Cuando hablamos de empresa o empresarios tendemos a compararnos con otros países para quejarnos de “lo español”. Creo que todos, en mayor o menor medida, hemos participado en conversaciones donde criticamos a nuestro país aludiendo a las bondades de otros territorios, especialmente de los EEUU. ¿Sabemos realmente de qué hablamos? ¿estamos completamente seguros de que preferiríamos estar en USA o Finlandia para desarrollar nuestras empresas? ¿estamos realmente tan mal? Honestamente creo que no somos conscientes de lo que tenemos.
Es seguro que debemos mejorar muchas cosas. Por ejemplo, no hay duda de que tener un mercado parcelado con normativas diferentes según la Comunidad Autónoma donde estemos es muy gravoso y a veces imposible de administrar para una empresa con vocación nacional; tampoco puede negarse que los múltiples sistemas de licencias administrativas -fundamentalmente municipales- no favorecen precisamente una iniciativa emprendedora ágil y eficiente en todo el territorio nacional; o que la cuota de autónomos que se paga en España es de todo punto desorbitada. Así, todas estas cuestiones relativas a la unidad de mercado, a la eliminación de trabas para impulsar empresas y negocios o a la imposición de la actividad empresarial deberían revisarse con urgencia.
No obstante, y dicho lo anterior, opino que deberíamos tener una visión mucho más generosa y optimista sobre nuestro país y nuestras posibilidades. Y es que, desde mi punto de vista, basta viajar un poco y trabajar en otros territorios para darnos cuenta de que no cambiaríamos España por casi nada.
Vivimos en un entorno muy atractivo empresarialmente que se caracteriza, no solo por un clima y una gastronomía que apetece disfrutar, sino por contar con una potencia industrial que une tradición y conocimiento como nadie. Tenemos una Universidad Pública que, aunque sea mejorable, goza de una salud y nivel académico que ya quisieran muchas universidades con las que se nos compara, especialmente al precio por el que las disfrutamos. Igual comentario merece nuestro sistema de salud, único en el mundo y con unos recursos humanos y dotaciones estructurales que ya me gustaría ver en muchos otros lugares. En un viaje reciente a EEUU, un taxista inmigrante me comentaba que estaba feliz de vivir en allí porque en su país de origen, si una persona caía enferma en la calle todos pasaban por encima y nadie acudía en su auxilio. Me decía que, en USA -sin embargo- te llevaban al Hospital. Tras escuchar su argumento le comenté que, en efecto, eso era muy de apreciar, pero que, en España, además de llevarte al Hospital, te atendían sin pedirte la tarjeta de crédito al entrar.
Estas y otras muchas realidades deberían hacernos reflexionar sobre la suerte que tenemos de vivir aquí y de poder desarrollar nuestras empresas en España o desde España. Si tuviéramos una visión más optimista de la realidad, nos venderíamos mejor y trabajaríamos por mejorar nuestro entorno haciendo un país todavía más atractivo a la iniciativa empresarial. Desde ahí, podríamos focalizarnos más y mejor en ayudar a personas que todavía hoy están en régimen de exclusión social y soportando serias dificultades para cubrir sus necesidades más esenciales. La sociedad la construimos entre todos. Lo que no puede ser es que neguemos la calidad de nuestras infraestructuras, de nuestros maestros, de nuestros hospitales, porque eso -desde mi punto de vista- es un insulto a nuestra suerte y resulta chocante a quien nos escucha fuera de nuestras fronteras. No son pocas las veces que personas extranjeras me han trasladado su sorpresa al visitar España y apreciar nuestras bondades, lo que no cuadraba con la imagen tan negativa que tenían de nuestro país gracias a los comentarios de muchos “compatriotas” a los que les encanta dibujar una imagen negativa de España en el exterior, no sé muy bien con qué propósito o intención.
En fin y con todo, mejorar SI, renegar NO. Seamos conscientes de lo que tenemos, de nuestra suerte y de nuestras posibilidades. Así, seguro que nos vendemos mejor y quizá, alguien nos compre.