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la obra de lluís masià se expone en las cigarreras

'Refusés', el bello epitafio

La obra del artista Lluís Masià forma parte de la colección propia Arte Contemporáneo de la Generalitat Valenciana y se puede ver en Alicante hasta el 3 de diciembre

17/09/2022 - 

ALICANTE. “Todo individuo tiene derecho a la vida, la libertad y la seguridad”, según reza el tercer punto de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. “Toda persona tiene derecho a la libre circulación y a elegir libremente su residencia”, ahonda el apartado trece de una ‘carta’ que, para Lluís Massià, a la vista del comportamiento de las altas instituciones, parece estar escrita en papel mojado. El drama que viven los protagonistas de las diferentes crisis migratorias, con el pasotismo e indiferencia de quienes se sienten en el lado bueno de la historia, atormenta la conciencia del artista y le llena de impotencia. Un sentimiento que ha transformado en algo más que un homenaje con su obra Refusés (2016-2019), donde plasma esos derechos que deberían ser universales pero que, sin embargo, son ignorados.

En la orilla rica solo se alza la voz cuando resulta excesivamente molesto o incómodo el goteo de personas que consiguen tocar tierra y seguir elevando las cifras del contador. En la orilla pobre, cada día, centenares de seres humanos deciden jugarse la vida porque nada puede ser peor que lo que dejan atrás. En medio, un mar Mediterráneo, sin contador con el que escandalizar, que actúa como tragadera infinita de una sociedad occidental que parece haber desarrollado su progreso de la mano de la insensibilidad. Algunas vidas parecen valer más que otras, todavía no se sabe bien por qué, y son rechazadas con demasiadas connivencias.


Estableciendo un paralelismo artístico y metafórico, Massià recupera otro rechazo histórico y alude a él con el título de su serie y los nombres de las piezas. Se trata del rechazo que suponía para los pintores de 1863 el filtro academicista que determinaba quién podía exponer en el Salón de París y quién no. Una avalancha de autores en busca de un futuro profesional más próspero alcanzando repercusión en dicha muestra llevó a la Academia Francesa a ser más escrupulosa en sus criterios y a rechazar a numerosos autores que fueron derivados al denominado Salón des Refusés o Salón de los Rechazados. Decisión que acabó derivando en todo un acontecimiento, como es el inicio del impresionismo y la llegada de la modernidad. Y es que, como alguien dijo una vez, los últimos serán los primeros.

Mientras el orden mundial da visos de remodelación, la civilización más acomodada sigue a verlas venir, más pendiente de mantener sus placeres que de ahondar en los valores de la justicia social que la encumbró. Tan solo algunos héroes tratan de paliar ese daño en la escasa medida de sus posibilidades. Lo hacen salvando algunas vidas de entre las muchas almas rechazadas que se van al fondo del mar. Con suerte, y si no es demasiado tarde, un manto dorado los llevará de nuevo a la temperatura que evitará la hipotermia. Unas mantas isotérmicas que por la cara plateada reflejan el calor del cuerpo y evitan el desplome de la temperatura corporal, mientras que por el lado dorado consiguen enfriar. Elemento protector de emergencia que es, precisamente, el sutil material con el que el artista elabora su obra.

Sobre esa pieza frágil, voluble y al mismo tiempo tan necesaria para mantener la vida, el autor corta a láser su mensaje: los Derechos Humanos. Esos artículos, los que refieren a este drama, que igualmente son vitales y que también aparentan la misma fragilidad en lo efectivo, en su capacidad para hacerse respetar. Las mantas, colgadas dentro de un marco de metacrilato, se han deshecho de las letras, que cortadas caen desvaneciéndose en el fondo a modo de alegoría de esas buenas intenciones que quedan retratadas como falsas promesas. Una obra que pende de la pared como si de una lápida dorada se tratase. Honor correspondiente a un ser célebre, al cual desconocemos, pero que deja aquí un legado a través del arte de Massià, quien intercede para plasmar en su epitafio ese clamor, que es un grito desesperado por lograr de una vez por todas el respeto definitivo a la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

En la sala, las piezas llaman rápido la atención del público a través de la belleza de su brillo dorado, pero la realidad posterior da paso rápidamente a una situación peculiar. En muchos casos, el espectador no entra al detalle, sino que se hace la foto de rigor con la obra. Un comportamiento con el que, además, Massià consigue reflejar a la perfección una paradoja en vivo, esa doble moral de la sociedad a la hora de aplicar los principios y valores de lo que debería ser la ‘carta magna’ universal. El autor juega así con el espectador. Quizá, más bien, se ríe de él. Le pone en evidencia. Y es que, frente a un horror social, prevalece el ‘postureo’ del brillo y la belleza, tremenda prioridad para los habitantes del siglo XXI. Una actitud que nos introduce de nuevo en ese bucle de la ignorancia y la consiguiente desgracia.

Cuando interesa se le presta atención y, cuando no, se desconecta la realidad en los medios de comunicación, como si no siguiera muriendo la gente. No hay un contador en las televisiones ni en los periódicos enumerando los inmigrantes que salen de sus países, pero sí hay un contador contando los que llegan, porque molestan. Por el camino, esa cifra que desconocemos ha mermado, pero no será actualidad hasta que pasen décadas y se hagan relativos balances. Una situación que lleva a Massià a apelar a la reacción urgente del público. Su canal es el arte y la colección Refusés, que tiene su continuidad en la posterior colección In itenere, donde prosigue ese discurso basado en un drama que le sigue atormentando.

El tiempo pasa y todo sigue igual, lo que significa que todo está peor. No hay ningún referente en el que fijarse para adoptar el buen camino. No hemos aprendido nada y la muestra más palmaria es reciente. Está en la crisis sanitaria que ha vivido todo el planeta, sin excepción. Porque mientras el primer mundo se debate entre aplicar la tercera dosis de la vacuna contra el coronavirus, en el tercer mundo no se han puesto todavía la primera. Y, en ese contexto, se ve una población cada vez más alienada que parece incapaz de reaccionar en su huida hacia adelante sin mirar atrás. Pero Massià se niega a resignarse en lo que se muestra como una evidencia, que la sociedad avanzada también ha progresado en la insensibilidad porque, a quién le va bien, no le interesan las tragedias.

Con todo, no pierde la esperanza. Refusés apela a la responsabilidad individual y al examen de conciencia. A tener en consideración al semejante rechazado. Y, un día, de nuevo, los últimos serán los primeros.

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