En 1983 se calculaba que medio millón de menores de edad ejercían la prostitución callejera en Estados Unidos. Una pareja de periodistas se ganó la confianza de chavales en esta situación en Seattle y grabó su día a día en Streetwise, ahora un documental histórico. Las niñas hablaban sin tapujos de cómo se prostituían, enumeraban sin pestañear las veces que las habían violado, los niños sobrevivían en edificios y coches abandonados. Era la consecuencia de las crisis del petróleo en un país en el que Reagan recortó los servicios sociales
VALÈNCIA. Estados Unidos entró en los años ochenta con una inflación de casi el 20%. Las crisis del petróleo habían causado estragos, como en muchos otros países, sobre todo el nuestro, pero también había comenzado un proceso de desindustrialización que empujó a los jóvenes del interior hacia las grandes urbes del litoral. Cuando Reagan llegó al poder, como es sabido, empezó a recortar para reducir el déficit y su víctima más importante fueron los programas sociales. Buena parte de toda esa población que había perdido su empleo o su hogar, etc... se quedó totalmente desamparada.
Los resultados fuera de los números, sobre la carne humana, no nos quedan muy lejos. En 2008 vivimos un escenario parecido y sabemos lo que genera el deterioro del trabajo o su pérdida, las consecuencias de hundirse en el hoyo en una bancarrota doméstica. No hay más que ver la inmensa cantidad de indigentes que pueblan Los Ángeles. En la actualidad, con el auge de los opiáceos, posiblemente el cuadro haya ido a peor. No obstante, hablamos de oleadas recurrentes. Cuando la crisis golpeó en los 70, algo parecido no se había vivido desde el crack del 29.
Ese escenario en la ciudad de Seattle fue lo que reflejó Cheryl McCall en un reportaje en la revista Life publicado en julio de 1983. El texto hablaba de un fenómeno que en los noventa conocimos como meninos da rua, niños y adolescentes que viven en la calle. Solo diez años antes, era un problema de primer orden en Estados Unidos. En Seattle se cifraban en mil, según el reportaje, pero subrayaba que se podían encontrar en todo el país. Un 80% de todos ellos, se calculaba que en torno a 500.000, se prostituían para sobrevivir. Dormían en edificios o coches abandonados. Ese año Seattle había sido nombrada "la ciudad más habitable de Estados Unidos", la revista, en épocas en las que el instinto periodístico era otro, encargó este trabajo.
A raíz de este reportaje, la periodista firmó el guión de un documental que es un clásico de este género cinematográfico, Streetwise, dirigido por Martin Bell, marido de Mary Ellen Mark, que se había encargado de las fotografías para Life y se había ganado la confianza de los críos. En los 90, Bell dirigió Corazón roto, protagonizada por Jeff Bridges en uno de sus mejores papeles dramáticos y a su vez un guión que salía de los testimonios que les habían confesado los chavales, las historias de su vida y la de sus familiares.
Streetwise es un documental que marca la diferencia porque acompaña a un grupo de chavales sin techo en su día a día, ellos mismos cuentan a la cámara cómo sobreviven y en qué condiciones. Todos los audios estaban en off, el matrimonio de cineastas rechazaba la fórmula de "cabezas parlantes" que con los años se ha convertido en el arquetipo de esta modalidad de cine.
Las chicas hablan abiertamente de cómo se prostituyen y comentan con total naturalidad cuántas veces han sido violadas. Los chulos se las disputan, se registran las conversaciones para convencerlas de irse con uno o con otro. Los niños explican que es mejor siempre moverse por parejas, porque uno solo, de noche, lo normal es que entre dos le tiendan una trampa y le rompan la cabeza para quitarle lo poco que lleve. Cuentan dónde viven, cómo se cuelan en lugares abandonados, y también cómo se alimentan, encargando pizzas sin destino que luego acaban en la basura y van ellos a recogerlas.
Algunos se escaparon, otros huyen de familias complicadas, pero muchos de ellos han sido expulsados de sus casas. En un reconocimiento médico se ve que uno se está quedando raquítico por una infección crónica en los ganglios, otro explica que con un carné falso puede vender sangre y sale colocando unos litros en la clínica, después le dan una hamburguesa y contento porque encima come. La escena más conmovedora es la del crío con problemas de crecimiento que se va a ver a su padre... a la cárcel. En un encuentro con cristal de por medio el recluso trata de ponerlo un poco en orden muy consciente de que servirá para poco.
El director de esta película siempre contó en entrevistas que, en el estreno, al salir del cine un chaval que había asistido a la proyección se le acercó para confesarle que tenía ganas de golpear a alguien pero no sabía a quién. Muy al contrario que otro tipo de artistas comprometidos, esta pareja siguió durante años la evolución de estos personajes, se sintió vinculada a ellos. A Tiny, una de las niñas, la invitaron en 1983 a irse a vivir con ellos a Nueva York, pero ella les rechazó porque no le seducía la idea de dejar la vida en la calle e irse a la escuela.
De hecho, Bell también se enfrentó a las críticas típicas por grabar a los niños "y no hacer nada al respecto" o por haberse aprovechado de ellos para crear arte. No hay duda de que hoy esa fotografía analógica en las calles, en un espacio tan inaccesible como los círculos de niños sin hogar estadounidenses, es algo más que un testimonio periodístico. Sin embargo, el cineasta siempre tuvo ideas claras al respecto. Consideraba que su trabajo era contar lo que había ahí y si hubiese apagado la cámara "para ayudar" habría sido negligente con su trabajo. Quién tenía que haber hecho algo era el Estado antes de que esos chicos se hicieran a la vida callejera y esta se convirtiera a su vez en su modus vivendi. "Una intervención temprana les hubiese salvado, pero no había nadie para hacerla", sentenció el director en Filmmaker Magazine.
Se bromeaba hace años con la noche de los unfollow largos en Twitter conforme se fue recrudeciendo el procés en Cataluña. Sin embargo, lo que ocurría en las redes se estaba reproduciendo en la sociedad catalana donde muchas familias y grupos de amigos se encontraron con brechas que no se han vuelto a cerrar. Un documental estrenado en Filmin recoge testimonios enfocados a ese problema, una situación que a la política le importa bastante poco, pero cambia vidas