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¿Qué pacto con Vox es el bueno?

25/06/2023 - 

Asistimos estos días, quizás por lo ocurrido en Extremadura, salvo que después se demuestre lo contrario, a la calibración de que pacto entre PP y Vox es el bueno; cuál está justificado y cuál. Me pongo en la piel del cargo público del PP, y en el contexto actual: la mayoría de las opciones de gobernar pasan por derrocar a gobiernos de izquierdas, multipartitos, y por tanto, los pactos con Vox se están haciendo por necesidad y, por tanto, por convencimiento

Al votante de trazo grueso le da igual que detalles o matices que ofrezca la formación de ultraderecha; con lo de la violencia de género se ponen de perfil mientras no les toque de cerca, y los deshumanizar al inmigrante, casi que también. Otra cosa son los cargos públicos que deben firmar ese pacto. Y ahí si vienen las dudas, el qué dirán y algún que otro remordimiento de conciencia. El objetivo es aprovechar la oportunidad y cambiar las políticas de los ayuntamientos o gobiernos de izquierda. Tengo curiosidad en saber cómo acaban los carriles bicis, sobre todo, aquellos que han sido financiados por fondos de la EU.

Dentro de este primer bloque podríamos poner varios ejemplos: Elche, Crevillent y Xàbia. Los dos primeros se cerraron casi en cuanto los resultados del 28M dieron esa oportunidad, y el tercero costó más, porque habría un tercer socio en liza y, por tanto, había que hacer encaje de bolillos. Lo que persiguen son cambios de políticas, aunque en el caso de Xàbia se haya tenido que encajar con la concesión de otros cargos bien remunerados.

Después vendrían los casos en los que no ha habido necesidad: el PP es la lista más votada y no hay posibilidad de gobierno alternativo. Podríamos decir que es el ejemplo que se han seguido en las grandes capitales, como Alicante, València y Castelló. Además de ese privilegio, el de la lista más votada, los alcaldes/as del PP han querido (y han podido) trasladar otra imagen de más apertura: más tolerancia hacia la diversidad sexual y lingüística y  más contundencia en la lucha contra la violencia de género. Otra cosa será cuando tengan que negociar los presupuestos municipales, donde alguna concesión tendrán que hacer a no ser que PSPV o Compromís se abstengan y faciliten esas aprobaciones. Hay otros ayuntamientos, en la comarca de L'Alacantí, que también han optado por esa vía.  

En un tercer plano estarían los pactos por conveniencia. El PP es la lista más votada, no necesita a Vox, pero pacta con ellos a cambio de garantizarse una mayor estabilidad, al menos, en los primeros años de mandato. Sería el caso de Orihuela o San Vicente del Raspeig: con ciertas concesiones estéticas -como concejalías de Familia o Derechos Sociales-, los ediles populares ha integrado a Vox en su equipo de gobierno con delegaciones de peso con el fin de por lo menos arrancar el mandato con cierta seguridad de que los presupuestos van a ser aprobados. Lo que pase más adelante, ya se verá.

La cuestión es que por mucho que los dirigentes nacionales o regionales dijeran en campaña que querían gobiernos moderados y en solitario, nada de eso se ha cumplido Pocos serán los equipos de gobierno en solitario, y lo de moderados lo veremos con el tiempo. Allí donde ha podido, el PP ha pactado con Vox.

Sólo la voz de María Guardiola en Extremadura ha venido a poner en alerta qué supone gobernar con Vox si se cede: cuestionar la propia violencia de género y las políticas para luchar contra ella; deshumanizar al inmigrante o aprovechar las excepciones de la aplicación de la legislación para aplicar políticas sociales excluyentes. En el caso de la Comunitat Valenciana, posiblemente, ni respetar el bilingüismo. Después veremos si lo de Extremadura es un teatrillo, que acaba con otro final, o de verdad va en serio (y es la pieza a sacrificar para mantener el Mediterráneo).

Pero más importante es ver cómo este catálogo de alianzas entre PP y Vox afecta a Alberto Núñez Feijóo. Las encuestas, de momento, no recogen ese impacto. Ahora bien, otra bomba como la José María Llanos negando la violencia de género, puede tener efectos incontrolables. De momento, con esos acuerdos, el PP ha logrado tomar el control de las comunidades del Mediterráneo -Comunitat Valenciana y Baleares, fundamentalmente-; quizás las más importantes porque es donde puede (quiere) sofocar la denominada guerra cultural -que pregona la ultraderecha-, y, por tanto, apaciguar al votante más conservador. Pero, ¿y el moderado? A ese, Vox le igual.

Como decía este sábado Casimiro García-Abadillo, en El Independiente, si el PP va tan sobrado en las encuestas, más le valdría a Feijóo dejar claro que no va a gobernar con Vox para no perder el centro político. Ahora bien, visto también el catálogo de explicaciones para cada alianza -si el 8% o el 12% de los votos-, no sé hasta qué punto es preferible seguir de perfil, o jugando a los malabares. Solo recomiendo repasar la campaña electoral del 28M: comenzó siendo un cosa y acabó transformándose en otra. Que se lo pregunten a Ximo Puig. Lo que parece incontrolable es la toxicidad de Vox, y de algunos sus cargos. Y el PP no lo sufrirá hasta que aparezcan nuevos Llanos, que los hay. Quizás lo sabe, pero lo importante es (era) tomar el poder. Después, ya pondrá tierra de por medio, con la vara bajo el brazo.

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