VALÈNCIA. El barranco del Carraixet está lleno de matorrales y hasta de árboles. Se ve que hace tiempo que no bajan por ahí las riadas violentas de los días de tormenta. Por los lados, sudorosos, con el rostro congestionado, avanzan los corredores que apuran los últimos minutos de tregua del día. Son las nueve de la mañana y en nada hará demasiado calor para ir a la carrera por la orilla del barranco. Puchol no se escapa. A él le toca salir desde Vinalesa, su pueblo, en cuanto acabe esta charla. Diez minutos de calentamiento y luego diez bloques, separados por tres minutos de recuperación, en los que tendrá que correr quince segundos a intensidad media, quince a intensidad alta y otros quince a media otra vez. «No me gusta correr», suelta Xavier Puchol. Pero ahí está, con las zapatillas atadas y uno de esos sofisticados cronómetros en la muñeca. Hoy toca carrera y el pilotari, pese a que lo detesta, sale a correr. «Es mi trabajo, no tiene más mérito».
Puchol II está relajado. Ya pasaron los meses del final de la Lliga CaixaBank y del Individual, los dos torneos más importantes del calendario de la pelota valenciana. Ahí, ya lo ha contado en alguna ocasión, le cambia el carácter. Pero agosto es el mes de las fiestas patronales y el número uno de la modalidad d’escala i corda va de trinquete en trinquete, y de calle en calle, jugando partidas por pueblos de toda la Comunitat Valenciana. Luego se irá de vacaciones.