Ya había enviado a Miquel González mi artículo para este domingo cuando horas después de haberle dado al enter me topé con las imágenes de la portavoz de Más Madrid en la Asamblea de Madrid, Mónica García disparando simuladamente al consejero de Hacienda de la Comunidad de Madrid, Javier Fernández-Lasquetty. Le escribí a toda prisa un mensaje al director de Alicante Plaza para informarle sobre la redacción de una nueva columna hablando sobre este tema en sustitución de la enviada la mañana anterior. Tenía que escribir sobre esto, no sobre ese hecho en cuestión, tampoco da para mucho un simple gesto realizado en unos escasos segundos, sino respecto a la deriva macarrónica de los caciques que han desvirtuado lo que representa ser de izquierdas.
“Se nos está quedando un país bonito” dijo con sorna Carlos Alsina esta semana en su monólogo. Ojalá no tuviera razón en ese tono jocoso pero la realidad supera a la ficción imaginada por algunos ingenuos esperanzados en las buenas intenciones de los que con gestos delatan sus intenciones oscuras con España. Llega el vicepresidente de Castilla y León Francisco Igea y defiende a la diputada de Más Madrid dando la vuelta a dicha representación blanqueando la amenaza tachándola de un simple señalamiento. ¿Desde cuándo se señala a alguien poniendo el dedo pulgar a modo de percutor? Vaya forma de apuntar más esperpéntica…Les hay que todavía no se han enterado de que va la película, deben de ser los típicos que les gusta recrearse en el aseo antes de entrar al cine y se sientan en la butaca con la trama empezada. En Ciudadanos hacen escuela de estos tics, Ignacio Aguado sigue empeñado en minar desde dentro el Gobierno que vicepreside para conformar en un futuro inminente un tándem progresista con Gabilondo. No se da cuenta de que por mucho que el portavoz socialista sea una figura moderada el partido al que representa ha dejado de ser socialista para mutar en un engendro sanchista capaz de destruir todo a su paso para alcanzar el poder. Parecen inspirarse en las palabras pronunciadas en 1910 por Pablo Iglesias Posse en las que prometía luchar “en la legalidad mientras pueda y saldrá de ella cuando deba para evitar que Maura suba al poder debe llegarse hasta al atentado personal”. Actitud que no es ni de izquierdas ni de derechas, sino totalitaria e intolerante.
Es esta tendencia de la presunta izquierda a perseguir a los disidentes la que ha generado la asociación de la violencia al progresismo. Craso error de los que vinculan ambos términos. No han calado todavía a estos personajes que nos gobiernan o sirven a los que lo hacen. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias no son de izquierdas, son revolucionarios, aunque lo debería poner en singular. El primero no es más que el tonto útil del segundo que se deja manejar como mera marioneta mientras en sus ensoñaciones imagina tener algún poder. Dominio que es su única motivación. Vicio compartido con su vicepresidente segundo, por eso comparten mesa en el Consejo de Ministros y pese a las continuas faltas al decoro democrático de su socio se resiste a cesarle. Este ejecutivo simbiótico conoce las pocas posibilidades que tiene de sobrevivir sin alimentarse del fanatismo de Podemos. Dependencia generadora del borrado de las líneas rojas históricas que debe tener un partido constitucionalista. Al igual que predicó el fundador del PSOE a principios del siglo XX, el Presidente de Gobierno hará todo lo posible no por evitar la conquista del poder por parte de la derecha, sino por la perpetuación de su silueta en los asientos de La Moncloa. Esa desconsideración hacia la Constitución, -una a la que pisotea con sus continuos desplantes al Rey, - y a las instituciones que protegen nuestra democracia lo que ha convertido al PSOE en un partido antisistema.
Dicha radicalidad ha desvirtuado la ideología socialista como consecuencia de la desideologización que representa todo totalitarismo. Porque no es que existan autoritarismos de izquierdas y de derechas, es que todo despotismo carece de unos principios plausibles. ¿Si no como se explica que nuestro Gobierno “progresista” vaya a ejecutar una reforma legislativa para escoger a los jueces a su antojo que equipara nuestro poder judicial al de Polonia? Es ese abandono ideológico de las políticas tiránicas la que desarrolla esa comunión entre un gobierno aparentemente de izquierdas como el nuestro con el ejecutivo ultraconservador polaco. Si estamos así es porque unos inocentes no se dan cuenta de que la única motivación de los totalitarios es la opresión. Vivimos en un mundo en el que ir de la mano del PSOE es desplazarse en las antípodas del liberalismo necesario en una sociedad moderna como la de ahora.
Pensamiento liberal nutrido del respeto, la tolerancia, la libertad y de otros valores fundamentales en democracia que son continuamente maniatados por los que pretenden enarbolar esos mismos principios a la par que hacen todo lo contrario que estos representan. Todavía tuvieron los bemoles el otro día algunas dirigentes socialistas de grabar un vídeo conmemorando la figura de Clara Campoamor, la que dijo estar tan alejada del comunismo como del fascismo confesándose liberal. Corriente contraria a todo lo que representan los que enarbolan falsamente la soberanía individual. Pablo Iglesias trata con desprecio a sus disidentes amenazándoles en el hemiciclo o denigra a los diputados de la oposición reclamándoles respeto vicepresidencial y este mismo boicotea toda tolerancia amenazando a los jueces que le acusan.
La izquierda dejó hace tiempo de representar lo que defendía años atrás. En palabras de Celia Villalobos, “hoy el centroderecha es mucho más moderado que la izquierda y más progresista, en cuanto confía más en el avance personal y la solución de los problemas reales de los ciudadanos”. Hasta la exministra se ha dado cuenta del percal jugando al Candy Crush y todavía algunos siguen en el aseo mientras la historia de la democracia amenaza con llegar a su fin. Para su consuelo, no hará falta que les hagan spoiler, la resolución de la trama tendrá consecuencias fuera de la sala.