VALENCIA. Este mes de julio Messi se tiñó de rubio. La prensa deportiva andaba enloquecida preguntándose por qué ese color. Unos aseguraban que era una apuesta, otros que era una imitación del colombiano del Real Madrid James o de Maradona, mientras que las redes lo comparaban con Beckham, Daenerys Targaryen, Son Goku, o la protagonista de Una rubia muy legal. Pero si los aficionados o la prensa española hubieran encendido la Televisión Pública Argentina, lo habrían entendido a la primera. Messi se fundía en el imaginario del país con la nueva leyenda de la ficción televisiva argentina: el personaje de Diosito (Nicolás Furtado), diminutivo de D10S, que es como llaman al jugador del Barça, además de Pulga. El personaje de Diosito salió travieso y con mala baba, porque pese al apodo, homenaje claro al jugador, lleva normalmente camisetas del Real Madrid. Y eso tiene que escocer mucho.
“Messi no puede ser D10s y quiere ser Diosito de #ElMarginal”, escribía un aficionado en la red del pajarito este verano tras su cambio de look y su reciente caída en desgracia al haber fallado un penalti en la final de la Copa América. “Messi se hizo el peinado de Diosito. Después del partido se tira a ver El Marginal con los pibes del penal”, apuntaba otro espectador la semana pasada. Esa noche Argentina jugaba contra Uruguay, y la televisión pública emitía el encuentro justo antes del penúltimo episodio de El Marginal. Las comparaciones se disparaban de nuevo.
La ficción, que comenzó a emitirse en junio aunque con un parón debido a los Juegos Olímpicos, finalizó este jueves entre halagos de crítica y público. Desde sus primeros episodios, más de un fan reclama para la obra el Premio Martín Fierro a mejor serie, además de otras estatuillas para miembros del casting. Como el uruguayo Nicolás Furtado en el papel de Diosito, o el protagonista Juan Minujín. O para Claudio Rissi, en su papel de líder mafioso.
Un trío de actores bárbaros que, al igual que el resto de secundarios, como Gerardo Romero, Daniel Pacheco, Abel Ayala o el enano Brian Buley, ofrecen a la obra, pese a la humildad del producto, una enorme calidad en cuanto a construcción de personajes y, por tanto, en cuanto a credibilidad, en una serie que mezcla el hiperrealismo carcelario con algunos destellos de surrealismo y hasta de comedia. Podrán ver, por ejemplo a un personaje como Pedro, un enano que se mueve en triciclo por el patio. O serán testigos de una pelea a puñetazo limpio entre dos viejos cascarrabias, demasiado acostumbrados a mandar: el director de la cárcel y el líder de la mafia Mario Borges. El diario argentino La Nación lo denominaba “realismo grotesco”.
Los Martín Fierro son los premios más prestigiosos de radio y televisión en Argentina. En cuanto a premios, El Marginal ya tiene cierto bagaje. Ganó en París el Gran Premio del Jurado del festival Series Manía. Jurado que estaba presidido, nada más y nada menos, que por el creador de Los Soprano, David Chase.
Su tercer gran logro es haber seducido al gigante Netflix, que compró los derechos para su distribución mundial, siendo la primera serie argentina en conseguirlo. Hay otro título, Estocolmo, identidad perdida, que llegará en noviembre a la plataforma online. Sin embargo el hito es distinto, porque Estocolmo es una producción de la propia Netflix, y El Marginal es de la televisión pública. Netflix aquí es únicamente su videoclub de cara al mundo. El próximo mes de octubre El Marginal llegará a España, América Latina, Estados Unidos, Gran Bretaña y Portugal.
Una cárcel con distintos estamentos sociales
Diosito Borges es el hermano de Mario Borges (Claudio Rissi), los mafiosos convictos que controlan la cárcel de San Onofre. Los Borges se mueven por el penal prácticamente como si fuera suyo. No hay celador, director penitenciario, incluso juez, que se les resista. El dinero lo compra todo. Con este panorama entra en escena el ex policía con problemas Miguel Palacios (Juan Minujín), que acepta un trato porque está cumpliendo condena en otra cárcel. Debe introducirse en la penitenciaría de San Onofre como el falso delincuente llamado Pastor, ganarse la confianza de los Borges, y tratar de resolver el caso del secuestro de la hija de un juez. Éste le promete la libertad si lo consigue.
Palacios, ahora Pastor, aterriza en la ‘Sub 21’, el patio convertido en un poblado de chabolas, como uno más. La ‘Sub 21’ es el lugar donde se encuentran los delincuentes más pobres, los que no pertenecen a ningún clan ni poseen ningún privilegio. El escalafón más bajo. Porque hasta en la cárcel hay clases sociales.
Una televisión pública que arriesga
El Marginal nació en realidad como serie diaria, compuesta por 30 capítulos de 30 minutos. Cuando sus responsables vieron el resultado, se dieron cuenta del potencial, y sin ningún pudor la remontaron para dejarla en un prime time de 13 episodios y 50 minutos cada uno. Narrativamente se nota, de manera que en un episodio ocurren un montón de historias, en otros menos, y hay que estar preparado para encontrarse giros en cualquier lugar.
No obstante la serie engancha, los personajes brillan, y la dirección sorprende si tenemos en cuenta su humilde presupuesto (el de una serie diaria, no de prime time). El escenario desvencijado, una cárcel auténtica en desuso, la de Caseros, inaugurada por Videla, fue famosa por sus violentos motines y los casos de corrupción penitenciaria. El lugar respira marginalidad, violencia, abandono. Como sus habitantes.
Si recordamos que se trata de una televisión pública, la sordidez llama todavía más la atención. Si lo extrapolamos aquí, sería impensable imaginar que nuestra actual televisión pública tratase este contenido con un lenguaje crudo, malhablado, donde el consumo de drogas forma parte de sus vidas, o el uso de la violencia, las violaciones, el hacinamiento y, por último, la corrupción del Estado. No es solo un celador corrupto. Es el director de la cárcel corrupto, es un juez corrupto… Es una sociedad podrida de arriba a abajo.
“Qué país generoso. Y pensar que antes a la gente como ustedes las matábamos de joven. Control poblacional. Entraban tres. Matábamos tres”, confiesa un celador a los presos. La Televisión Pública Argentina hablando de terrorismo de Estado en tiempos de dictaduras. Imposible no quedarse en shock.
“Si ves la opresión del pobre y la negación de justicia no te sorprendas. El que ama el dinero no se saciará de dinero”, recita el protagonista. El toque social tampoco resulta extraño a quienes conocen la trayectoria de sus creadores. Adrián Caetano, uno de los nombres del Nuevo Cine Argentino; y Sebastián Ortega, fundador de la productora Underground Producciones. Ambos fueron los autores en 2002 de otra serie carcelaria que fue un éxito de audiencias: Tumberos, el viaje iniciático de un inocente encarcelado injustamente. Un arco de personaje que recuerda al del protagonista de The night of, la última joya de HBO. La dirección corre a cargo de Luis Ortega, creador y director de Historia de un clan.
Bonus Track: B.S.O. de Sara Hebe
Marginalidad, crítica social y hip-hop en la sintonía de la serie, y perdonen la redundancia. Escuchen el tema de la artista de rap argentina Sara Hebe. La perfecta guinda del pastel para una serie que merece todo lo que le ha pasado.