VALÈNCIA. Cualquier proceso orgánico suele dejar paso a unos días de análisis y reflexión dentro de las formaciones políticas que los atraviesan. Un periodo de 'resaca' que, según los resultados acaecidos, puede ser más o menos duradero. Incluso en ocasiones, las consecuencias de un congreso pueden alargarse meses e incluso años, fruto de un desenlace sorprendente o de un balance final que arroja una imagen de división que no termina de cerrarse cuando se baja el telón de la cita orgánica.
El congreso de Més (antiguo Bloc y pata mayoritaria de la coalición Compromís) celebrado este fin de semana en Albalat dels Sorells podría convertirse en un cónclave cerrado en falso por muchas razones.
La victoria de la actual secretaria general, Amparo Piquer, deja dudas razonables sobre la unidad y confianza que existe en el partido sobre su liderazgo. El problema no es sólo que obtuviera una mayoría raspada (53%), sino que en la recta final previa al cónclave había conseguido el respaldo público de la gran mayoría de referentes históricos y destacados de Més, algo que no se tradujo con esa claridad en las urnas.