VALÈNCIA. "¡Guerra!". Así encabezaba uno de los informativos de la Cadena Federal que se difundía en Starship Troopers, la película de 1997 dirigida por Paul Verhoeven. Unos noticiarios sesgados hasta la hilaridad que, no obstante, ponían de manifiesto cómo un conflicto armado puede condicionarlo todo. El pasado año, este mismo análisis sobre el Día de la Comunitat Valenciana se titulaba: "Episodio IV, una nueva esperanza", en referencia al horizonte de renacimiento esperado y deseado tras superar la fase más dura de la pandemia. En lugar de eso, Putin invadió Ucrania y el mundo entero chocó, además de con una terrible pérdida de vidas humanas, contra una crisis económica, energética, social e inflacionista que ha azotado especialmente a la vieja Europa.
Una vez más, el Consell del Botànic que lidera el socialista Ximo Puig ha tenido que enfrentarse a una situación excepcional que, por si faltaran excusas para ello, debía enviar a un segundo plano las aspiraciones de reforzar el autogobierno de la Comunitat Valenciana. Curiosamente, en el presente ejercicio, se han podido apreciar dos movimientos que, probablemente, han sido los más brillantes y enfocados en pos de las reivindicaciones autonomistas que, en el caso de Puig, han sido tan constantes como poco exitosas desde 2015.
El primer hito de alcance nacional del presidente de la Generalitat fue la descentralización de los organismos dependientes del Estado. Una propuesta pública del líder valenciano que Pedro Sánchez tomó en cuenta y que ya ha comenzado a aplicar con las agencias y oficinas de nueva creación. Bien es cierto que la iniciativa de Puig tenía un alcance global a todas las instituciones, algo que erizó de inmediato el vello de los todopoderosos funcionarios gubernamentales, pero pocas veces se asiste a que un presidente autonómico ponga sobre la mesa una idea que beneficie al desarrollo de las CCAA y prospere.
La respuesta final de su compañero y líder del PSOE fue más modesta, pero no por ello menos significativa: el Gobierno de España acepta y promueve que los nuevos organismos se instauren en distintas Comunidades Autónomas. Madrid se queja -pierde poder- y diferentes regiones -pese a que pocas se habían atrevido a pedirlo antes- entran en la puja de los distintos organismos puestos a subasta, entre los que destacan la Agencia Espacial Española, Agencia Estatal de supervisión de la Inteligencia Artificial (IA) o la Agencia Estatal de Salud Pública, entre otras.
En cuanto a la segunda pica en flandes, Puig se ha destacado entre los barones regionales con su primerizo anuncio de una rebaja fiscal. Lo hizo en el reciente Debate de Política General celebrado a finales del mes pasado y contradiciendo las indicaciones del Gobierno de España, que veía en la iniciativa del presidente de la Generalitat una especie de munición favorable al PP de Feijóo. El también líder del PSPV decidió continuar adelante pese a las reticencias de Madrid y anunciar sus medidas, que posteriormente han sido imitadas por otras CCAA y, en cierta manera, por el propio Gobierno central.
Dos momentos luminosos de autonomía e incluso de visión estatal dentro de la realidad regional que, no obstante, resultan dos -valiosas- islas dentro de un marco centralista permanente e irrompible.
El PSOE sigue culpando al PP -"negacionistas" les llamó Sánchez días atrás- por no colaborar en la reforma del sistema de financiación que en realidad les corresponde a ellos liderar. Un modelo caducado desde 2014 y que, recordemos, perjudica notablemente a la Comunitat Valenciana al dejarla a la cola de España en la renta por habitante y que seguirá sin modificarse en esta legislatura. Las críticas desaforadas o descafeinadas sobre esta situación se ponen de manifiesto según quién gobierne.
Es sólo un ejemplo de la permanente, salvo excepciones, mirada a Madrid de los grandes partidos. Otro de ellos se viene produciendo desde hace años con la recuperación del derecho civil valenciano, que paradójicamente se vio obstaculizado este verano por un error de Compromís.
En definitiva, el Día de la Comunitat Valenciana se celebra sin que se pueda proclamar felicidad desbordante por las evidencias del autogobierno. Pero al mismo tiempo, se percibe en muchos que, dada la situación económica y social, tampoco parece la gran prioridad para la mayoría en este último 9 d'Octubre antes de las elecciones autonómicas y locales. Unos comicios a los que el bloque de izquierdas, ahora en el gobierno, se enfrenta tratando de relanzar ilusión por un Botànic III mientras que en la otra orilla, espera al acecho un PPCV que se vería obligado a pactar con una formación antiautonomista como es Vox.