VALÈNCIA. Los centros culturales valencianos se están volcando con un Año Sorolla que está salpicando toda la programación artística de la Comunitat en un esfuerzo por divulgar la obra y figura de uno de los autores más internacionales que ha dado la ciudad, cuyas pinturas han construido de manera inconsciente -o consciente- una parte importante de lo que conocemos como ‘marca València’. Pero su historia, claro, está llena de matices, una trayectoria que no se explica únicamente con esas icónicas imágenes de niños en la playa que lo han llevado a dar la vuelta al mundo –aunque también-, un camino que desde los museos valencianos están reconstruyendo a golpe de exposición. Aunque todavía quedan varias acciones por conocer y desplegar, ya se puede hacer una primera ruta que permite completar el mapa de un Sorolla que tiene mucho que contar, un Sorolla en uno, dos y hasta tres actos.
“Sorolla antes de ser Sorolla”. De esta manera se presenta la exposición Orígenes, que acoge desde la pasada semana el Museu de Belles Arts de València (Mubav). La muestra, producida junto al Museo Sorolla, ofrece una mirada única –y un tanto inusual- a la producción del valenciano antes de hacerse con la beca de la Diputació de València y viajar a Roma, un centenar de piezas creadas desde los quince hasta los veinte años que muestran a un Sorolla todavía sin afectar por las vanguardias internacionales pero con una calidad más que notable. Todavía no era Sorolla, pero se intuía. La exposición, comisariada por Luis Alberto Pérez Velarde, hace una fotografía pictórica que sirve de espejo de su vida personal, desde aquellas primeras clases que compaginaba con su trabajo en el taller de su tío, su paso por la Academia San Carlos y, también, sus primeros sinsabores, como el caso de la Exposición Nacional de Bellas Artes celebrada en Madrid en 1881, para la que presentó unas marinas que pasaron “sin pena ni gloria”.
“A partir de 1884 Sorolla se convierte en un pintor internacional, alimentado por una serie de influencias [pero] ya aquí es un superdotado. Con dieciséis años pinta un bodegón con una maestría indiscutible. Desde una fase temprana demuestra que es un genio en potencia”, explicó el director del Museo de Bellas Artes de València, Pablo González Tornel, durante la inauguración. Así, la muestra viaja desde ese oscuro bodegón que pintó en 1878 hasta sus éxitos en certámenes como la Exposición Regional de 1883 o, también, sus obsesiones, como la que tenía con Velázquez, de cuyas obras realizó copias durante su visita al Museo Nacional del Prado. La exposición cierra paréntesis con El Crit del Palleter, una imponente pieza que muestra la arenga de Vicent Doménech, el palleter, contra la pretensión de Napoleón de instalar a su hermano en el trono español. Con esta pieza consiguió la beca concedida por la Diputación de València, una pensión que cambió su vida.
El Crit del Palleter cambió por completo la trayectoria de Sorolla, una pieza que le hizo ganar la beca en un largo proceso de selección que le llevó a competir en la ‘final’ de esta suerte de Operación Triunfo del arte con Constantino Gómez. Finalmente Sorolla se llevó el gato al agua y consiguió su ‘billete dorado’ a Italia, lo que le pondría en contacto con una escena –también en París, donde permaneció varios meses- indispensable para construir su universo visual. Este proceso es el que se refleja en la exposición Sorolla a Roma. L’artista i la pensió de la Diputació de València (1884-1889), que acoge la sede de la corporación provincial, ubicada en la plaza de Manises.
La exposición presenta las piezas que Sorolla debía entregar a la Diputación durante sus años de estancia como compensación a la beca, obras como Desnudo femenino, que “levantó muchas ampollas” entre la comisión, que consideró que pintar a una mujer desnuda “no era ni ético ni moral”; o Niño de la bola, en las que muestra su dominio del detalle. Si bien la exposición no cuenta con El Crit del Palleter, que muestra el Mubav, sí cuenta con otra joya de la etapa más joven de Sorolla, Fray Juan Gilabert Jofré amparando a un loco perseguido por los muchachos, que pintó en la ciudad de Asís, donde se alojó mientras se recuperaba de la malaria. El relato se cuenta en los cuadros y, también, fuera de ellos, pues es conocido la impuntualidad del joven Sorolla a la hora de entrega de piezas, unos incumplimientos en pleno ‘Erasmus’ que le enfrentaron a la Diputación y que obligó a su futuro suegro a intermediar para calmar las aguas.
Fue el Museo de Bellas Artes Gravina (Mubag), dependiente de la Diputación de Alicante, el encargado de dar el pistoletazo de salida al Año Sorolla el pasado mes de enero, con una gran exposición que reúne más de un centenar de piezas, de entre las que una veintena corresponden al pintor. Bajo el título Sorolla y la pintura valenciana de su tiempo: diálogos y contrastes, la exposición, la muestra sitúa a Sorolla en el panorama artístico del territorio recuperando los antecedentes de otros artistas que dejaron huella en su obra y relacionándolo con otros coetáneos. La exposición, que incluye piezas como Fiesta valenciana, también mira a la alargada sombra del genio valenciano , a partir de sus discípulos director, como Manuel Benedito o José Mongrell, o aquellos pintores que dan cuenta de su impacto, como José Navarro.