Son icónicas sus fotografías prostituyéndose con peinados ochenteros en las calles del Seattle. Forman parte de la historia del fotoperiodismo. Sin embargo, la vida de Tiny no se quedó congelada como una imagen. Siguió, y se enganchó a la heroína, la cocaína y el crack para, en ese estado, tener diez hijos. Algunos de ellos con problemas por haber estado expuestos a la droga en el vientre. El autor de Streetwise volvió a encontrarse con ella cuando tenía 44 años y repasó su vida
VALÈNCIA. En 1983, la revista LIFE publicó un reportaje de Cheryl McCall sobre los niños de la calle de la era Reagan. A los estragos de la crisis del petróleo y la desindustrialización propia del inicio de la globalización, hubo que añadir los recortes sociales que llevó a cabo el presidente republicano. Como consecuencia, muchas familias cayeron al vacío y hubo un aumento notable de menores de edad que se buscaban la vida en la calle por su cuenta. En el caso de las chicas, generalmente se prostituían para sobrevivir.
La autora de las fotografías del reportaje fue Mary Ellen Mark. Después de su publicación, se quedó prendada de la noticia que había cubierto y, junto a su pareja, el director Martin Bell, volvió a Seattle para grabar un documental, el histórico Streetwise. Al contrario que otros autores, ambos siguieron estrechamente ligados a los protagonistas de su película. Intentaron, de hecho, que Erin, alias Tiny, la que más cámara captaba, una prostituta de 14 años, se fuera a vivir con ellos a Nueva York y volviera a la escuela. Sin embargo, ella se negó. Decidió seguir en la calle.
Streetwise fue a los Oscar. Allí Tiny y otra chica se pegaron a puñetazos. En maquillaje, todas las energías se fueron en taparles las heridas. El Oscar al final se lo llevó el documental de Harvey Milk de Rob Epstein, pero Bell cosechó un Premio Especial del Jurado en Sundance compartido. La situación quedó ahí, aunque Tiny tuviera algunas apariciones en televisión, ese fue el fin de su particular idilio con el cine.
Tres décadas después, en 2016, Martin Bell se decidió a retomar el asunto y volvió a echarse la cámara al hombro para rodar otro documental con Tiny como protagonista. Quería mostrar cómo se encontraba y qué había sido de ella. En ese momento, la foto de Tiny vestida de funeral se había convertido en icónica, era una de las más codiciadas en el género del fotoperiodismo.
El resultado fue Tiny: The Life of Erin Blackwell. Los espectadores pudieron ver en la primera entrega la vida de una prostituta de 14 años y, en esta segunda, su estado con 44. La realidad era bien curiosa. Tiny tenía diez hijos y una cantidad incontable de perros. Los documentalistas tomaron su casa por unos días, colocaron cámaras estratégicamente y, bordeando del formato reality, realizaron un retrato poliédrico de ella y su familia.
La parte más descorazonadora es que la droga seguía presente. En una discusión, se ve a Erin discutir con sus hijas por la metadona. Una de ellas es consciente de que su madre es una adicta, pero no quiere que para dejar de serlo se haga a su vez adicta a la metadona. Al final del documental, una de las chicas que aparece deambulando por la casa, sale en el hospital, es Ranaja, que se ha enganchado a la metanfetamina y a la heroína. Se la habían encontrado sin pulso y la tuvieron que reanimar en la ambulancia.
Otra aparición es la de Keanna. Cuando su madre estuvo embarazada de ella, durante los primeros meses, tomaba coca, crack y heroína intravenosa. En uno de los que tiene problemas de desarrollo son palpables, sufre unos extraños movimientos en los ojos que una enfermera dice que son habituales cuando se ha estado expuesto a drogas antes de nacer. Sobre todo es por la cocaína, que produce derrames cerebrales en los bebés.
El mayor de todos, Daylon, al que tuvo cuando tenía 16 años, también está enganchado. Aunque hay que decir que lo lleva bien. Según explica sin ningún tipo de adornos ni excusas, consigue su dosis de heroína todas las mañanas. Se la fuma temprano y dice que así consigue pasarse bien el resto del día. No llega a colocarse del todo, pero aún así dice que su ingesta le va bien para el estrés. Remata diciendo: "Así me siento bien, me siento normal".
Otro de los hijos, Raychon, aunque no esté enganchado, es el que más preocupa. Tiene un carácter violento, se pelea, y está en un barrio donde no se puede cometer ni un solo error, ni con los gangsters locales ni con la policía. Su padre le advierte más de esta segunda opción , de lo que le espera si acaba en la cárcel. Y lo hace con una lucidez meridiana. Dice claramente que en prisión no hay más que esclavitud. Ya hablamos aquí del excelente documental 13th que exponía de forma contundente cómo el sistema penitenciario estadounidense no es más que una forma de neoesclavitud con criterios raciales y el rastro de los beneficios que genera se puede seguir en las empresas que firman los convenios con las cárceles, algunas de ellas privadas. Menos mal que el nuevo progresismo estadounidense que está conquistando el mundo pone el acento en que un blanco no puede llevar rastas y detalles de ese tipo, porque si no tendríamos que fijarnos en los tres millones de personas, en su inmensa mayoría negros y latinos, con neo-grilletes.
En Streetwise Tiny ya decía que nunca se haría un aborto si se quedara embarazada. Aquí vemos que cumplió. También llama la atención ver sus reacciones ante las imágenes antiguas, cuando tenía 14 años y hacía la calle. Repite varias veces cuánto dinero ganaba. Luego siguieron dos intentos de suicidio, pero eso no es lo que ella menciona.
En Tiny se ven también las últimas imágenes de la fotógrafa Mary Ellen Mark. Aparece hablando con Tiny, repasando los viejos tiempos en fotografías. La reportera murió en 2015 y, desde su famoso reportaje, nunca dejó de ser amiga de esa cría, que aquí es una madre adulta. Para Bell, esa mujer no es la causa de los problemas de sus hijos, sino una víctima como ellos. Cuando le enseñaron este último documental acabado, cuenta el director que se quedó en silencio. Solo dijo una cosa: "Es como un círculo".