Leyendo efemérides de Alicante en Alicantepedia publicado por David Rubio, me encuentro con el protagonista de la crónica de hoy. Me llamó la atención, había leído algo de él, aunque no mucho, y era buena excusa saber más para contárselo a usted.
El título puede que no le diga nada. Por eso, permita que le dé una pista. No es el nombre de un revolucionario, ni de un aventurero, ni tampoco de un torero, – espero que por esto no pierda el interés -, pero sí fue persona con un amplio espíritu crítico y se le reconoció como un ilustrado.
Sin embargo, ¿cómo se va a acordar?, me dirá el más avispado, si Jacinto no era su verdadero nombre sino uno interpuesto, luego verá el motivo. Era conocido así en su tiempo. Ya con esto polemizó con propios y con extraños. Su decisión de cambiar de nombre se salva porque adoptó este en memoria de su madre. Ya sabe que madre no hay más que una y recordarla nunca está de más.
Leandro Segura Pérez nació en Alicante a mediados del siglo XVII, en concreto el 13 de marzo de 1668. Fue muy estudioso desde bien pequeño, todo le llamaba la atención y en todo había un porqué que tenía que investigar. En Alicante estudió Gramática, Retórica, Dialéctica y Poesía Latina. Nada menos. Mucha sabiduría que digerir.
Marchó con su familia a Valencia. Le llamó la vocación del sacerdocio por lo que a los 15 años tomó el hábito en el Real Convento de Santo Domingo. Es cuando adopta el nombre de Jacinto. Polifacético, destacó en varias disciplinas. Fue escritor, profesor, historiador y sacerdote.
En la capital alicantina dejó un buen recuerdo y tiene calle rotulada con su nombre, manifestó el cronista Vidal Tur en su libro Alicante, sus calles antiguas y modernas. Y dijo más. Mire. "Alicante a Fray Jacinto Segura le tuvo siempre en mucho aprecio porque se le puede calificar como el primer escritor popular de su tiempo (hoy diríamos que ejerció de periodista a través de la pluma y su ingenio). Así lo reconocieron hombres de valía en el campo de las letras que eran coetáneos suyos".
En ese convento citado siguió estudiando. Era una necesidad, nunca tenía bastante. Allí sacó la Cátedra de Artes. Aprendió a ser maestro, que no basta con querer serlo, y enseñó Filosofía y Teología en diversos municipios como los de Luchente, Llombay, Segorbe y Castellón. Se atrevía con todo, incluso con aquellos textos que eran víctima de la censura, aunque tuviera que sufrir críticas destempladas.
Después de varios años en el anonimato en el que se le pierde su pista, se sabe que en 1711 estaba en la universidad de Orihuela. En la ciudad del seminario y la sotana, tenía tiempo para escribir y lo hizo para elaborar varios tratados sobre patrimonio monumental. Monumentos los había en su entorno callejero para deleitarse. Palacios, conventos, iglesias, …
En 1721 vuelve a Valencia para seguir su actividad docente enseñando a jóvenes religiosos. Un año después Jacinto Segura fue nombrado Historiador del Reino de Valencia y se le conoció como arduo defensor de la protección del patrimonio.
Es en 1725 cuando escribe su primera obra completa dedicada al Papa Benedicto XIII. A esta le siguen otras obras de contenido eclesiástico. Era persona de documentarse bien antes de dejar por escrito su relato. Con esto escribió El Norte Crítico donde recopila, critica o alaba muchas obras históricas. Por este texto le criticaron tanto como le aplaudieron. Le daba igual. Era fruto de su empeño, era su opinión.
También resultó polémica su obra sobre el excomulgado Savorarola con Vindictas historias por la inocencia de Fray Jerónimo Savonarola. Posteriormente quiso reeditar sus obras más cuestionadas pero sus superiores dominicos se lo impidieron.
Sus últimos años de vida – falleció en su ciudad natal a los 83 años, en 1751 – se los pasó defendiéndose con tratados y memorándum propios. Era un inconformista y tampoco iba a dejarse doblegar por personas que decían que sabían más que él como el valenciano Agustín Sales. Y ahí lo vemos reclinado en su escritorio dejándose la salud y desahogándose con la palabra escrita. Fue polémico pero inofensivo.
Pascual Rosser Limiñana