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el misteri d'elx / OPINIÓN

Retos de la Festa del siglo XXI

Profundizar en la formación de los cantores, sobre todo los niños, para abordar un repertorio culto, es uno de los grandes retos que se nos plantean

11/08/2019 - 

ELCHE. Ciertamente el Misteri ha cambiado mucho en quinientos años; sin embargo, ha sabido mantener siempre algo que ha permitido que cada generación lo haya reconocido, no como una reliquia del pasado, sino como un tesoro propio que había que conservar y transmitir a sus descendientes. Para conseguir el objetivo de mantener con vida el Misteri, las estructuras y estrategias que lo hacen posible han cambiado con cada coyuntura histórica, para que la Festa pueda seguir igual. 

En los inicios del Misteri, según el testamento de Isabel Caro, fechado en 1523, los encargados de cantar por aquel entonces eran «preveres e frares», algo que, entre otras cosas, liga al Misteri con los antiguos dramas litúrgicos. Como bien sabemos, acabarían sucumbiendo todos menos nuestra Festa. A lo largo del siglo XVI, la creación de la Capilla de música de Santa María supuso un cambio importante; la entrada de músicos profesionales —algunos clérigos y otros ya no— propició la introducción de los motetes polifónicos y, aunque hoy nos parezca extraño, instrumentos que acompañaban estos motetes.

En 1836, fruto de las leyes de desamortización impulsadas por el Estado, desaparece la capilla profesional de música. Fue un momento crítico —uno más— que estuvo a punto de acabar con la Festa. Este es el momento en el que el peso de cantar el Misteri es asumido por los ilicitanos, hecho que se mantiene hasta la actualidad. Desde entonces, durante casi doscientos años, el pueblo de Elche ha mantenido vivos unos cantos que, de haber continuado la capilla profesional, con el tiempo hubieran sido fagocitados por la historia. Como de costumbre, no ha sido un camino fácil, todo el siglo XIX es un siglo de crisis: la falta de recursos económicos y la desaparición de la capilla profesional hundieron a la Festa en una profunda decadencia. La historiografía data en la conocida «reforma de 1924» la salida oficial a la crisis decimonónica y podríamos decir que esta reforma alumbra el Misteri que, en líneas generales, hoy conocemos.

A mediados del siglo XIX, la labor del maestro de capilla, nombrado cada año únicamente para dirigir el Misteri, consistía en escoger de entre los cantores aficionados de la ciudad y los pocos profesionales a su alcance, a los necesarios para cantar el Misteri. A finales del siglo XIX y comienzos del XX, la mayoría de cantores provenía de las diferentes masas corales de la ciudad. Los ensayos no iban más allá de un par de meses, si llegaba.

Tras la Guerra Civil, se pone de manifiesto la necesidad de crear un coro estable para garantizar la mayor calidad posible y así se forma la Capella en 1940 y, en la década de los setenta, se funda la Escolanía, quedando constituida la estructura básica que hoy conocemos: Capilla y Escolanía del Misteri d’Elx —en los últimos años se ha creado el coro juvenil como paso intermedio—. Durante los años ochenta, bajo el magisterio del reverendo Antonio Berenguer, se institucionaliza el Concierto de Viernes de Dolores y, a partir de 1993, el maestro de capilla Manuel Ramos instauraría como tradición el concierto de Navidad. Como vemos, los ilicitanos hemos sabido dar respuesta a los retos que cada época ha planteado y debemos afrontar los que nos plantea el siglo XXI. Sería una aberración abogar por la vuelta de una capilla profesional como en el siglo XVI, pero bien es cierto que los cantores de hoy no son los mismos que los de mediados del siglo XX, no digamos ya los del siglo XIX.  

La Capella y la Escolanía son una solución coyuntural, una herramienta, que sirve para cantar el Misteri lo mejor posible y deben adaptarse a los tiempos que corren, se deben adecuar a la sociedad del siglo XXI, avanzada, culta, que reclama mayor rigor y espíritu crítico. Estas deben permitir a los cantores adquirir una sólida formación musical que contribuya, no solo a la mejora de la calidad artística del Misteri, sino también a crear un ambiente cultural alrededor de la Festa, que asegure un mejor conocimiento y comprensión por parte de los ilicitanos, porque solo se ama lo que se conoce. Profundizar en la formación que reciben los cantores, sobre todo los niños, para que sean capaces de abordar un repertorio culto que garantice la mejora de los cantos del Misteri es uno de los grandes retos que se nos plantean.

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