ALICANTE. Francisco Gómez, aparejador de formación y empresario turístico por vocación, asumió la presidencia de Aefa para relevar a un irreemplazable como Manuel Peláez padre. Y se convirtió en presidente del consejo social de la UA casi porque tocaba, para ser cesado y relevado por Adolfo Utor por sorpresa (y sin un triste "gracias", siquiera musitado, tras tantos años de dedicación), manteniendo siempre alto el pabellón institucional. Y le tocó, a su pesar, asumir el trago de apagar las luces y bajar la persiana en Coepa, tras luchar contra viento y Servef para intentar que al menos los exempleados cobrasen. Gómez, ejemplo de empresario de éxito y de relevo generacional en Grupo Marjal, ha probado más hieles que mieles en su trayectoria institucional, y las ha encajado con entereza y asumiendo que "iba en el sueldo", aunque no hubiera sueldo alguno a cambio.
No solo eso. Tras ejercer de 'enterrador' de Coepa, porque quien había sido elegido (algunos critican que en un contubernio en cierto restaurante muy conocido de la capital) para ese papel presentó a tiempo su dimisión, se apartó elegantemente de los focos en la construcción de su heredera, Uepal. Una organización que el pasado marzo logró el ingreso en la CEV, lo que nunca pudo Gómez con Coepa pese a las innumerables (e interminables) reuniones con su homólogo y némesis Salvador Navarro. Cedió el protagonismo a Miguel Baena en los peores momentos, y aupó a Juanjo Sellés cuando llegó la hora de negociar un armisticio sin vencedores ni vencidos. Y él, a quien tantas veces le negaron desde València el pan y la sal por la herencia envenenada de Coepa, aplaudió como el que más sin reivindicar su legado.
Por eso anoche era tan importante que Francisco (Paco) Gómez subiera al escenario a recoger un galardón (el motivo era lo de menos) y que la presentadora del acto llamase a Salvador Navarro y Perfecto Palacio, presidentes de la CEV autonómica y provincial, para hacerse la foto junto al expresidente de Coepa y el presidente de Uepal. Porque esa foto aún no se había producido (en ocasiones, incluso se evitó conscientemente), y Gómez merecía un desagravio en toda regla como el que disfrutó en el patio de armas del castillo de Santa Bárbara. Si al final hay unidad empresarial, es en parte gracias a él, aunque sus intentonas con Navarro fuesen siempre aciagas. La foto de anoche reconoce en parte, a destiempo, ese papel ingrato que tantas veces ha jugado.
Los Premios Uepal, además de un baño de alicantinismo militante (y sesgado), supusieron también un extraño ejercicio de lealtad autonómica. Somos alicantinos pero aceptamos ser valencianos, aunque no siempre (en realidad, casi nunca) nos tratéis como merecemos. Algo así. Sirva para ilustrar la kafkiana relación el hecho de que Claudia Menor, espectacular voz en su postadolescencia tras triunfar en La Voz Kids como niña, despidiese la noche desde el escenario con el himno de la Comunitat. Todos en pie, "tots a una veu", y "visca València". Una foto difícil de repetir, si se tiene en cuenta que los fundadores de Uepal eran precisamente los más suspicaces con las intenciones de los dirigentes valencianos de CEV.
Desagravio a Paco Gómez al margen, los premios Uepal sirvieron para homenajear a los más veteranos del asociacionismo empresarial de la provincia, como Eladio Aniorte, de Asaja, el ya citado Baena o el presidente de los transportistas de Fetrama, Juanjo Ortiz. Y a la lideresa empresarial María Salud Torelló, presidenta de las esteticistas de Aempa (asociación nacional con sede en Alicante) y referente de la lucha por la visibilización de la mujer empresaria.
Y, metidos en la harina de los discursos, se trató de una gala de guante blanco, en la que Carlos Castillo se despidió como vicepresidente de la Diputación (a la espera de nuevos destinos) con una tímida crítica a la visión centralista del Consell, en la que Sellés reivindicó el agua, un plan energético y equidad en las inversiones (con el puerto de Alicante, 44 millones frente a 800 en el de València, como paradigma), Aniorte recitó los clásicos y el conseller, Rafa Climent, volvió a desplegar un discurso inocuo con mucho "sector productivo" y "bien común". Un 'visca València' a voz en grito ("es que no tenemos himno provincial") como entremés de los fuegos artificiales desde la playa del Cocó como colofón puso fin a la noche alicantinista más sui generis de los últimos tiempos.