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Sumar: ilusión por el sillón

10/06/2023 - 

Ayer viernes finalizaba el plazo para inscribir coaliciones de partidos para las próximas elecciones generales de julio. Esto tiene una indudable ventaja, y es que, pasase lo que pasase finalmente, por fin se acabará el eterno culebrón: ¿se integrará Podemos en Sumar o no? ¿Cómo se integrará? Son preguntas que sólo interesan a la izquierda más politizada, más militante y, entre ellos, a los que quieren ocupar tal o cual puesto en las listas. Cero minutos dedicados a hablar de programas y políticas, que de eso ya habrá tiempo después.

El invento de Sumar es imprescindible para revitalizar el espacio a la izquierda del PSOE, y por eso muchos medios y poderes adláteres a este espacio político han apoyado activamente a la figura de la vicepresidenta, Yolanda Díaz, con un tirón y popularidad que se estiman importantes, pero cuya eficacia electoral está por ver en una campaña que se va a plantear en términos inequívocamente bipartidistas, con gran polarización. Y eso no viene nada bien a Sumar (ni a Vox), porque la masa de votantes susceptibles de dudar entre Sumar y el PSOE pueden acabar haciendo voto útil incluso en las circunscripciones en las que votar a Sumar también es útil (las más grandes), y por supuesto en las pequeñas y medianas, generando la profecía autocumplida tan devastadora de las dinámicas de voto útil: no voto al partido pequeño, porque sería inútil hacerlo y quiero que mi voto sirva para algo. Y, como consecuencia de ello, el partido pequeño se hace más y más pequeño y no logra representación.

El adelanto electoral, sin duda, no ha sentado bien a Sumar, ni a Podemos. Pero también hay que decir que el espectáculo al que hemos asistido estos días es producto de las decisiones tomadas en el pasado, y no sólo del adelanto de Pedro Sánchez. En primer lugar, de la decisión de Pablo Iglesias de nombrar a Yolanda Díaz como su sucesora al frente de Unidas Podemos. En segundo lugar, del interés que Yolanda Díaz ha tenido desde el principio por distanciarse del partido que le nombró líder, para generarse un espacio propio, más transversal, abierto a otras formaciones (entre ellas, las archienemigas del Podemos "pablista", y en particular Más Madrid, la formación de Íñigo Errejón). En tercer lugar, de los dos años que se ha pasado Yolanda Díaz en un proceso de "escucha" que, al parecer, no ha servido aún para pergeñar un programa de Gobierno, ni mucho menos para tener adelantadas las negociaciones con los partidos a los que aspiraba a integrar, y en especial a Podemos. Y, por último, por la decisión de Díaz de esperar a después de las elecciones autonómicas y municipales para, tras la previsible debacle de Podemos, negociar desde una posición de fuerza.

La verdad es que las apuestas de Díaz por alejarse de Podemos y esperar le han salido sustancialmente bien. Al mismo tiempo, el paso del tiempo ha dejado tan quemado a Podemos y a su cúpula directiva a ojos de sus votantes que algunos en Sumar comienzan a preguntarse si tiene sentido integrar a Podemos en vez de esperar a que, sencillamente, los restos de Podemos se integren en Sumar. Pero, en el camino, esta lucha fratricida también ha tenido consecuencias nocivas para Sumar: ha evidenciado que tanta sonrisa y felicidad, tanto espíritu positivo, tenían detrás lo de siempre. Es decir, la lucha por las parcelas de poder, por las listas. Por colocar a los tuyos y que no se coloquen los de los otros. Y que un proyecto que se suponía que venía para apuntalar las políticas de izquierda, por lo pronto, por puro cálculo partidista, ha contribuido no poco a llevarse por delante unos cuantos Gobiernos autonómicos y alcaldías de la izquierda.

No hace falta ser muy avispado para ver que las últimas semanas han generado mucha desilusión entre los potenciales votantes de Sumar, que no son sólo, ni principalmente, los votantes tradicionales de los partidos que se están integrando en la coalición, sino, sobre todo, los votantes que se sienten huérfanos de un partido de izquierdas al que votar, y podrían buscar acomodo en Sumar. La estrategia pretendidamente abierta e integradora de Sumar, de hecho, tiene sentido sólo para captar a esos votantes de la abstención y para competir con el PSOE. Pero, para ello, Sumar debería ser capaz de distinguirse en algo del PSOE y sus políticas (algo muy complicado, dado que su líder es vicepresidenta de un Gobierno de coalición con el PSOE), y al mismo tiempo debería separarse de los elementos más tóxicos de las políticas de Podemos, como la chapuza de la ley del Sí es Sí (chapuza contrastada por los hechos y por múltiples análisis de la ley, pero cuyos apologetas, a estas alturas, siguen aún desmintiendo y explicando que ellos no han cometido ningún error). De ahí el interés por negociar con Podemos desde una posición de fuerza, e incluso el desinterés por integrar a lo que queda de este partido en Sumar.

El problema es que, para que haya posibilidades de que los números salgan (para sacar un buen resultado y reeditar el gobierno de coalición), posiblemente no le quede otro remedio a Sumar que integrar a Podemos. No tanto por los votos que pueda obtener un Podemos achicharrado por el desastre del 28M y por un hipotético fracaso en la negociación con Sumar, sino porque dicho fracaso también se llevaría por delante la ilusión y las expectativas de los votantes por apoyar a Sumar. Unos se irían a la abstención y muchos otros al PSOE, al voto útil que reclama Pedro Sánchez.

Podemos, el Podemos dirigido por Belarra, Montero y Vestrynge, y desde las bambalinas -no cabe albergar muchas dudas al respecto- por Pablo Iglesias, es un proyecto agotado, que quizás reste más de lo que hipotéticamente pueda sumar. Por eso Díaz optó por no apoyar explícitamente a Podemos antes de las elecciones autonómicas y municipales; por eso tampoco tuvo ningún interés en pactar nada con ellos mientras no quedase plasmada la situación real (de extrema debilidad) de este partido. Es una estrategia que tiene sentido, sobre todo, si Díaz espera pasar a la oposición (reeditar el pacto de Gobierno partiendo de la base de que se rechaza buena parte de la acción de Gobierno que es, además, la ejecutada por Podemos es un ejercicio de equilibrismo incomprensible para muchos votantes), para a partir de ahí, y contra un previsible Gobierno de PP y Vox, o del PP apoyado por Vox, encarnar el espíritu de resistencia desde la izquierda.

Pero el problema de Sumar es que las dinámicas de voto útil reducen sus expectativas electorales. Las urgencias para configurar la coalición y las listas han mostrado a todo el mundo que el verdadero problema era el de siempre (quién va en qué puesto), lo cual, además, se ha planteado sin una mínima apariencia de democracia interna en las diversas formaciones. Compromís ni se ha molestado en hacer consulta alguna; Podemos ha montado un plebiscito ridículo que nos recuerda al mítico referéndum "¿Queréis que Pablo e Irene vivan en su casoplón para no hacer el juego a la derechona?".

Yolanda Díaz, en el proceso, también ha demostrado sus limitaciones como supuesta líder de luz luminosa, así como en su tirón electoral. Recuérdese que apoyó explícitamente a Héctor Illueca, que cosechó un devastador 3,5%, el peor resultado de la historia de la democracia para el espacio ocupado por PCE-IU-Podemos. Todo ello previsiblemente deje a Sumar en una posición mucho peor de cara a esa hipotética legislatura en la oposición. Y también puede provocar la desbandada de las diferentes formaciones que hoy integran Sumar, pero que, a poco que no se le vean buenas perspectivas al invento, preferirán ir por libre.

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