A partir de noviembre de 1975 se produjo un nuevo éxodo social previo y durante un conflicto armado. Miles de personas dejaron la tierra donde habían nacido y, con unos pocos enseres, emprendieron un nuevo camino del que no sabían cuándo podrían regresar. Ese día aún no ha llegado porque Marruecos lo impide, poniendo todas las trabas posibles para evitar que el proceso descolonizador del Sáhara Occidental se culmine con el referéndum de autodeterminación del pueblo saharaui organizado por Naciones Unidas. Y mientras esto sigue así Marruecos lo invadió con su ejército y, de momento, no hay nadie que lo mueva de ese territorio que no es suyo.
¿Se acuerdan de la Marcha Verde de Hassan II como medida de presión para forzar la salida de España del Sáhara Occidental en pleno proceso descolonizador del pueblo saharaui? Después de negociaciones de todo tipo y con países diferentes, finalmente España se marchó de forma precipitada. Largo es de contar cuáles fueron las causas para hacerlo tan mal, pero no se apuren que se lo contaré en otro artículo.
Ahora es el momento para que haga la siguiente pregunta: ¿cree que el pueblo español está en deuda con el pueblo saharaui?, y si lo estamos ¿qué hacemos para resolverlo? Después del franquismo, los Gobiernos democráticos de España, sean de izquierdas o de derechas, mantienen el criterio que se celebre el referéndum de autodeterminación en el Sáhara Occidental que quedó pendiente en 1975, y así sigue. España sigue siendo potencia administradora del Sáhara Occidental según el derecho Internacional. La ONU no reconoció el Acuerdo de Madrid (14 de noviembre de 1975) porque España no podía transferir la soberanía del Sáhara Occidental a Marruecos y a Mauritania - aunque fuera para evitar una supuesta guerra - por lo que no se alteró el estatus del territorio que estaba pendiente de descolonizar. Por lo tanto, España no puede desentenderse como hizo hace ahora casi cuarenta y seis años. Mientras ocurre ese proceso, mientras los líderes mundiales buscan una solución, hay iniciativas humanitarias y solidarias con el pueblo saharaui. Quizá alguien pueda considerar que es poco, pero multitud de niños saharauis (y no tan niños) seguro que no opinan lo mismo. Muchos alicantinos han comprometido su tiempo y su empeño en paliar - en lo que pueden - las necesidades que los saharauis tienen en los campos de refugiados.
Se refugiaron en Tinduf, en Argelia, cerca de la frontera con el Sáhara Occidental, para tener cerca su tierra y la de sus antepasados, buscando un lugar más seguro donde vivir. Y allí están, viendo cómo pasan los años sin que se resuelva su porvenir y sin que las instituciones internacionales arreglen este conflicto.
Permitan que destaque aquí el compromiso social y solidario con los saharauis de quienes con su implicación nos recuerdan que el Sáhara Occidental sigue siendo una asignatura pendiente para los españoles. Me he buscado unas aliadas para que nos cuenten su experiencia. “Con una mochila y mi inseparable saco de dormir …”, así me empieza a contar Asunción Sánchez Zaplana (Suny para los amigos) su visita a los campos de refugiados saharauis en Tinduf (año 2000). “… la primera sorpresa fue su aeropuerto, pequeño y sin servicios. El desplazamiento a las wilayas fue la siguiente aventura. Era Semana Santa y la mayoría de los que llegaban en los vuelos chárter eran familias de acogida de niños saharauis. Al llegar los trasladaron a sus destinos en viejos autobuses destartalados. Nosotros hicimos el trayecto en la parte trasera de un todo terreno con nuestro equipaje y la ayuda humanitaria, todo junto. No sé cuántas horas tardamos en llegar a Dajla…”, a 200 kms tierra adentro en el desierto.
Por su parte, Gloria Carratalá Vara me cuenta que fue a Tinduf con su padre, el fotógrafo Jose Manuel Carratalá (también en Semana Santa). Tenía 15 años (ahora tiene 33). Le sorprendió “ver a tantos alicantinos que iban a visitar a sus familias. Sí, a sus familias. Me contaban cómo cada verano acogían a niños saharauis. Todos me manifestaban anécdotas de cosas tribales para nosotros, pero que no lo eran para esos niños. Como la primera vez que descubrían que el agua sale de una tubería. Para ellos era magia abrir el grifo”. Los saharauis viven en jaimas (como grandes tiendas de campaña) o casas de adobe y los niños pasan el día en la calle. Gloria conoció la historia de una niña sorda. Cuando fue a que la viera un médico en la península, descubrieron que no era cierto, que lo que le pasaba era que “tenía tanta arena en sus oídos que le impedía escuchar el mundo”. Imaginen la cara de felicidad de esa niña con ese cambio tan brutal en su vida. Las familias de acogida le contaban emocionadas que sus “hijos” saharauis “lloraban al volver a los campos de refugiados después del verano porque querían quedarse en España”.
Suny se instaló en una jaima junto con familias de acogida. Al día siguiente supieron que había nacido un bebé en la jaima que estaba junto a la suya. Pronto se dieron cuenta que sus comodidades caseras no existen en ese lugar. No había agua corriente, ni aseos, ni cocina, aunque “la calidad de un pueblo tan acogedor suplía todas las necesidades”, acompañado de ese entorno que para los peninsulares era especial, pero para los saharauis es lo cotidiano: la “belleza del desierto, sus atardeceres, su horizonte infinito, el color del cielo y las interminables dunas de arena”.
“Y nada más llegar, el té”. Esta fue la bienvenida que recibió Gloria. “Una ceremonia donde se bebían tres tés preparados cuidadosamente. Todos tenían su propósito, un dulce distinto. El primero, amargo como la vida. El segundo, dulce como el amor. El tercero, suave como la muerte”. Nunca he vuelto a tomar un té igual – sigue diciendo Gloria – Y lo busqué en Egipto, en Marruecos, en Túnez …..”. La familia con quien estuvo Gloria (en la foto de portada) tenía un lujo que pocos disfrutaban allí: un aseo en una caseta junto a su casa con un agujero en el suelo a modo de inodoro, y al lado la ducha. “Esta era un cubo de agua”. Recuerda que aprendió a ducharse entera, incluido el lavado del cabello, con una botella de agua de 1,5 litros. “Se me encogía el corazón usar esa agua en medio del desierto para aseo personal propio, cuando el agua la traían con un camión cisterna cada mes”. Pero la higiene también es importante. Gloria alaba el recibimiento de “su” familia allí y dice que “nos acogió como si tuviéramos la misma sangre. Aunque a mí no me conocían, me trataron como a una hija. Nuestra familia saharaui se componía de madre, padre, abuela, un bebé, un niño pequeño, una hija mediana y otra mayor (que no estaba allí). Y por supuesto una cabra. El niño pequeño siempre estaba con la cabra, era su juguete favorito, la montaba como si fuera un caballo”. ¿Imaginan?, se lo pasaba en grande mientras la cabra aguantaba lo que no está escrito, qué remedio. En realidad, su leche era su mayor sustento y tenían que mimarla. Tarea difícil buscar el equilibrio con un niño inquieto, travieso y sin tener mucho con lo que distraerse.
Acompañaron a una comisión médica para visitar los hospitales, “por llamarlos así” – dice Suny – “con todas sus carencias y sus necesidades materiales, incluso de personal especializado”. Las tardes las dedicaban a visitar familias y preguntar qué cosas necesitaban. Eran tantas … Entre té y té, las conversaciones se alargaban. Le llamó la atención “las sonrisas sin fin de los niños, la escasez de alimentos, la mirada triste de las mujeres, pero siempre el orgullo de un pueblo que soñaba con su regreso a su tierra en el Sáhara Occidental”. Le gustó que los nombres de las wilayas fueran las mismas que la organización territorial original del Sáhara Occidental: Rabunni como capital administrativa de los campos de refugiados, Smara, El Aaiun, Auserd, Dajla, Bojador. “Sin duda, para no olvidar su tierra”.
Según el Comité Español de ACNUR (Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados), los saharauis de Tinduf tienen las necesidades básicas cubiertas por los organismos internacionales. Otro tema son las necesidades médicas, tan escasas de medios materiales y humanos. Así me lo comenta la enfermera Belén Esteban Martínez que visitó esos campos de refugiados durante 12 años entre octubre y marzo (la primera vez en 1998). Alicantina de adopción, Belén forma parte de la Asociación de ayuda al pueblo saharaui desierto de Hamaca con sede en Villena. En sus visitas a Tinduf organizaron allí diversas iniciativas relacionadas con la medicina como la realización de un plan geriátrico, una unidad de quedamos (por los hornillos de té), unidades de urgencias, unidad de odontología, campañas de detención precoz del cáncer de mama, unidad móvil de reconocimiento y urgencias, así como cursos de formación de técnicos en cuidados generales, en primeros auxilios, de geriatría, de hipertensión… A su vez, Belén me cuenta que el Director del Hospital General de Alicante – Miguel Ángel Fernández – hizo un importante envío de material hospitalario a Tinduf y propició allí el voluntariado de enfermeros de ese hospital durante un mes cada uno para ayudar en lo que fuera menester.
“Los niños les acompañaba a todas partes – dice Gloria -. Siempre estaban detrás de ti, fueras donde fueras. Al supermercado (una tiendecita donde había de casi todo) o al Campo. Te seguían cantidad de niños. Parecía todo de película”. También destacaban las mujeres y su forma de vestir. “Llevaban unas telas preciosas que les cubría todo el cuerpo y el cabello. Las mujeres representan al pueblo saharaui – dice Gloria - en Organizaciones Internacionales. Las mujeres se encargan de los hijos y de la sociedad saharaui y los hombres van al frente a luchar por la independencia”.
Para Suny aquél fue un viaje diferente, no sólo porque se solidarizaba con el pueblo saharaui y porque le despertó esa sensación de querer ayudar a esas gentes sencillas y hospitalarias, sino porque “fue un viaje emocionante, difícil en algunos momentos, también inolvidable. Y el primero de muchos, para mí, para mis amigos, para todos los que quisieron compartir la ayuda humanitaria con el pueblo saharaui. Sentí la necesidad al regresar – sigue diciendo Suny – de contar lo que había vivido y de implicarme en todo lo que mejorara su calidad de vida”. Fue familia de acogida para dos hermanos – Nabet y Ablelahi – y de una niña de nombre Kaltum. Se comprometió con la Asociación Dar al Karama y la casa de niños enfermos que tienen en Alicante. “Sin duda, ese primer viaje a los campamentos – añade Suny – cambió mi vida y me hizo descubrir y querer a un pueblo entrañable y acogedor”. Asunción Sánchez Zaplana fue concejal del Ayuntamiento de Alicante y Consellera de la Generalitat Valenciana por el PP en la responsabilidad de Bienestar Social y Cooperación Internacional durante varios años. Por su gran tarea solidaria fue galardonada con el Premio Compromiso Social 2016 otorgado por Rotary Club Alicante Costa Blanca.
Llegó el día de la despedida, siempre amarga. “Lloré al despedirme de nuestra familia saharaui, como el niño pequeño que lloraba y corría al lado del camión cuando nos íbamos”, emocionadas palabras de Gloria antes de regresar a España. Afirma que con el pueblo saharaui “tenemos un vínculo especial que hace que cuando nos conocemos, seamos familia”. En la península miró hacia atrás con su memoria y supo apreciar mucho más lo que tenía. Estaba agradecida con su entorno. “Y agradecida por tener agua y orgullosa de ser alicantina”, desde la óptica de una adolescente que vio y vivió un mundo tan diferente.