vals para hormigas  / OPINIÓN

Rocío Carrasco: todos perdemos

7/04/2021 - 

Estoy siguiendo la docuserie sobre Rocío Carrasco que emite Telecinco. La culpa es de Andy Warhol. De hecho, el sentimiento que me despiertan ambos, Warhol y Telecinco, es el mismo. Detesto su trabajo, pero me resultan muy interesantes las puertas que van abriendo a lo largo de su trayectoria. Si celebras, como celebré, el Nobel de Literatura de Bob Dylan, loado sea su nombre, tienes que defender a ultranza que el arte popular ha alcanzado cimas estratosféricas y que ha dejado cadáveres exquisitos en su camino a la cumbre. En realidad, todo parte de Stanley Kubrick y su 2001. Una odisea del espacio. Pero voy a parar porque luego me dice David Martínez que dejo el suelo de las columnas perdido de negritas, como Juan Carlos de Manuel. Y, claro, con él no puedo competir.

No podemos eludir que el vertido visceral y terapéutico de la hija de Rocío Jurado ante las cámaras es un fenómeno de primera magnitud. Negar la evidencia, negar que los dos primeros episodios emitidos rozaron audiencias de las que paralizan un país, es quedarse solo en medio de la nada, sin una sola protección ante la tormenta o sin una sola disculpa para calzarse un buen desayuno en miles de kilómetros a la redonda. Es indiscutible que genera polémica, que alimenta los contenidos del canal a diario y sin frenos ni filtros, que solo ofrece una versión de los hechos. Y que deambula sobre el alambre en el siempre peligroso ejercicio de funambulismo de la presunción de inocencia. Pero también es irrebatible que está dando herramientas y argumentos para muchas de las cuestiones que demanda la sociedad. Las llamadas a los teléfonos de ayuda a mujeres que sufren malos tratos aumentan exponencialmente con la velocidad que caracteriza nuestra época. Es un espejo deforme o roto en el que muchas víctimas ven reflejada su imagen hecha añicos.

Ver el programa entero, con los debates intermedios que se producen entre episodios, es parecido al final de El hombre que mató a Liberty Valance, el western de John Ford. No gana nadie. Ni Rocío, ni Antonio David Flores. Ni la cadena ni la justicia ni la prensa, del corazón o no. Ni siquiera los tres poderes del Estado, puede que ni la Iglesia, ya que estamos. Nadie. Y eso es lo que me atrapa como una luz azul para mosquitos. Ante docenas de cámaras, vestida de fucsia, con un fondo blanco y un proyector a su lado, Rocío Carrasco y su batallón de documentos refleja, en realidad, el fracaso de una sociedad que ya ha superado la brecha digital y que se tiene que enfrentar a muchísimos cambios. Asistimos al espectáculo como las primeras vacas que vieron pasar el tren entre Barcelona y Mataró. Como he escrito demasiadas veces, estamos ya en el otro lado del futuro. Y ahora, debemos arremangarnos y acondicionar el escenario. Avanzar. En casa, en las escuelas, en los cuarteles, en las salas de justicia, en los despachos gubernamentales, en las oficinas, en las redes sociales o, ya puestos, en las redacciones de los medios de comunicación. En todas partes hay una sociedad diferente que exige nuevas perspectivas frente a los mismos asuntos de siempre, esos que somos incapaces de cambiar. El machismo, por supuesto, pero también la avaricia, el descalabro medioambiental, el racismo o las políticas migratorias. De eso, del peligro de quedarnos anclados en el pasado, también habla el programa estrella del momento. Las bofetadas hacia todos los estamentos habidos y por haber, nosotros incluidos, son de peso pesado. Porque seguimos igual. Con razones viejas para tiempos nuevos.

@Faroimpostor

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