ALICANTE. Los faros de Tabarca. Así es. Hubo más de uno, compartiendo espacio estando uno al lado del otro. Pero no podía haber dos y uno de ellos tuvo que rendirse ante la evidencia y dejar al otro todo su protagonismo. Ahora se lo cuento.
Durante las navegaciones de antaño muchos barcos chocaban con la isla de Tabarca porque al ser plana no la veían de noche. Imagine además en días de tormenta. No tenía que ser nada agradable chocar con tierra firma o contra un escollo o embarrancar porque en la oscuridad de la noche no se veía la isla.
El historiador Estrabón menciona a esta isla plana como peligrosa por la abundancia de escollos en sus proximidades que dificultaba navegar cerca de ella. Algunos barcos romanos no pudieron sortearlos, chocaron y se hundieron ante la sorpresa de más de un orgulloso capitán que se consideraba el mejor de los navegantes. La soberbia siempre es mal compañera de viaje.
Fue Vicente Tofiño, un alto cargo de la Armada, quien a las órdenes del rey Carlos III en 1784 redactó “Las Cartas Esféricas de las Costas españolas” bañadas por el mar Mediterráneo, un gran trabajo que fue admiración de marinos españoles, además de las academias de Ciencias de París, Londres, … Fue un referente en las artes de la navegación por estas costas. Su fama llegó a ser reconocida nombrándolo académico de mérito de la Real Academia de Historia, además de las de las Ciencias de París y Lisboa. En esas Cartas se menciona a la isla de Tabarca, a sus islotes, a sus peligrosos bajos.
Muchos marinos que recorrían estas costas se sentirían aliviados cuando se decidió instalar un faro en la isla de Tabarca que con su luz anunciara a los navegantes la distancia que de ella debían tener sus buques para evitar pasar cerca de la isla. Su inauguración fue el 1 de junio de 1854, según proyecto del ingeniero Agustín Elcoro. Este lo menciona así en la memoria del proyecto: “a dos millas y medio SE del cabo (de Santa Pola) está situada la isla Plana o de Nueva Tabarca, teatro de frecuentes naufragios y desgracias que ocasiona el no verla de noche, a causa de su poca elevación.
Para evitar que los buques choquen con dicha isla, debe construirse una torre destinada a faro, …”
El faro está edificado en medio de un edificio cuadrado extramuros del pueblo de Tabarca por donde emerge la torre con su haz luminoso por la noche con un alcance de 20 millas marinas. Estaba atendido por dos torreros, que es como se llamaba a los fareros. Este faro se constituyó como Escuela Técnica de Torreros el 10 de agosto de 1867.
Desde su inauguración en junio de 1854 hasta el 1 de diciembre de 1901 que naufragó la goleta inglesa Cureka, no había ocurrido ningún acontecimiento como este. En los años siguientes hubo otros naufragios como el que conté en este periódico del vapor transatlántico italiano Siena el 1 de enero de 1916. Algo había cambiado en los fondos marinos cercanos a la isla. Había que mejorar el sistema óptico del faro para darle más alcance y esto se inauguró el 13 de enero de 1918. Desde entonces no hubo más naufragios importantes hasta el choque del vapor español Scuti el 18 de noviembre de 1922.
Hay más curiosidades sobre este faro. El 13 de agosto de 1927 este se automatiza. Paulatinamente iba siendo innecesaria la presencia de los torreros hasta su definitiva desaparición en 1943. Con el deterioro del inmueble por el abandono de los torreros, se decidió sustituir el faro por otro, una torre cilíndrica pintada de blanco construido muy cerca del antiguo. Ocurrió en 1971. Vaya ocurrencia, puede pensar, si ya tenían uno. Finalmente, se demolió el nuevo en 1989 y toda su moderna maquinaria se instaló en el viejo. De jaimito.
Hoy el edificio cuadrado que rodea el faro es la sede de un laboratorio biológico que sirve para la Reserva Marina de Nueva Tabarca. Si quiere saber más de este faro y sus circunstancias Armando Parodi se lo cuenta con detalle en su libro “Crónicas de Nueva Tabarca”, imprescindible en su biblioteca, editado por la Universidad de Alicante.