crítica de cine

'Quién lo impide': El monumental fresco sobre la juventud actual de Jonás Trueba

22/10/2021 - 

VALÈNCIA. Todo empezó con La reconquista, probablemente la película más personal de Jonás Trueba. En ella se introducía un capítulo de juventud para explicar el inicio de la historia de amor entre los personajes de Itsaso Arana y Francesco Carril. Esa pieza independiente estaba protagonizada por dos actores no profesionales que tenían quince años, Candela Recio y Pablo Hoyos. 

Todo empezó también con la música de Rafael Berrio. El cantautor aparecía en La reconquista con algunos de sus temas y el germen poético de sus letras se incrustó en el imaginario de un director que se encontraba buscando nuevos caminos cinematográficos. 

A Jonás Trueba siempre se le ha reprochado su influencia rohmeriana, su intelectualidad expresiva, pero en realidad, es uno de los pocos autores españoles realmente libres dentro de nuestra industria. Un director que se ha replanteado constantemente su imaginario abriéndose hacia nuevas formas creativas que ahora convergen en esta obra inabarcable que es Quien lo impide, una película que, en efecto, parte de una canción de Rafael Berrio y que está protagonizada por Candela Recio y Pablo Hoyos, en esta ocasión no como personajes de ficción, sino como ellos mismos, dos jóvenes que buscan su lugar en el mundo y que tienen ese espíritu de rebeldía e inconformismo que caracteriza a toda una generación a la que siempre se intenta menospreciar y acallar. 

El director quería captar el espíritu de los nuevos tiempos, y para ello decidió seguir a Carla y a Pablo, pero desde un punto de vista totalmente diferente a lo que había hecho hasta el momento, dejando a un lado la ficción para abrazar el documental, el experimento en vivo. El resultado es una película inclasificable que abarca varios años, los que comprenden el espacio de crecimiento de los protagonistas hasta que alcanzan su mayoría de edad, y en el que se integran todas las texturas inimaginables. Entrevistas, improvisaciones, digresiones en forma de ficción romántica, excursiones, canciones y conciertos. En definitiva, todo lo que había caracterizado el cine de Jonás Trueba, pero desde una apariencia totalmente inédita, fresca y profundamente renovadora. 

Quien lo impide podría ser perfectamente un grito de guerra. El de una generación que está harta de que no la escuchen, de que la estigmaticen sistemáticamente y que tiene la necesidad de que alzar su voz para que sepamos qué opinan del mundo en el que vivimos, cómo afrontan su futuro, cuáles son sus miedos y cuáles son sus certezas. 

Jonás Trueba sigue a Candela y a Pablo, así como a un nutrido grupo de jóvenes de su misma edad a través del tiempo. A diferencia de Richard Linklater en Boyhood, no existen un guion, ni siquiera un planteamiento, simplemente su cámara y su mirada se convierten en una especie de guía para que sus protagonistas se expresen de la manera que ellos crean conveniente. Sus momentos vitales irán variando, evolucionando a lo largo de los años, desde la timidez a la rabia, desde la ilusión, al estallido de la pandemia. La vida, la de todos en realidad, pasa por el filtro de este documento de nuestro tiempo en el que los viajes de fin de curso y las borracheras grupales en literas dan lugar al distanciamiento social, el confinamiento y las conversaciones de Zoom. 

Quien lo impide es un retazo de la vida de una serie de jóvenes que se encuentra creciendo ante nuestros ojos. Se enamoraban, se desenamoran, se entienden, se desentienden, expresan lo que sienten, también lo que piensan, toman el pulso de la actualidad, configuran su ideología, hablan, confrontan opiniones, escriben canciones, cantan, gritan, se desesperan, se cuestionan y, a su manera, luchan por su futuro. 

Nos encontramos ante una película aparentemente caótica, pero que en realidad termina encontrando su foco alrededor de una serie de capítulos en los que se divide su extenso metraje y que sirven para ir ampliando el espectro de los personajes al mismo tiempo que se cambia de tono. Hay partes más discursivas, otras más reveladoras, algunas icónicas y catárticas, como el concierto que se celebra para tocar en todas sus formas posibles el Quien lo impide, en el que se desprende una energía imposible de describir con palabras. 

Jonás Trueba nos invita a sumergirnos en un viaje de iniciación sin aditivos ni edulcorantes, un trayecto en estado puro que se siente desde la verdad en cada momento y que se convierte, gracias a su espíritu iconoclasta y contestatario, gracias a su profundo trabajo de exploración, en una de las obras más puras de nuestro cine reciente

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