REFLEXIONANDO EN FRÍO / OPINIÓN

Reaccionarios y renegados

15/11/2020 - 

Antes de empezar a escribir este artículo me ha venido a la cabeza la frase de Chesterton que dice: “El verdadero soldado no es el que lucha porque odia lo que tiene delante, sino porque ama lo que tiene detrás”. En ese “momento ducha”, -como yo lo llamo-, en aquel preciso instante en el que flota sobre mi cabeza una idea mientras el agua turbia cae sobre ella, me di cuenta de lo manoseado e incluso demonizado que está el termino reaccionario considerando únicamente la vertiente más nostálgica de su ser. 

Estamos acostumbrados a descalificar con este término a todo temerario osado de retroceder en el tiempo para despojarnos de ciertos derechos conseguidos durante años. El aborto, el matrimonio homosexual… Vocablo tan denostado a diferencia de otros como el significado progresista que, en ocasiones, ciertos individuos enarbolan medidas retrogradas con el progresismo. Avance hacia delante ficticio que esconde en los adentros de esa novedad una vuelta al pasado, una desnaturalización de eso que dicen defender con dichas decisiones. Ocurre precisamente con la Ley Celaá, -ahí está mi querido amigo Pablo Ruz, senador del PP por Alicante ejerciendo como dique de contención de ese ataque a la libertad educativa-. La ministra de Educación del Gobierno “progresista” ha decidido eliminar las subvenciones a la concertada violentando un derecho fundamental como es el de la libertad de educación. ¿Desde cuándo es progresista coartar libertades? Algunos añoramos a la izquierda sensata representada por políticos como Felipe González, precursor del concierto económico en los centros educativos en 1985. Aquello sí que era progreso, garantizar que las clases medias pudieran escoger la educación que querían para sus hijos sin tener que resignarse a terminar en un centro público si no podían costearse las cuantiosas matriculas de los colegios privados.  

¿Qué necesidad tiene el Estado de deshacerse de la concertada? Pues mucha, es una prioridad en sus planes estatalistas. Estrategia marcada por la falsa izquierda empecinada en maquinar causas innecesarias para evitar su obsolescencia ante la resistencia de reinventarse. Objetivos como el de destruir todo signo de pertenencia a una comunidad para desintegrar a la persona con el fin de convertirla en individuo masificado. Saben que toda unión social constituye un dique de contención contra el sectarismo que pretenden implantar, por eso quieren eliminar la concertada para que haya más cabezas que adoctrinar en la enseñanza pública y borrar el español como lengua vehicular. Desean una sociedad vulnerable, un individuo pasto de la masa peligrosa, tonta, y fácil de manipular.  

Es lo que tiene vivir en un país gobernado por el comunismo. Marxismo descafeinado por la socialdemocracia caduca puesta en práctica por el PSOE podemizado. Cuando se les meterá en la cabeza que lo más parecido a ser de izquierdas hoy en día es ser liberal, proteger la libertad individual, luchar contra toda manipulación procedente del Estado. Precisamente por eso el defender la familia es un principio del liberalismo, esa figura fraternal que el comunismo amenaza con aniquilar en su Manifiesto. Está constatado que una familia ausente genera individuos alienados y en cambio una casa común unida hace florecer el pensamiento crítico en la persona. Quizá tenga que ver con la convicción liberal de que en la escuela se debe enseñar, no educar, esa labor es de los progenitores, los responsables legales y a quienes pertenece la patria potestad sobre sus hijos diga lo que diga Celaá.  

En la mente de la ministra de Educación los niños son del Estado porque se cree en virtud de instruirles, o sea se, adoctrinarles, y abolir la figura obsoleta de la familia. Ellos son expertos en atribuir la antigüedad a todo lo que no les interesa y sacar del baúl polvoriento prerrogativas iliberales barnizándolas con una pátina innovadora. Así hacen con todo. Esconden la destrucción con una falsa concordia erosionadora de la división entre españoles. Quieren destruir España, destruir la familia, hacer de nuestros derechos conquistados una caricatura de un tiempo pasado del que nos quieren hacer creer que fue peor al que viene. Aspiran a que vivamos en la ignorancia, a que como se pavoneó Alberto Garzón, “las mentiras sean lo más votado”.  

No cabe contemplación o mano izquierda contra el que violenta nuestra sociedad, tan solo es posible parar esta ola sibilina reaccionando a la infamia disfrazada de heroicidad. Por nosotros, por España, por nuestra familia, por la verdad.