socialmente inquieto / OPINIÓN

Rescate en Tabarca

17/08/2020 - 

Una de las maravillas de la isla de Tabarca son sus fondos marinos. Los valles de posidonia, las cuevas, los arcos de roca, y multitud de especies marinas que nadan a sus anchas por la reserva que hay en la isla. Peces de colores -pequeños, medianos y grandes - se pasean delante de tus gafas de buceo como si se tratara de un desfile. Sargos, castañuelas, pulpos, doncellas, meros, obladas, estrellas de mar, … Solitarios o en grupo, los sigues mientras nadas con tus gafas y aletas, con la curiosidad y el cuidado necesario para que no espantarlos y poder seguir su estela.

Para bucear en Tabarca sólo tienes que pedir permiso si lo haces con botella. Lo tienes que solicitar por medio de centros de buceo especializados o directamente a través de la Consellería de Agricultura y Pesca. En la reserva marina no se pueden pescar.

Como dice Juan Carlos Esteve, experto buceador y actual vocal de la sección de buceo del Real Club de Regatas de Alicante, “Tabarca nunca defrauda. Buceando en sus aguas cristalinas puedes observar gran riqueza de flora y fauna marina.  Esté como esté el mar y sople el viento que sople, siempre hay un lugar en la isla para bucear”. Pueden ser inmersiones sencillas para hacer “bautizos” de mar, inmersiones medias e inmersiones en aguas profundas para buceadores experimentados.

Siendo niño, a veces nos bañábamos en Tabarca desde una embarcación fondeada frente a la playa. En el mejor barco del mundo, el del amigo (o el de un familiar). Nuestros mayores nos decían que había un barco hundido bajo el mar enterrado en la arena. Hacia allí íbamos con nuestras gafas de buceo, el tubo para respirar y muchas ganas de aventura. Y lo veíamos, un casco alargado y oscuro debajo de nuestros pies, con su cabina y lo que quedaba de su mástil, dibujando una silueta siniestra bajo el agua. Y algunos pececillos alrededor que entraban y salían por los agujeros que tenía el casco. Con el tiempo, las olas y el relleno de arena de la playa, el casco fue desapareciendo hasta hacerlo del todo. Pasados los años, lo recuerdo como un hecho real aunque escuché después que nunca hubo un velero hundido en esa zona. Y entonces ¿qué fue lo que vimos?, ¿fue sólo fruto de nuestra imaginación? Les dejo que ustedes sean los que contesten a estas preguntas que seguro que tendrán su respuesta.

La isla de Tabarca, sus islotes, escollos, bajos o arrecifes, produjeron gran preocupación a muchos marinos que navegaban cerca para evitar encallar o chocar contra sus rocas y zozobrar. Esta preocupación no era infundada porque hubo naufragios. Algunos de ellos los narraron Gerardo Muñoz en sus artículos periodísticos, Enrique Cerdán Tato en La Gatera o Armando Parodi en sus Crónicas de Tabarca. El primero contó naufragios de laúd que salían a faenar, les sorprendía la tormenta y, al naufragar, algunos de sus pescadores eran arrastrados por el mar para siempre. Ya saben que a la mar hay que respetarla. El segundo detalla en una de sus crónicas el hundimiento del Siena. El tercero da cuenta de algunos de los buques que perdieron su carga y su pasaje al acercarse demasiado a Tabarca o por torpedos enemigos, que también hubo de eso por estas aguas.

Para navegar cerca de la isla de Tabarca y por el Mediterráneo, Vicente Tofiño de San Miguel, General de la Armada, por orden del Rey Carlos III redactó las “Cartas Esféricas” (1787) en su “Derrotero de las costas de España en el Mediterráneo, y su correspondiente de África”. Fue un trabajo muy reconocido que lo usó la Armada y la Marina Mercante española y que se utilizó en las Academias de Ciencias de Londres, París y Estocolmo.

Un alivio para los navegantes fue la inauguración del faro en la isla de Tabarca el 1 de junio de 1854. Fue proyectado por el Ingeniero Agustín Elcoro Berecíbar. En su proyecto manifestaba que “a 2 millas y media SE del cabo de Santa Pola está situada la Isla Plana o Nueva Tabarca, teatro de frecuentes naufragios y desgracias que ocasiona el no verla de noche, a causa de su poca elevación. Para evitar, pues, que los buques choquen en esa isla debe construirse una torre destinada a faro, colocando en ella un faro de tercer orden, gran modelo, que presente destellos de 2 en 2 minutos”. Tenía un alcance de luz de 20 millas marinas. Estaba servido por dos torreros. Para que todos los faros cercanos de la costa alicantina encendieran su luz a la misma hora, se dispuso en 1871 que los faros de Villajoyosa, Huertas, Alicante, Santa Pola y Torrevieja encendieran a la puesta de sol y apagaran un cuarto de hora antes de su salida con la salvedad del faro de Tabarca que encenderá un cuarto de hora antes de la salida del sol “para que su luz tome su completo desarrollo” y apagará como los demás.

A pesar de este faro, hubo naufragios cerca de Tabarca. Permitan que cite sólo algunos de ellos, algunos muy relacionados unos con otros. El primero fue el 1 de diciembre de 1901 por la goleta inglesa Cureka en el paraje de La Llosa. Perdió totalmente su cargamento de Bacalao. Su tripulación fue rescatada en su totalidad por un laúd pesquero que faenaba cerca de la tragedia. En esta zona hubo otros naufragios: el 1 de enero de 1916 embarrancó el Siena, vapor transatlántico italiano, que llevaba a bordo a 22 pasajeros y transportaba cacao y café desde Colombia y Venezuela para hacer escala desde allí en Tenerife, Barcelona y Génova donde estaba la Naviera La Veloce propietaria de este buque. Los pasajeros fueron trasladados al puerto de Alicante por el remolcador Canalejas. El Siena tenía una vía de agua en su banda de babor. En las labores de rescate el Torpedero nº 7 de Cartagena se puso en uno de sus costados, junto con una treintena de embarcaciones de pesca. Los trabajos de salvamento lo realizaron los 106 tripulantes, 50 marineros de Tabarca y 20 de Alicante.

El 7 de enero de 1917 encalla el Bermeo, vapor español de travesía a Torrevieja que iba a cargar un completo de sal a granel con destino a La Coruña. Fue desencallado por sus medios y la ayuda de un remolcador de Alicante.

El 12 de abril de 1917 naufragó un vapor inglés, víctima de un torpedo de un submarino alemán en plena I Guerra Mundial (28 julio 1914-11 noviembre 1918). Aunque España fue neutral en esa guerra, las armadas enemigas no perdían ocasión si se tenían a tiro, como este caso. Por aquellos años se tiene constancia que navegaban estas aguas los submarinos alemanes U-35 y U-49 que también hicieron estragos en la costa murciana hundiendo el primero, entre otros buques, el carbonero inglés Alavi (13-14 de octubre de 1917) y el segundo el carguero español Francoli (1918).

Seguimos con los naufragios en los alrededores de la isla de Tabarca, que aún hay más como el del 13 de mayo de 1917 que embarrancó el Re Vittorio, vapor transatlántico italiano, utilizado también para transportar tropas italianas durante la Guerra Mundial citada. El 21 de mayo de 1917 encalla el Estrick, vapor inglés; el 17 de diciembre de 1917, zozobra el Menoria, vapor inglés.

Las autoridades locales creen que se debería mejorar la luz del faro para evitar estos percances por lo que se dio más alcance a partir del 13 de enero de 1918 y así conseguir que las embarcaciones cruzaran la isla mar adentro. Desde entonces no hubo otro naufragio destacado hasta el 18 de noviembre de 1922 que naufragó el Scutí, vapor español.

El 13 de agosto de 1927 se automatiza el faro. Desde 1943 ya no hay torrero en Tabarca. Hoy, el faro sigue funcionando y su edificio se dedica a un laboratorio biológico auxiliar de la reserva marina de la isla. Su torre puede ser visitada, solicitando los permisos pertinentes. Desde ella se ve toda la isla.

La isla de Tabarca está llena de encantos. Por sus aguas cristalinas ha pasado de todo, siendo testigo de muchos avatares. Hoy es un enclave turístico excepcional que hay que promover y, al mismo tiempo, proteger porque es una de las joyas del Mediterráneo español y el tesoro alicantino más preciado.

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