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ciudadana / OPINIÓN

Septiembre 

2/09/2018 - 

Suena el despertador pero hoy no le hago caso, me acuerdo de que estoy de vacaciones y aunque no suelo dormir mucho, me giro y sin levantarme me pongo a pensar que el calendario me indica que estoy en la última semana de agosto. Mes por excelencia del ocio, del descanso, del turismo, de los planes que hemos hecho y no hemos cumplido, de las tertulias veraniegas sin hora, de las conversaciones de madrugada sin preocuparnos del reloj.Tenía dos libros para leer que sólo he conseguido ojear, no me han enganchado o no he querido leerlos, ya leo mucho en invierno me digo a mí misma.Tengo que preparar una conferencia pero ni ganas de ponerme con el ordenador. Sin embargo si he cumplido mi compromiso con Alicante Plaza y he disfrutado participando en los magazines de A Punt, la nueva televisión autonómica. No todo ha sido holgazanería.

Me visto y la cremallera de la falda me recuerda los excesos, las cervezas fresquitas de la hora del aperitivo o los trozos que comí de la tarta de tres chocolates que les he hecho a mis hijos estas vacaciones. Debo reconocer que no me gusta cocinar pero en verano doy algún capricho a los míos que también se lo merecen. Parecía que el mes de agosto daría para mucho más pero nos ha engañado, como siempre hace, no cunde lo suficiente y parece que si no haces lo que tenías previsto te carcoma la conciencia.

Me consuela recordar que las vacaciones son un derecho reconocido en el Pacto Internacional de Derechos Económicos y Sociales aprobado por la ONU que reconoce la limitación de jornada y el descanso mediante vacaciones. En nuestro ordenamiento jurídico se regulan en el Estatuto de los Trabajadores y no son sustituibles por compensación económica, son por tanto necesarias para descansar. También son una necesidad física y mental para los que no reciben un salario remunerado pero que trabajan todos los días. Estoy pensando en las abuelas, las madres, que apoyan a la estructura familiar pese a no tener contrato laboral. El descanso vacacional es una necesidad fisica y mental. No hacer nada de vez en cuando es muy necesario, recargar pilas, resetear las ideas del ordenador, abandonarte al puro relax es una medicina necesaria para resistir el día a día del resto del año. A partir del uno de septiembre empieza el trajín, vuelven los madrugones, la vuelta al cole, las reuniones de trabajo, el cómputo de los plazos, el pago del IBI, la compra de material escolar. Gracias a la Xarxa Llibres ahora nos gastamos menos dinero en libros. No obstante hace mucho tiempo que la cuesta económica de septiembre superó a la de enero, es mucho más dura e intensa. Septiembre va a ser fuerte también para los políticos, Ximo Puig y Mónica Oltra tienen mucho que hablar para limar sus diferencias que han sido aireadas vía Twitter este verano. El nuevo Gobierno de Pedro Sánchez tiene que compensar ante la opinión pública algunas meteduras de pata que ya le están desgastando y alguien debería poner cordura y solución al conflicto catalán que cada día deriva a peor. Mi sentimiento por el problema catalán ha ido evolucionando desde una fuerte preocupación antes del 1 de octubre, hasta la pereza en su seguimiento, ya casi me ha agotado. En cualquier caso no sé si los responsables políticos tienen la solución pero si esperaban que Europa les ayudara se ha visto que una vez más la Unión Europea se lava las manos, son “asuntos internos”.

No sé si he disfrutado al máximo mis vacaciones pero sé que a partir de septiembre el ritmo acelerado de lo que llamamos cotidiano nos hará olvidar muy pronto todo aquello que hicimos en nuestros días de descanso.

Las vacaciones entrañan una tremenda paradoja; disfrutar del tiempo sin mirar el maldito reloj.

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