Daba la impresión de que la reversión del departamento de salud de La Ribera se iba a adentrar más en la espesura de este 2018. Así lo indicaban los parches con los que Ribera Salud trató, en las últimas semanas, de taponar las fugas convertían su modelo en un Chernóbil con vistas a un koljós de naranjos. Desde la firma que lidera Alberto de Rosa, fueron convocando antiguos referentes de una izquierda que ya no existe, bien por acción, bien por omisión, para validar su negocio, que jamás habría nacido sin la derecha como partera. Para cuando llegó Ramón Tamames, uno pensaba que la agenda de su equipo de comunicación estaba en los albores de la campaña, teniendo en cuenta que les va el negocio en ello. Y que, progresivamente, reforzarían su apuesta por los respaldos a contraluz hasta llegar, si fuera necesario, a invocar a Olof Palme, Manuel Azaña y Ramón Mercader, este último con una carta de recomendación de Stalin bajo el brazo. Pero no. Resulta que la devolución del sistema sanitario al ámbito público comenzaba el pasado 1 de abril. Que también es casualidad.
Esta pasarela de rojos descoloridos fue quizá la que impulsó a Ximo Puig a celebrar la reversión con una aparición en las redes sociales de acento marcadamente electoral. Según el mensaje del President, la decisión se había tomado para evitar que en el ámbito de la Sanidad hubiera deficiencias de atención "por razones económicas", que es justo lo que no sucede, de momento, con la gestión mixta planteada por De Rosa. Lo de los motivos discriminatorios sonaba igual que decirle a la pareja que esta mañana no nos hemos duchado por Responsabilidad Social Corporativa o por solidaridad con el Amazonas. Es decir, un susurro ideológico al oído de quien no nos quiere ni oír. A Puig le dio un ataque de izquierdas para sentirse mejor. Es lo que tienen los fines de semana largos. Tanto Puig como De Rosa abrieron el portalón occidental de sus respectivas alacenas, para ver qué se encontraban. Ninguno de los dos convenció a nadie. Pero como hobby, quizá para una tarde en First Dates sí les dé.
No era eso, sin duda, lo que había que decir. Ni siquiera en Twitter, que es ese rincón del pasillo en el que se acumulan todas las pelusas. Más acertada estuvo la consellera Carmen Montón, quien parecía tener las ideas más claras. El quid de la reversión del modelo alzireño estaba en la desprivatización. Tan fácil. Arrancar de las manos de una empresa privada los historiales médicos de un buen porcentaje de población. Nada garantiza que la gestión pública sea mejor ni peor que la mixta o, directamente, la privada. Ni, por supuesto, al revés. Pero, al menos, un gobierno autonómico no puede cerrar un hospital por el simple motivo de que no da beneficios económicos. O pedir que se aumente la asignación por paciente año tras año, como si fuera la renovación de contrato de un futbolista de élite. O forzar la construcción de un centro donde no es necesario. O acogotar la asistencia en toda una comarca hasta provocar incluso un motín de alcaldes. O tomar decisiones funambulistas sin que nadie les pueda pedir responsabilidades. La Sanidad no puede seguir el ejemplo de las concesionarias de autopistas, por poner un ejemplo claro y reciente. La salud es lo que pide todo el mundo cuando acaba sin pedreas el Sorteo de Navidad. Por algo será.
@Faroimpostor