la coronación. Según la documentación existente, parece que durante el siglo XVIII a veces se tocaba un preludio barroco o se improvisaba uno que acabara con la misma nota con la que empezaba el cantor para darle el tono. A partir de 1961 únicamente se toca lo que compuso Esplá para cada sección. Una estética moderna que contrasta con el estilo renacentista del Misteri.
Se trata pues de un siglo XX que viene con cambios importantes, también en lo material. El 20 de febrero de 1936, el incendio de la Basílica de Santa María se lleva por delante al órgano construido por Leonardo Fernández Dávila en 1754. En 1948 se estrena el órgano eléctrico encargado a Organería Española, tras el pago de algo más de 250.000 pesetas. Sin embargo, los materiales no eran muy buenos, es lo que se pudo hacer en la época. Faltaban recursos por la posguerra. De hecho, durante años el órgano quedó sin cubrir por la caja diseñada por el arquitecto Antonio Serrano Peral, a imagen y semejanza del desaparecido órgano.
Ante esta situación, y con las constantes averías se decide comprar otro, con una estética estrechamente vinculada con el magnificiente órgano del siglo XVIII. De ahí que el actual recupere el diseño de la caja del arquitecto Serrano Peral, un encargo que se hace a Zarandia Sie7e. Curiosamente, y como pasara en el siglo XVIII, Dávila finaliza el proyecto diseñado por el maestro organero Sebastián García Murugarren que no pudo acabar por su muerte. Esta vez, el arquitecto Antonio Serrano Bru, hijo de Serrano Peral, acaba el proyecto de su padre adecuando la caja externa.
El órgano encargado a Grenzing costó casi un millón de euros. Es menos barroco pero más imponente. Inspirado en el de Murugarren y Dávila, tiene unos tonos moderados de color y brillo para que no compita con el retablo mayor, la principal obra de la basílica. En definitiva, un órgano monumental, mecánico y ambivalente, que puede tocar música barroca y romántica. Y duradero. Como explica su custodio y director de la Escolanía, Francisco Javier Gonzálvez, los órganos mecánicos pueden aguantar quinientos años. Un minucioso trabajo realizado por Grenzing, hecho a medida tras un estudio de la acústica de la basílica: «El flautado más pequeño se escucha muy bien en todos los sitios», señala.
También lo corrobora Ramón V. Cano, el otro organista que toca en el Misteri. Mientras teclean, el Maestro de Ceremonias, sentado al lado, se comunica con los tramoyistas para indicarles la escena que entra. Con este excelente instrumento, pueden hacer sonar la impresionante trompetería de batalla, situada horizontalmente sobre el organista, muy conseguida para la coronación, uno de los momentos cumbre del drama sacro-lírico. Un órgano vivo, que lo inunda todo, y que seguirá dando ese aire majestuoso e imponente que impregna el Misteri d’Elx cuando suena.
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