El título de esta columna de opinión es robado de un panel promocional de la Feria Internacional de Turismo que estos días se ha celebrado en Madrid. Y la pregunta que creo que se debe (o debemos) hacer es si la política turística es inteligente. Y si lo es, creo, modestamente, que ha sido por necesidad o porque la reordenación de los elementos, como consecuencia de las crisis y de los acontecimientos internacionales, así nos lo ha exigido.
No soy un entendido en turismo, ni mucho menos. Soy un espectador privilegiado que ha vivido como era la política turística de antaño y cuál es la de ahora. Creo que los mejores perfiles que ha tenido la política turística en la Comunitat Valenciana han sido, con sus virtudes y defectos, Máximo Buch y Francesc Colomer. Uno del PP, otro del PSPV. El segundo ha venido a dar continuidad a la política de raciocinio del primero. Es la primera vez en años que la Comunitat y sus marcas turísticas han ido de la mano, con coordinación y ofreciendo cierta coherencia a la puesta de largo en Madrid, sin estridencias ni proyectos fantasmagóricos que con el tiempo han quedado en nada. Si esto era el decreto de coordinación, por mi parte, bienvenido sea. El PP discrepa, pero creo que en este (decreto) caso, yo discrepo de ellos (eso daría pie a otro debate sobre la reforma de la administración que ellos pudieron hacer con mayoría absolutísima, pero que no hicieron y que sigue siendo una de las grandes asignaturas del país) .
Y así y todo, a Fitur le sigue faltando una cosa, un elemento que los espectadores privilegiados y los que no podamos ver y tocar: ¿qué retorno genera Fitur? Y eso lo digo por todos: ¿vale la pena hacer un acto en un pabellón de IFEMA que esté lleno de palmeros o asalariados de turno? Sería interesante, ya que allí se presentan iniciativas importantes y se cierran acuerdos de trascendencia para las economías locales y regionales, que los gestores del turismo supieran evaluar el retorno, al menos informativo, que sus imputs generan. Y no sólo en los medios de comunicación de la Comunitat Valenciana o de Alicante, que se da por hecho, sino que se cuantificara cuántos textos o entrevistas prescriptoras se han colado esos días entre la prensa especializada.
Fitur ha cambiado, y mucho. Ya se vende mucho más producto y producto diferenciado de cada municipio, pero sigue faltando saber la eficacia de su alcance. Se venden eventos, muestras culinarias, singularidad de un destino, etc... Hay quien ha dejado a Fitur por imposible porque lo que necesita su municipio es la sostenibilidad. Es el ejemplo de Xàbia: su actividad en la feria ha sido la justa. El municipio de la Marina Alta ha llegado a la conclusión de que le sobra gente en los meses de temporada alta y necesita eventos que le reporten visitantes extra, que lo elijan para hacer otras cosas. Otro caso curioso es el de Torrevieja: este año ha ido a vender las rutas sobre la fauna y las especies de su parque natural.
Pues eso, qué las condiciones y el contexto, han obligado a cambiar la política turística, que Fitur ha dejado de ser la feria de las vanidades, aunque siguen sobrando palmeros y que los debates en turismo siempre son bienvenidos. Hay que tener que en cuenta, como dice el propio Colomer, que seguimos creciendo de prestado, por las inestabilidad política que vive la parte oriental del Mediterráneo, y que debemos aprovechar este período de bonanza turística en fijar las bases del turismo inteligente, aportando valor añadido y mejorando la situación de esas infraestructuras pequeñas que hagan más cómodas y eficientes las grandes que ya tenemos. Pues eso, menos golpes en el pecho (político) y más eficacia, o inteligencia, como quieran.
Un año más FITUR convoca y reúne las bondades de los pueblos de España en la capital de una nación que ofrece historia, cultura, naturaleza, gastronomía, montaña, capitales de referencia y cómo no, sol, playa y nieve