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reflexionando en frío / OPINIÓN

Tiranía democrática

11/01/2022 - 

La ideologización de la realidad que ha ocasionado una infantilización social, tiene sus consecuencias más plausibles en el sectarismo del ecosistema. Encasillamiento existencial, presente bajo un reparto discriminado de carnets y salvoconductos. Se salva de la quema a cada individuo en función de los caracteres o manifestaciones públicas que éste haga. Se etiqueta a la ciudadanía entre buenos y malos, patriotas o desertores del sentimiento nacional. Hemos dejado de ser personas y nos hemos transformado en meros aspectos, analizados por los algoritmos de un mundo virtual cada vez menos humano.

Sobre todo ahora con la Covid-19, circunstancia que ha sometido a la persecución a todos aquellos que no han querido inocularse la vacuna contra el virus. El tenista Novak Djokovic retenido en Australia como si fuera un delincuente -liberado posteriormente por un juez-, Emmanuel Macron presumiendo de su dictablanda frente a los negacionistas... Estamos perdiendo la cordura. Tanto, que el presidente de la República Francesa ha desprendido del estatus de ciudadano a todos los no vacunados. No es consciente de que los únicos perjudicados con el rechazo a medicarse son ellos mismos. Debemos dejar libertad y que cada uno asuma las consecuencias, causas de no ser responsables con el poder de la libertad que se les ha otorgado.

Es más, creo que estamos enfocando mal el problema todos sin excepción. Aquí en la Comunidad Valenciana y en Cataluña se cataloga a los vecinos de dignos y forasteros en función de si hablan la lengua cooficial o tan sólo el castellano. Ocurre lo mismo en Cataluña en mayor medida. Algunos pretenden colectivizar en función de la orientación sexual, de la raza, de las costumbres… El caso es dividir. Mientras tanto los que de verdad suponen un peligro para la integridad social, siguen sin recibir las reprimendas oportunas. Prefieren perseguir a los no vacunados en lugar de velar porque sus territorios no sólo estén libres de virus sino también de hijos de puta.

El concepto de Emmanuel Macron no es equivocado. Le pierden las formas, y le desorienta el contexto que vivimos pero algunas tesis no son erróneas. ¿Son castigados lo suficiente los asesinos, los violadores y otras especies desalmadas en nuestro Estado de Derecho? No dejamos de ver cómo dejan en libertad a criminales que todavía no se encuentran preparados para comenzar su vida ex-presidiaria o se les brindan favores contrarios a toda justicia proporcionada. Muchos juristas bañados en el buenísimo penal

repiten sin cesar la característica reinsertiva del Derecho, obviando la retribución del mal cometido al que deben someterse los reos. Desgraciadamente ha imperado la visión más garantista, basándose en los principios democráticos y los derechos de bragueta olvidándose de que además de garantías sociales, también coexisten las obligaciones de la ciudadanía. Imperativos que de no cumplirse, deberían ser castigados de manera más severa.

La paradoja del sistema democrático pleno es que los propios malhechores se aprovechan de esa libertad para desestabilizar el propio statu quo. Debemos proteger una democracia cimentada en la justicia, quizá, agravando las penas y sometiendo una mayor persecución a quién viole la normativa vigente.

Como verdaderos soldados, debemos luchar porque amamos la verdadera democracia, una fundamentada en la paz social y en la tolerancia. Todo aquel que altere esa calma deberá ser condenado.

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