No sabría decirles por qué motivo el debate sobre la ubicación de las mascletás en Hogueras es tan polémico, pero según se ve el tema da para mucho. Y lo que nos queda.
Empecemos por decir que Alicante es una ciudad que posee cierta belleza, aunque no sea especialmente monumental. Doy por hecho que, por una parte, los bombardeos de la Guerra Civil causaron estragos entre algunos edificios emblemáticos de la ciudad, cuyos atractivos vienen derivados sobre todo de su ubicación privilegiada, sus museos -entre los que el MARQ destaca-, el castillo, alguna iglesia y la belleza que le aportan el puerto y su entorno. Pare usted de contar. Dada la situación de esta cierta escasez arquitectónica de la urbe, la Plaza de los Luceros aparece como un punto de interés en el centro de la ciudad y hasta me atrevería a decir que ha llegado a convertirse un símbolo de esta. No es una plaza más, sino la plaza por antonomasia de Alicante. De ahí que la polémica esté servida, entre los políticos de uno y otro signo. De una parte, el Ayuntamiento da por hecho que las esculturas están debidamente protegidas con los enormes paneles metálicos que durante las fiestas la rodean como un parapeto. De otra parte, el Servicio Territorial de Cultura de la Conselleria ha requerido al Ayuntamiento para que en el plazo de diez días informe acerca de las medidas de protección que piensa aplicar en la fuente, de cara a la celebración de las fiestas, que son inminentes.
Echando la vista atrás, resulta interesante que el autor de la fuente fuera un joven escultor de solo 25 años, Daniel Bañuls, que a finales de los años 20 del siglo pasado ganó el concurso que había convocado el Ayuntamiento de Alicante. Tiene por tanto ya cerca de cien años. En los últimos tiempos la obra escultórica de Bañuls ha necesitado ser sometida a diversos trabajos de restauración, debido a problemas de humedades y a la aparición de grietas. Los trabajos han ascendido a la nada módica cifra de 300.000 euros. Las tradicionales mascletás que cada año se celebran en esta plaza durante las fiestas de Hogueras tienen mucho que ver con el deterioro de la fuente. Y es que en Luceros se mueve todo y cada año los edificios de la plaza sufren desperfectos por las mascletás.
Es cierto que quien no haya asistido a una mascletá no sabe lo que se pierde, pues confieso ser una de tantos visitantes a los que les fascina esa sensación de tener todos los órganos retumbando a la vez, sobre todo en el momento del terremoto final. De hecho, las mejores son las que más petardos hacen estallar y las que más ruido hacen. Son parte irrenunciable de la fiesta y al público le encantan, pero ahora nos queda ver cómo se conjuga correctamente el disfrute con la protección de la fuente, como bien de interés cultural. Y, aunque el alcalde parece negarse a ello, el debate no está ni mucho menos cerrado aún.
Entiendo la preocupación que pueda tener cualquier persona interesada en el patrimonio cultural por el destino de la fuente, pero no es menos cierto que este tipo de debates no se puede plantear en el propio mes en que las fiestas se van a celebrar, puesto que no hay tiempo de dar un giro de timón ni cambiar el plan previsto. La respuesta del primer edil estaba servida, puesto que Barcala considera el requerimiento como un ataque a las fiestas, afirmación que con seguridad va a movilizar el alicantinismo y ese sentimiento de muchos vecinos de Alicante, que se ven como la hermana pobre frente a la todopoderosa Valencia. Esperemos que Puig suelte este hueso a tiempo, que le puede pasar factura. Es cierto que parece poco inteligente, después de varios años sin poder celebrar las fiestas y con las ganas que tiene el público de echarse a la calle y recuperar las celebraciones y la normalidad que nos había sido hurtada.
En conclusión, no creo que las mascletás hayan de ir indisolublemente unidas a su celebración en esta plaza. El tiempo nos dirá si persistir en seguir celebrándolas ahí fue o no una decisión correcta, o equivocada. Y espero que no tengamos que lamentarlo algún día.