LA TRIBUNA DEL POLITÓLOGO  / OPINIÓN

Tiempos pasados nada nostálgicos

24/04/2017 - 

Semanas como ésta hemos tenido muchas en la Comunidad Valenciana y Alicante durante los últimos 20 años. Todo lo que se ha descubierto y publicado en prensa estos días acerca de la corrupción y financiación ilegal que acechan al Partido Popular en Madrid y a nivel nacional. Los valencianos recordamos perfectamente que, hasta hace nada, nuestro día a día era también así por estas tierras levantinas.

Aquellos gobiernos de Zaplana y Camps lograron cifras récord en casos de malversación. Ni siquiera la Andalucía de Griñán o la Cataluña de Mas nos ganaban. Éramos conocidos como “los reyes de la corrupción” en toda España. Y yo diría que solo el tristemente célebre partido Gil de Marbella se atrevía a disputarnos el primer puesto.

Y es que el Partido Popular valenciano hizo prácticamente de todo. Falsificaciones presupuestarias al estilo griego, aeropuertos sin aviones, premios de loterías que siempre les tocaban, etc. Pecata minuta al lado del tema éste de Ignacio González.

Desgraciadamente Alicante no se quedó a la cola. Las épocas de Alperi y Castedo también estuvieron marcadas por las irregularidades, algunos concejales acabaron condenados y todavía la justicia investiga aquellas legislaturas.

Por ello, creo que muchos alicantinos celebramos con gran júbilo cuando al fin el PP dejó de gobernar nuestro Ayuntamiento en 2015. E incluso algunos que ni siquiera votamos a ninguno de los 3 partidos que forman el actual tripartito. Más allá de ideologías, era insostenible aquella época en la que Alicante tan solo salía en los medios nacionales por casos e investigaciones que nos avergonzaban profundamente.

Sin embargo, justo en esta semana tan marcada por la corrupción del PP a nivel nacional, irónicamente nuestro alcalde socialista Gabriel Echávarri ha tomado una decisión que me recuerda a aquellos tiempos sombríos y nada nostálgicos.

Resulta que el PP alicantino ha denunciado ante la Fiscalía una serie de supuestas anomalías en varias facturas del área de Comercio. Pues la reacción del alcalde no ha sido precisamente la de aclarar o facilitar la investigación de este asunto. Casualmente dos días después ha sido despedida una trabajadora municipal del departamento de Cultura, que resulta ser la cuñada del portavoz popular Luis Barcala.

Ignoro si esta mujer fue puesta a dedo por el PP en su día (ella asegura que ganó legalmente un concurso público). Pero francamente me da igual. Si hubo enchufismo han tenido casi 2 años para darla puerta. ¿Por qué ahora y de repente? Es evidente que se trata de una venganza política.

Y ahora toda Alicante está hablando de esto. Es justo la vieja estrategia de Castedo y Alperi. Hacer una cacicada para dar un mensaje de fuerza y desviar la atención sobre lo que deberíamos de estar deliberando, lo de las facturas.

No es la primera vez que ocurre algo así en esta legislatura. Como Ciudadanos y PP no quisieron apoyar los presupuestos municipales, el alcalde optó por bajar los sueldos a los concejales de la oposición. Otra acción registrada marca Castedo o Alperi.

De hecho, no solo con la oposición. Echávarri ya decidió hace unos meses sacar al concejal Víctor Domínguez de la Junta de Gobierno, poco después de una de sus múltiples disputas con su partido Guanyar.

Hasta el edil de cultura Daniel Simón ha declarado que los motivos alegados por el PSOE para despedir a esta trabajadora son absurdos. De hecho, el alcalde ha conseguido algo realmente insólito; que Compromís, Guanyar e incluso Podemos se pongan de parte del PP. El propio círculo podemita de Alicante ha pedido la dimisión del alcalde, y que el tripartito ponga a un nuevo regidor que “recupere el espíritu del pacto que se firmó al principio de la legislatura”.

Francamente, yo llegué a creerme ese espíritu renovador, y también me resulta ciertamente decepcionante constatar que los viejos tiempos no acaban de marcharse.

La corrupción no solo se combate señalando al contrario y denunciando lo corrupto que es. Mucho más importante es predicar con el ejemplo en casa propia.