de buena fe / OPINIÓN

Preokupación

28/08/2020 - 

ALICANTE. Según informan varios medios, la ocupación ilegal de inmuebles, más conocida bajo el término de “okupas” se ha incrementado en un sesenta por ciento en los últimos meses. 

Ya no afecta sólo a casas de campo lejanas, apartamentos de veraneo o pisos de zonas marginales, sino que se está extendiendo por municipios y ciudades a cualquier vivienda cuyo propietario esté ausente, hasta el punto de que esa ausencia tampoco necesita ser muy prolongada. Te puedes marchar de casa a trabajar por la mañana y encontrarte al volver a un grupo de personas desconocidas, merendado en tu salón lo que tenías guardado en la nevera.

Llega hasta tal punto la cosa que ya se están ocupando hasta locales comerciales, que se reconvierten en un pis-pas en soluciones habitacionales para los alegres intrusos.

Parece ser, dicen los mismos informantes, que existe un nutrido grupo de okupas que podría costearse un alquiler, pero prefieren este nuevo medio hogareño porque les evita muchos trámites y es más barato. Y porque está de moda y es más guay ser un okupa que un honrado ciudadano que cumple con sus obligaciones, aunque sea a trancas y barrancas.

La ley y la justicia pretenden actuar para paliar este problema que se acrecienta. Vamos a resumir sus avances hasta el momento.

La Jefatura Provincial de la Fiscalía de Valencia, con el visto bueno de la Secretaría Técnica de la Fiscalía General del Estado, ha emitido un decreto por el que se viene a decir que si el inmueble ocupado constituyese morada nos encontraríamos ante un delito menos grave de allanamiento. En este caso, ante un delito menos grave y de carácter permanente, “procederá el desalojo inmediato de la vivienda por parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado”. 

Por su parte, si la ocupación (dejemos de llamarla así y llamémosla por su nombre: la usurpación) se denuncia durante las primeras cuarenta y ocho horas, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado tienen la competencia de desalojar, sin orden judicial, una casa invadida.

Pero esta protección no es suficiente, porque el propietario puede apercibirse tarde de que tiene invitados no deseados en su casa, y ello está comenzando a producir una psicosis social. Y cuando la gente alcanza cierto nivel de paroxismo el mundo se convierte en un lugar más peligroso, porque se acude a remedios “paralegales”, como las empresas de reciente creación que envían a una serie de musculosos empleados a convencer a los habitantes usurpadores de que se deben marchar. Y al final, como decía mi abuela, pasará algo si es que no ha pasado ya.

Es un tema muy delicado, pero se está empezando a convertir en un clamor social. Por eso los legisladores deben actuar rápido, muy rápido, porque si se allega la crisis que se vislumbra, este problema se acrecentará y se puede convertir en un bucle de difícil salida.

Esperemos que nuestros dirigentes no estén demasiado okupados enzarzándose en otros asuntos que poco o nada le importan a la ciudadanía y que pronto encuentren una solución a este asunto.

Sin olvidar, claro está, que las personas necesitadas sí merecen un techo, pero que el mismo debe obtenerse por vías legales, con intervención de los poderes públicos para que se vele por los derechos de los desfavorecidos, pero también por los de todos los demás, porque esa es la verdadera igualdad.

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