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La relación indispensable Estados Unidos-China en 2024

Foto: DING LIN/XINGUA NEWS/CONTACTOPHOTO
10/03/2024 - 

Mi querida amiga Teresa Díez-Picazo es una de las agitadoras sociales y activistas y más efectivas, discretas, convincentes y perseverantes de su ciudad de adopción, Valencia. Antes de mi regreso de Pekín (¡hace ya siete años!), a través de la imprescindible y también gran amiga Agnès Noguera, me propuso formar parte de una no-asociación integrada por mujeres relevantes y que lo que buscaba (porque promover tiene un punto sectario) era algo tan sencillo y esencial como sentarnos, una vez al mes, alrededor de una mesa a cenar (los últimos martes de cada mes, no sé bien porqué peregrina razón), y a hacer que entre los integrantes de esta no-asociación presentásemos temas que conocíamos algo, comentarlos y debatir desde posiciones diferentes. Todo ello, aliñado por algo tan escaso en la vida política como el respecto y el afecto. Esta no-asociación, que bautizamos con el viejuno nombre de la Tertulia (yo propuse la Cita Austrohúngara pero se rechazó por largo y cachondo), se caracteriza por una presencia abrumadoramente femenina con una minoría de algunos hombres atípicos para evitar, de forma premeditada, incurrir en el lamentable segregacionismo de muchos clubs masculinos. Parece que, por alguna razón estrambótica y probablemente oriental, yo cualificaba en dicha “atipicidad”. 

La Tertulia es un ejemplo de hacer sociedad civil con interés genuino, cercanía, sin trampas repugnantes, ni jerarquías inexplicables, ridículas e ilegítimas, ni tampoco inconsistencias (proclamación de principios y valores que están sideralmente alejados de la propia práctica) ni deslealtades manifiestas inexplicables en el ámbito de la sociedad civil. Educación, cariño, ganas y criterio. Por eso, la Tertulia lleva en pie más de 7 años y sin despeinarse. La cuestión es que Teresa me pidió (y una solicitud de Teresa, siempre con un formato cordial y afable, puede ser una orden inapelable) que en nuestra cena del 26 de marzo próximo hablase de la que se ha calificado de la relación indispensable en la geopolítica actual que no es otra que la relación existente entre los Estados Unidos y China. Voy avanzando en la preparación de dicha presentación desde los inicios de la relación de ambos países. Por lo tanto es una presentación larga, prolija, divertida (lo que no se puede ser es aburrido, ¡nunca!) y entiendo que algo fundada. Aquí solo voy a centrarme en la actual situación entre ambas superpotencias y aventurarme a tratar de predecir hacia donde puede fluir en los próximos años. Esta temática es un clásico de esta columna de “Noticias de Oriente”.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Foto: EUROPA PRESS/CONTACTO/JIM LOSCALZO

Para empezar, el gobierno del presidente Biden parte del siguiente posicionamiento: China y los Estados Unidos tienen una relación de competencia intensa sobre quién y cómo se va a determinar la forma del futuro orden mundial. Y el trasfondo de esta situación es la rivalidad entre regímenes democráticos liberales (entre los que, thank god, estamos nosotros) y los regímenes autoritarios. Esta preocupación se ha plasmado en la documentación de la administración americana, la llamada Estrategia de Seguridad Nacional (National Security Strategy), que viene a decir que China supone el mayor reto geopolítico al que se han enfrentado los Estados Unidos. Incluso posiblemente más peligroso que el desafío que en su día supuso la Unión Soviética. Recomiendo vivamente su lectura. 

Y esto es porque China ha consolidado un sistema tremendamente exitoso. Las directrices del gobierno americano para no perder la situación de predominio en la se encuentra su país son claras. En primer lugar, invertir en competitividad, mayor democracia, fortaleza e innovación en el ámbito doméstico. Por otro lado, es esencial que los esfuerzos de los Estados Unidos estén alineados con los de sus aliados y socios comerciales con los que comparten una visión del mundo. Y, finalmente, evitar el conflicto declarado con China y tener una relación constructiva, sobre todo, para hacer frente a las amenazas globales que tiene que gestionar conjuntamente. Me refiero al cambio climático, a los movimientos terroristas internacionales, a la imbricación del sistema financiero internacional, a la protección de los flujos comerciales indispensables para la prosperidad global entre otros.

La reacción china a las tesis americanas se centra en la acusación al bloque occidental y en especial a los Estados Unidos de ser los responsables de crear esa situación de competencia con la tensión que conlleva y que entienden que no es beneficiosa para el mundo. Xi Jinping en una reunión con una delegación del Senado americano en octubre de 2023 (se trató curiosamente de la primera delegación del Congreso americano que ha visitado China en los últimos cuatro años, dato que no deja de ser significativo), afirmó que los principios que deberían presidir la relación entre ambos países eran los de cooperación, respeto mutuo y no injerencia en los asuntos domésticos del otro. Solo de esta forma se puede conseguir una coexistencia pacífica a largo plazo. Obviamente, esta no intervención o pasividad que se reclama de Occidente no parece compatible con nuestros principios. 

En todo caso, muchas veces la posición china se acerca a cierto victimismo al entender que los países occidentales aplican dobles raseros respecto a China. Quizás en esto, tienen un punto.  Así el establecimiento de importantes barreras aduaneras y de restricciones de diferentes formas a la inversión china en Occidente está teniendo a largo plazo un impacto negativo en la economía china. Este efecto adverso está aflorando en los preocupantes e insuficientes índices de crecimiento económico.

Joe Biden (i), junto a su homólogo de China, Xi Jinping (d). Foto: RAO AIMIN/XINGUA NEWS/CONTACTOPHOTO

Por lo anterior, las relaciones se enmarcan en la competencia propia de dos superpotencias que quieren mantener o cambiar las reglas de juego globales. Sin embargo, es de todos conocido que se tiene que evitar a todo costa el conflicto directo ya que podría tener consecuencias desastrosas para el mundo. Ambos saben que ésta situación dramática no es una opción. ¿Cuáles son los temas más candentes entre ambos países y su situación actual? En primer lugar, las relaciones económicas. Ambos países se necesitan mutuamente. Estados Unidos sigue produciendo mucho en China (e incluso invirtiendo). Es cierto que se están buscando destinos manufactureros alternativos (como Vietnam) pero las relaciones siguen siendo en la actualidad de profunda interpenetración. 

Por su lado, China necesita a los consumidores de Estados Unidos y occidentales en general para colocarles los productos que fabrica. No obstante, es cierto que cada uno de sus respectivos sistemas económicos está evolucionando de forma autónoma lo que hace que estemos asistiendo a una profundización del fenómeno del decoupling que hemos descrito ya en esta columna. Esto hace, a la larga, como apunta un acertado análisis de Goldman Sachs de mayo de 2023, que esa separación entre regímenes económicos puede que se haga más profunda y que ambos sean más autónomos. Tengo dudas de que esto se llegue a conseguir. El mundo es muy pequeño para la coexistencia de dos sistemas económicos radicalmente diferenciados. Y es bueno que sea así porque la interdependencia y los intereses económicos pueden evitar las confrontaciones abiertas.

En segundo lugar, hay otra serie de cuestiones no exentas de importancia. Por lo que se refiere a las relaciones con Rusia, China ha manifestado su solidaridad con el régimen de Vladimir Putin pero también se ha opuesto a un posible uso de armas nucleares en relación con la guerra de Ucrania. Las relaciones económicas entre ambos países se han incrementado notablemente aunque por las dimensiones raquíticas de la economía rusa, nunca podrán reemplazar las relaciones económicas con Estados Unidos y Europa. China ha perdido aquí una oportunidad de oro de haber presionado a Rusia para que se retirase de Ucrania y poner punto final a la guerra. Esto diplomáticamente habría podido darle a China enormes réditos. Pero, de momento, no lo ha conseguido. Tenemos también la cuestión de los derechos humanos que tradicionalmente ha enfrentado a ambos países. 

En la senda de una posición tradicional de los Estados Unidos, la administración de Biden sigue criticando severamente las vulneraciones de los derechos humanos por parte de las autoridades chinas y, sobre todo, las que se focalizan en minorías étnicas o religiosas como es el caso de Xinjiang. De hecho, el Departamento de Estado ha llegado a calificar las políticas del gobierno chino en la referida región como de crímenes contra la humanidad y genocidio. También se ha criticado el escandaloso recorte de libertades que está sufriendo parece que de forma irreversible, Hong Kong. En lo referente a la guerra contra la epidemia de fentanilo y otros opiáceos sintéticos, se han conseguido resultados esperanzadores. 

En efecto, China ha aceptado establecer controles serios a la exportación de los precursores y otros sustancias relacionadas con el fentanilo lo que está contribuyendo a mitigar esa lacra. Por lo que se refiere a Taiwan, China oficialmente no se mueve de su posición inicial de entender que Taiwan es parte de su territorio y por lo tanto ha manifestado que estaría dispuesta a recurrir a la fuerza si ese status quo cambia. Y Estados Unidos, continua manteniendo el apoyo a Taiwan aunque ha tratado de evitar provocaciones innecesarias como la que protagonizó con su visita la entonces presidenta de la Cámara de Representantes, la incombustible Nancy Pelosi. A pesar de que en las pasadas elecciones ha vuelto a ganar el partido que sostiene las tesis más independentistas respecto de China, no parece que la situación se vaya a radicalizar a medio plazo.

Donald Trump, a 24 de febrero de 2024. Foto: LAURA BRETT/ZUMA PRESS WIRE/DPA

No es previsible que una eventual victoria de Trump en las elecciones del próximo noviembre vaya a cambiar radicalmente la relaciones con China. De hecho, Biden tampoco se ha alejado sensiblemente del camino marcado por su predecesor. Los aranceles se van a mantener, la desconfianza en temas sensibles como los tecnológicos va a seguir dándose incluso se va a incrementar. Y también entiendo que, afortunadamente, prevalecerá la predisposición de ambos países a evitar el conflicto directo. 

Lo que sí parece claro es que, al menos de momento, el sorpasso económico que tantos anunciamos hace unos años como un hecho, no se va a producir y, existen datos sólidos para anticipar que nunca tendrá lugar. Al menos con China. No es fácil, con todos su problemas y circunstancias, superar a los Estados Unidos por la mezcla imbatible de energía, fuerza, dinamismo, creatividad y capacidad de adaptación para seguir siendo los primeros.

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