vals para hormigas / OPINIÓN

Retórica de guerra

5/04/2017 - 

La retórica de la guerra se ha instalado otra vez entre los comunicados de prensa y las negociaciones políticas. Primero fue Donald Trump, en uno de sus arranques de general retirado acostumbrado a dictar hasta la lista de la compra y las asignaturas de sus hijos, pero que ya no tiene brigada que le obedezca sin rechistar, a menos que lo validen los altos tribunales. El presidente de EEUU arengó a sus fieles con la promesa de que volverían a ganar guerras y mientras sus votantes le jaleaban con alaridos espartanos, alguien le musitaba al oído que aunque el Despacho Oval quede más cerca del botón rojo que la Trump Tower, en realidad, todos los demás podemos estar tranquilos. Las leyes no le permiten practicar a solas ni con una de esas viejas escopetas de juguete con las que los niños asustaban a los conejos con un tapón de corcho atado a un cordel. Probablemente, su discurso no iba dirigido a los electores, sino a los fabricantes y traficantes de armas, que volvieron a sentir que su jubilación estaba asegurada a costa de la desaparición de algún país con más petróleo que ciudadanos. Y en democracia, gana la mayoría.

La segunda vez que apareció la palabra guerra en los comunicados oficiales internacionales también se debió a que los ricos les da pudor hablar de dinero, esa costumbre tan de pobres. Un antiguo líder de los conservadores británicos, Michael Howard, avisó a España de que un resbalón en Gibraltar podía acabar con toda la armada de Nelson en el recibidor del Mediterráneo. Recordó, además, el reciente aniversario de las Malvinas, con lo que soliviantó los ánimos a lo largo de todo el Atlántico, que ya tiene mérito. En realidad, la jugada tenía toda la pinta de ser una cortina de humo con la que desviar la atención de la antesala del Brexit, como si alguien pensara que el Reino Unido no va a salir bien parado de su divorcio, por mucho que en el otro lado estén Alemania, Francia y un puñado de países de segunda a la espera de repartirse el chalé en la sierra y las llaves de la moto.

Por una vez, y salvo un par de trastornados con el cerebro reblandecido a cañonazos, las redes sociales ejercieron de amortiguador y demostraron que tanto la ciudadanía británica como la española tienen más sentido del humor que las instituciones que las representan. Pero la retórica de la guerra es como un buen catarro, muy contagiosa y difícil de curar cuando se agarra a la garganta. Así que no tardará alguien en algún punto del mapamundi en reclamar que los tanques salgan a la calle, como todos los convencidos de que nada se arregla si no se crea una buena base de cascotes y cadáveres civiles. Algo hemos debido de hacer bien en Europa para que la gramática bélica quedara reducida a un ejercicio de tensiones controladas, a las historias de ficción rodadas por Spielberg y a la retransmisión radiofónica de algunos partidos de fútbol. Algo hemos debido de hacer bien para que estas declaraciones se tomen a chufla. Ahora solo queda apaciguar los rencores internos, ayudar al Tercer Mundo sin esquilmarlo, reducir las religiones al ámbito exclusivamente personal y dar poderes reales a la ONU para que medie de forma eficaz y vinculante en los conflictos internacionales. Y así tendremos arreglada la mitad de nuestros problemas.

@Faroimpostor