Ínigo Errejón, arropado por su cuadrilla, entró en la plaza como un torero. El murmullo en el coso fue creciendo en decibelios nada más abrirse la barrera por la que accedió la comitiva al centro del ruedo. La plaza de los Luceros estaba de pólvora hasta las trancas esperando una mascletà que estalló en aplausos antes de que les belleses del foc citaran al pirotècnic desde la tribuna oficial. En aquel mediodía de Fogueres nadie hacía sombra al político podemita ante el reclamo de cámaras y micrófonos.
No había pañuelos pidiendo trofeos taurinos pero sí cientos de disparos fotográficos móviles y un griterío descomunal solicitando selfies y besos desde todos los tendidos. Si el éxito en las elecciones generales convocadas para el 26-J se midiera en aplausos, aquel hombre se las habría llevado de calle. Pero eso fue el año pasado.
Hoy, con la perspectiva que da el tiempo transcurrido, unos resultados electorales que no avalaron la campaña errojonista de las sonrisas tranquilas y un duelo de titanes que ha forzado a Errejón a retirarse a sus cuarteles de invierno, creo que el símil taurino no es el más adecuado. Mas bien aquello fue la entrada triunfal en Jerusalén un domingo de ramos. Las palmas se tornaron pronto en corona de espinas. Demasiadas alabanzas son peligrosas en una sociedad estructuralmente farisaica que valida la teoría de que quien se mueve no sale en la foto. Y Podemos (sus dirigentes) se está empleando a fondo para que Ínigo Errejón ya no salga en la foto. Desposeído de la portavocía de su grupo en el Congreso tras perder el pulso orgánico con Iglesias y relegado a los escaños de atrás, el último episodio esperpéntico ha sucedido esta misma semana con el “asalto” fallido de Irene Montero a la tertulia de Hora 25 de la SER, donde colaboraba Errejón desde hacía tres años. Un error político grave porque deja ver las contradicciones de un partido joven que abomina de las estructuras monolíticas de otras formaciones “viejunas” mientras emula sus comportamientos excesivamente jerarquizados.
The winner takes it all, cantaba Abba como una premonición de lo que está pasando en Podemos. Una actitud poco inteligente que deja pocas cartas a uno de los mejores jugadores de la partida política que se está librando en nuestro país. No dudo de las capacidades comunicativas de Montero, mujer de verbo rápido y brillante independientemente de si se comparten o no sus argumentos, pero las personas, por muy portavoces que sean, no son cromos intercambiables: “Te cambio un Errejón por una Montero y dos huevos duros”. El mismo Iglesias reconocía que a su programa La Tuerka no invitaba a representantes de partidos políticos sino a gente interesante militara donde militara.
Pues bien, Errejón es un buen fichaje para cualquier tertulia incluso si no se representa más que a sí mismo. Un discurso bien fundamentado, un vocabulario extenso, estructuras gramaticales impecables y un tono sosegado se agradece en cualquier foro de debate donde las palabras no actúen como cuchillos. Y esos perfiles no abundan en la política patria, más proclive a dar voz a los “fontaneros” que a los oradores. Las organizaciones políticas son un buen refugio para mediocres, qué les voy a contar. Obedecer ciegamente a unas siglas, repetir mantras como doctrinas argumentales son salvavidas para políticos de medio pelo que medran en todos los partidos. Relegar a Ínigo Errejón a un papel de segundón atrapado en una maraña morada es una estrategia política miope que limita a Podemos su horizonte electoral. Aunque solo le permitan salir en el As hablando de fútbol o en TV3 hablando en un correcto catalán, Errejón no pasa inadvertido. Para guardar fidelidad a un partido no es necesario ser infiel a uno mismo. Detrás de este castigo de silencio parece vislumbrarse una salida de emergencia. Y las puertas de salida están muy concurridas, si no que le pregunten a Pedro Sánchez. @layoyoba