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segunda parte de la entrevista al profesor y filósofo román de la calle

"Soy más posibilista que optimista o pesimista; debe intentarse lo que permite la situación"

26/04/2020 - 

ALCOY. "Posibilista: que es partidario del posibilismo o lo practica". Dentro de esta categoría se incluye el filósofo y catedrático de Estética Román de la Calle. En esta segunda parte de la entrevista que le realizamos desde Alicante Plaza nos habla de cómo afecta a los valores y a la sociedad en conjunto esta pandemia democrática que subsiste, paradójicamente, en un Estado de excepción viral.

-No le hemos preguntado. ¿Cómo está (sobre)llevando esta crisis, a nivel personal?

RC: En mi caso, se ha desenvuelto en pareja, exclusivamente, dado que las familias de los hijos y nietos residen fuera, en otras ciudades. Somos un filósofo y una psicopedagoga (María Dolores Pérez-Molina), que han celebrado (en el 2019) sus 50 años de convivencia, en contextos distintos, pero siempre en conexión profesional con el mundo docente y, en especial, en medio del entramado artístico. Respondería que la sobrevivencia y el cuidado han sido eficientemente calculados, en torno a un horario, entretejido de imprescindible actividad física, controlada, junto a una serie de objetivos culturales bien marcados. Concretamente, para especificar un tanto tales proyectos, apuntaremos la preparación de un par de libros, ya en cartera previamente. Por un lado, uno de carácter colectivo (250 páginas) con la colaboración de veinte especialistas (sin olvidar la complejidad que ello supone), que estaba, ya desde hace algún tiempo, coordinando y en el que lógicamente participo, como uno de los autores, y que además prologo, de forma extensa, para asegurar su coherencia contextual; libro que versa -paradojas de la vida- sobre las difíciles y complejas relaciones del arte contemporáneo valenciano y la crisis socioeconómica. Su título: Entre la crisis, la resistencia y la imaginación. Los diez últimos años del arte valenciano contemporáneo (2008-2018). Ya está, por fin, maquetado, supervisado y a la espera de entrar en imprenta. ¿Quién nos iba a decir que se iba a retrasar su presentación, planificada para le feria del libro de este mismo año, que ya ha visto, lamentablemente, alterado también su calendario? El otro núcleo de atención es, asimismo, la preparación dual (entre Rosa Mª Castells/MACA y Román de la Calle) de un volumen monográfico, de estudio e investigación, para la Institución Alfons el Magnànim, que se mueve también -deformaciones de la profesión/raíces de la tierra- en torno a un tema (el arte contemporáneo valenciano) que, muy concretamente, nos ha interesado, intensamente, a ambos: La correspondencia entre Eusebio Sempere y Alfons Roig (1953-1983).

-¿Cómo ayuda la educación a 'erradicar' este virus del pánico que corre en paralelo? Y como la pólvora.

RC: La cascada de informaciones oficiales, periódicas, recibidas, no sin rectificaciones, por los reajustes de las gestiones emprendidas, y plurales en sus referencias, en torno a los efectos devastadores circundantes del coronavirus, ha motivado justificadas tensiones, en el propio contexto ciudadano. Obligado es traer a colación, asimismo, el abuso de informaciones oficiosas, paralelas, deformantes, a las que se ha visto sometida la población, en las redes, o el bombardeo de los medios de comunicación, además de las fake news, campando por sus respetos y a sus anchas. También esta escenografía plural, mediática y abarcante, ha formado parte del día a día del confinamiento. Y nos ha exigido un paralelo activismo educativo, selector y regulativo, de cara al grado de necesaria seguridad, imprescindible para mantener el equilibrio personal, grupal y social, en medio de la experiencia excepcional sobrevenida. Hemos debido activar, pues, todos nuestros recursos de sobrevivencia, en los redescubiertos espacios de convivencia. Nunca habíamos experimentado el núcleo habitacional con la intensidad exigente de ahora. Seguro que la pedagogía aplicada a la arquitectura tiene ya mucho que decir, de cara al futuro constructivo. Es decir que las mil caras de la educación -entendida como aprendizaje, paideia extensiva o didáctica aplicada- han debido activarse, frente a la convivencia sometida a evaluación continua. Sobre todo cuando en la unidad de convivencia hay niños, con sus tareas escolares pendientes, con sus perspectivas lúdicas a pleno rendimiento. Aunque, de hecho, nunca como ahora ha quedado tan claro que cada familia es un mundo, en su intracontexto, en sus aspiraciones, exigencias y disponibilidades. Podremos, colectivamente, en nuestras consideraciones, incidir, quizás, en sus identidades, en sus semejanzas, pero también en sus diferencias y caracterizaciones. Esa es la clave de la educación como paideia (suma de saber ser y saber hacer / transmisión de valores y actualización de saberes técnicos) a la que no podemos dejar de apelar, incluso, en este tenso enclave de nuestra propia historia. Sin duda, se ha redescubierto, en esta situación, la oportunidad de la comunicación vecinal como un importante ingrediente relacional, posiblemente olvidado, recibido/relegado, en nuestro actual ritmo de vida, de la antigua convivencia histórica rural. Los aplausos sincronizados, las actividades compartidas externas directas o a través de los medios tecnológicos son parámetros, intermitentes, de sugerente impacto, en torno a los cuales, a menudo, se han catalizado importantes grados de creatividad personal, estimables grados de socialización estimativa, frente a la indiferencia o el desconocimiento precedentes. Otra faceta más, por tanto, de estas gavillas educativas, a las que venimos refiriéndonos y reconociendo su versatilidad.

-No sé si considera que el ser humano se ha olvidado de mantener intacta la salud mental... Con lo importante que resulta.

RS: Tampoco creo que deban agigantarse los efectos intrínsecos sobre la persona, por las consecuencias del confinavirus, a pesar de que marquen, de algún modo, su influencia. Hablar directamente de salud mental atosigada y/o del olvido de tales derivaciones sobre los sujetos, al proclamar el Estado de Alarma, quizás supone, simplemente, relegar la conveniencia de la elección del mal menor, por parte del legislador. Otra cosa pueden ser las dolencias previas y los estados de riesgo, que sin duda han debido minimizarse, por parte de los pertinentes contactos –mediáticos- con parientes, amigos o voluntarios. Además, todo el conjunto de interrelaciones ya indicadas, con el entorno vecinal, con los medios de comunicación, la cultura visual, la lectura, el cobijo del online y el conjunto de manifestaciones musicales colaborativas se han convertido, de facto, en la mejor estructura de intermediación y de sostenimiento para potenciar la distracción, la autoconsciencia y el conocimiento, la creatividad y la acción participativa, la memoria reforzada, los juegos de imaginación, sobre el fondo de la socialización copresencial y la responsabilidad aplicada al día a día, en el cuidado de los demás, en la proximidad doméstica.

"Nunca habíamos experimentado el núcleo habitacional con una intensidad tan exigente "


-Como ciudadano, profesor y filósofo, ¿contempla la situación presente con optimismo o quizás con pesimismo?

RC: Recuerdo un planteamiento que, a menudo, he mantenido ante mis alumnos de varias especialidades (filosofía, historia del arte, comunicación, estética o arquitectura) incluso desde los primeros años de profesor, allá por el mítico 68, pasando luego por tres universidades, como docente. A cada paso les referenciaba, constantemente, bibliografía (para saber más), cosa que recuerdan y me comentan aún, y que nunca he dejado de hacer. Y, en tal sentido, más de una vez, me ha venido a la mente -repitiéndola cuando consideraba pedagógicamente necesario hacerlo-, la metáfora del pozo y del agua extraída, pero aplicada efectivamente al quehacer diario, de mis lecturas, en relación paralela a la constancia del quehacer de mi escritura. "Dado que no paro de escribir, si no leyera maximizadamente, y no viviera con avidez de esponja, más y más, en el contexto crítico de mi especialidad (la estética y la teoría del arte), ¿cómo voy a mantener el nivel del agua potable disponible, en mi pozo personal?". Ese es el problema, pero también la palanca y el problema equilibrante, frente al que cada profesional, en su respectivo dominio, se encuentra. Sigo escribiendo bastante y continúo necesitando llenar/reponer el agua de mi pozo compartido, para que se mantenga viable el funcionamiento colaborativo, en relación con los demás. Pero, en relación a la compleja y difícil coyuntura que vivimos, como en varios extremos ya he apuntado, soy más posibilista que simplemente optimista/pesimista. Debe intentarse lo posible, lo que permite la situación, a la vez que se aspira, por necesidad, eso sí, hacia la creciente optimización de los resultados. Me explico. Es cierto que el coronavirus ha puesto sobre la mesa, en un momento álgido y comprometido, ya de por sí, un amplio racimo de cuestiones, que afectan a nuestra existencia humana y a nuestra convivencia democrática. Debemos mover ficha, pero mirando al entorno, en su diversidad de alcances e influencias. Por definición, jugamos siempre en un entramado de muñecas rusas, que deviene sistema. El sujeto en sociedad/la sociedad en marcos nacionales y supranacionales. Tal realidad sociocultural-económicopolítica e ideológica se asienta, a su vez, en la naturaleza, con todas las mediaciones pertinentes, industriales/tecnológicas/comerciales y de dominación.

-Es sabido que Emilió Lledó, por su parte, 'tira' de la platoniana alegoría de la Caverna y apela a que "ojalá" el virus nos haga salir de ella, "de la oscuridad y de las sombras". Él dice que dialoga con Homero. Román, ¿con quién conversaría?

RC: En y frente al confinavirus, diré que justamente en esas estructuras y escenografías descritas, con la metáfora de las muñecas rusas (sujeto/sociedad, hombre/naturaleza) anida el histórico drama tensional, que sigue animando la complejidad de la vida. Seamos, pues, posibilistas, paso a paso, y vayamos hacia adelante, a sabiendas de que, en nuestra trayectoria colectiva, a la que no podemos dejar de apelar (la humanidad es historia encarnada), recordaremos que en el histórico dintel de la puerta, tantos siglos, generacionalmente, atravesada, sigue escrito aquel dictum realista/pesimista, aviso de caminantes (constatativo, que no imperativo, quede claro) del Homo, homini lupus. Un motto que apuntó -fino observador y detector de la compleja diacronía humana- el comediógrafo latino T. M. Plauto (254-184 a C.). A cuya dura referencia se opondría Séneca (4 a C.- 65 d. C), replicando, dos siglos largos después, otro dictum, con el meditado peso ético que le caracterizaba: Homo, sacra res homini. Una vez más, los dos extremos de un continuum marcan las posibilidades de reubicación histórica de las conductas y de las concepciones ejercitadas, en el plano de la realidad vital, respecto al constatable comportamiento humano en relación a los individuos de la especie. El posterior y definitivo recurso/rescate del citado motto clásico -Thomas Hobbes (1588-1679)- logrará, históricamente, abrirse destacado camino en la filosofía política moderna. Los meandros del comportamiento humano, respecto a sus congéneres, seguían haciendo reflexionar comprometidamente. Pero, a pesar de todo ello, hasta aquí hemos llegado, entrecruzando sueños, decepciones, brazos, masacres, ideales, esfuerzos y programas de acción-reacción. Lo que ocurre es que el coronavirus, con su potente espejo, ha logrado reflejar y agigantar la p de Palanca, que ha venido moviendo/sustentando hasta hoy, históricamente, el sistema, a la vez que también ha superpuesto, en un nuevo espectáculo colectivo, la del ingente "problema" planteado globalmente. De hecho, al contemplar, preocupados, reflexivos, conmocionados y nerviosos la escena, nos apercibimos de que el otro gran dintel lateral, que delimita la escena de la historia, también ostenta su propio dictum, complementario, y tan terrible como el primero: Homo, naturae lupus. En realidad, lo sabíamos, en silencio cómplice, interesado y corresponsable, pero quizás no lo habíamos externalizado, en vergonzante globalidad, con tanta parafernalia mediática y personalmente experimentada, como -en este concreto período pandémico- el confinavirus, en forma paradójica, pero sumamente eficaz, nos ha permitido/facilitado llevar comparativamente a cabo, de manera testimonial, al ofrecernos (bofetada sin manos) las aguas transparentes de Venecia, por ejemplo, y los cielos sorprendentemente azules, de cualquier rincón de las macrociudades y/o de los núcleos productivos. Sin palabras, pero con hechos. Me replanteo, por tanto, la pregunta que viene pasando, como de mano en mano: ¿Pesimismo u optimismo? Me gustaría seguir siendo, personalmente, posibilista.

-Si el conocimiento brota de la experiencia más empírica... Ahora, estamos limitados en este sentido.

RC: El conocimiento, efectivamente, mantiene parte de sus bases en la experiencia, pero también en la historia y en la capacidad de desvelar y calcular los condicionamientos del contexto. En primer lugar, comencemos por la posibilidad más temible: las cosas, tras el duro paréntesis del COVID-19, pueden lamentablemente seguir una deriva crecientemente autoritaria y reguladora, a nivel global, con los matices que se desee planificar explicativamente; que la historia activa, como tejido de fuerzas intervinientes, jugando ante nuestros ojos, tanto como a nuestras espaldas, aproveche y rentabilice las condiciones del continuum, ya comentado, entre seguridad y control, entre sobrevivencia y subsistencia. Se trataría, por tanto, de una nueva vuelta de tuerca, en ese sentido de cruzados intereses y posibilidades no renunciables, por parte de diferentes estamentos de poder internacional, para consolidar un programa-rampa, por el que sutilmente se pueda reubicar/empujar a la ciudadanía, hacia aquí y hacia allá, en aras a constituir un enjambre global, predeterminado. Casi el argumento semicomún a un puñado de novelas, en el que no quiero sumergirme más. 

"El confinavirus nos ha ofrecido las aguas transparentes de Venecia y los cielos azules de las macrociudades"

La segunda versión viable sería la de seguir tal cual, navegando entre dinteles, conocidos hasta la actualidad, permaneciendo, estrictamente, en el sistema de regulación mundial existente. Incluso, frente a la posición anteriormente formulada -más restrictiva, autoritaria, maximalista y controladora- hasta podría parecer aceptable y discreta. Maquillar, argüir reactualizaciones, para, en efecto, no cambiar nada. Tampoco faltan tramas literarias y cinematográficas al respecto. Viejas fórmulas, para nuevas ocasiones. Justificativamente, tras el envite restrictivo y mortal del COVI-19, con su dureza, miedo, duelos intensos, heroicidades generosas y ejemplares, quizás, como la otra carta del amenazante azar, no faltarán, posiblemente, apuestas del tipo que me quedo como estaba, referidas a la anterior situación, de la amarga travesía, por metafóricos desiertos y tsunamis. Incluso la crisis del 2008, que aún desgarraba nuestros recuerdos y esfuerzos de recuperación hace simplemente unos meses, podría parecer, ahora, según estrategias de re-estabilización, como una ligera pesadilla salvable, si se trata de volver a jugar nuestras apuestas individuales, compensatorias y sectoriales, disponibles en la memoria inmediata, no exentas de ciertas prerrogativas históricas. En consecuencia, el Homo naturae lupus y su versión clásica anterior, referida a los valores compartidos, estrictamente humanos, podrían quedar aparcados, sin excesivos remordimientos, ni críticas aclaratorias, entre las leyes del mercado y las reuniones del G-20. El tercer envite, cargado de posibles recursos transformadores, supone una directa implicación democrática, en su conjunto. Y para empezar, no puedo dejar de formular, quizás por deformación profesional conminatoria, un eslogan, de alcance, esta vez, imperativo y no ya simplemente proposicional o descriptivo. Se trata, ni más ni menos, del irrenunciable principio Nulla Política sine Ethica, en la base de la sociedad para los ciudadanos, que, desde el principio, venimos preanunciando, como meta de nuestras propuestas. Pero sabiendo, además, que entre recuperar y transformar (en un sentido o en otro) existe, en esta segunda opción, por la que apostamos, todo un mundo de sueños, expectativas, obligaciones y apuestas coaligados y a la espera común, en cuyo filo nos movemos, querámoslo o no, ya, incluso, en estas fechas premonitorias, cuando hablamos -confinados- de que las cosas no pueden seguir igual y/o cuando afirmamos que el coronavirus ha abierto la puerta a los imperativos socioecológicos del cambio. Efectivamente, quisiera, para cerrar la entrevista, quizás excesivamente prolija, en las respuestas, llevado por mis entusiasmos históricos y reflexivos, hacer un guiño directo al viejo Séneca, cuando comprometido e implicado (en sus Epístolas Morales a Lucilio, XCV, 33) jugaba sus cartas (nunca mejor dicho), de forma decidida, a favor del sustrato común humano. El concreto y definitivo guiño consiste sencillamente en aplicar su propuesta, del ámbito de la especie humana, en la que se mueven sus reflexiones, al de la tristemente relegada naturaleza actual. Con lo que apostaríamos por involucrar al hombre estrechamente con la naturaleza, en un mismo y común adagio, reconocimiento y destino: Natura, sacra res homini. Apostemos, pues, por el reto compartido.

  • Día 40 del Estado de Alerta y de confinamiento, por la pandemia 2019-20. Román de la Calle.

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Es autor de una extensa obra sobre filosofía, ética, estética y política con más de una treintena de libros, como 'Filosofia d'estar per casa', 'Pensadors catalans' y 'Teoria de la sensibilitat nacionalista', entre otros

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