ALICANTE. ¿Nunca se ha preguntado por qué o por quién doblan las campanas? ¿Sea por un aviso, una manifestación de júbilo, una expresión de pena, o por un momento festivo? Habrá escuchado alguna vez la de la torre del Ayuntamiento cuando tararea villancicos de Navidad o toca el himno de Alicante, o las de San Nicolás cuando cantan con júbilo que el Santo patrón de la ciudad recorre las principales calles alicantinas en su caballo blanco el día que se celebra su onomástica, o las de Santa María cuando lloran por el fallecimiento de un vecino, o todas ellas en un momento u en otro por citar las de los campanarios más emblemáticos del casco histórico de la ciudad, porque hay otras en las iglesias de los barrios con su historia y sus características. Ya verá.
Como las campanas que tienen por nombre San José; San Juan y San Marcelo, instaladas en el campanario de la iglesia de Benalúa. De ellas hacen mención Alfredo Campello y Ernesto Martín, de la Asociación Alicante Vivo, en su nuevo libro titulado Callejero Biográfico del Barrio de Benalúa, de reciente publicación.
Es curioso conocer su historia, todas las campanas tienen la suya, y al conocerlas escuchará su sonido con más interés. Como las que espantan a todo espíritu maligno o al diablo. Hay una así en la torre del reloj del Ayuntamiento de Alicante. Para eso y para más cosas. Fue fundida en 1699 y pesa algo más de una tonelada. Tiene grabada cuatro imágenes religiosas y una inscripción, además de una cruz latina. Las imágenes son de la Virgen del Remedio, San Nicolás, y San Roque, los patronos de la ciudad, junto con la de la Santa Faz. La inscripción manifiesta que “Ecce crucem Domini fugite partes adverse vicit leo de tribu Juda. Radix David alleluia alleluia. Auxiliet Maria, auxiliet Nicolaus (he aquí la cruz del Señor, huid enemigos, ha vencido el león de la tribu de Judá, la raíz de David. Aleluya, aleluya. Que ayude María, que ayude Nicolás”). Sobre esto, Antonio Biosca, profesor de Latín de la Universidad de Alicante, tiene un interesante trabajo publicado en la revista Saó.
No pretendo aquí mencionar el detalle de todas las campanas que hay en la ciudad, aunque permita que mencione ahora las de la concatedral de San Nicolás por su gran interés. La jerarquía tiene su importancia, ya sabe. Viravens nos da buena cuenta de ellas en su Crónica de Alicante.
Mire. La primera campana que se colocó en esa iglesia fue la que donó en 1681 la monja agustina alicantina Sor Margarita de Cortona y Bellón de Cañizares. Tiene una inscripción que dice “Si Deus pro nobis, quis contra nos” (Si Dios está a nuestro favor, ¿quién puede estar contra nosotros?”. En el siglo XVIII se instalaron 9 campanas que después fueron fundidas en 1823 por razones militares para comprar trigo y dar de comer a las tropas acuarteladas en ese momento en Alicante. Gracias a la donación de Fernando VII -que regaló a la ciudad unos cañones de bronce para fundirlos-, y a la colecta para su fundición, se hicieron las campanas del campanario de San Nicolás. Menos una.
A todas ellas se las reconoce por su nombre. “La nº 1 es la mayor, se llama Luisa Fernanda y pesa 216 arrobas (1826) –nos cuenta Viravens-. La campana 2ª se llama Rosario Bárbara y pesa 126 arrobas. La campana 3ª se llama Santa Faz y pesa 100 arrobas. La campana 4ª se denomina Petra y Paula, pesa 40 arrobas y en su parte exterior tiene una inscripción en latín que dice “Laudo Deum, convoco Deum, defunctos ploro, ninbumque fugo” y que manifiesta “Alabado Dios, convoco al clero, lloro a los difuntos y ahuyento las tempestades”. La campana nº 5 de nombre Felicitas, pesa 24 arrobas. La campana 6ª, llamada María de los Remedios, pesa 22 arrobas. Corazón de María es la campana nº 7, de 8 arrobas. La campana nº 8 se llama Carmen y es de 8 arrobas. La campana nº 9 se titula Sacramento y es de 6 arrobas (1681) que se supone que fue la primera en tener el templo. La campana nº 10 se llama Sancta María, ora pro nobis (Santa María, ruega por nosotros), y pesa 3 arrobas. Son todas de bronce, pesan juntas 562 arrobas y están colocadas para voltear todas en los grandes acontecimientos, a excepción de Rosario Bárbara y Felicitas que son las del reloj, de las que se repica la primera cuando se echan al vuelo aquellas”.
El uso de las campanas viene de tiempo inmemorial, ya se nombran en la Biblia, aunque toman protagonismo sobre todo desde que se instalaron en los templos cristianos. Esta decisión se atribuye a San Paulino de Nola en la región italiana de Campania (de ahí su nombre) en el primer tercio del siglo V, nada menos. Para que esa ubicación fuera oficial pasaron dos siglos cuando en el año 602 el Papa Sabiniano ordenó que se tocaran las campanas para que los fieles supieran cuando se cantaban en el templo las horas canónigas. A mediados del siglo VIII el Papa Eugenio mandó construir un campanario en San Pedro de Roma para que sus campanas dieran aviso al clero y al pueblo de los diferentes acontecimientos que se podían comunicar con su sonido.
Con la Liturgia de las Horas se organizaba el día. Y la noche. El toque de Laudes al amanecer animaba a despertarse del sueño y ponerse en marcha. El Ángelus o mediodía invitaba a un pequeño descanso de la jornada. Se volvía al trabajo con la Nona hasta las Vísperas con la puesta de sol. A partir de las Completas tocaba el momento de dormir.
Las campanas también se tocaban para ordenar el cierre de las puertas de las murallas, para dar aviso de incendios y peligros como los ataques berberiscos o piratas que asolaron la costa levantina durante años, o para dar las horas y los cuartos. Las campanas de las iglesias tienen un gran valor espiritual. Han de ser instaladas por sacerdote y seguir un ritual. El Romano contiene una bendición con frases que dicen así:
“Dios, concédenos, te imploramos que esta campana, destinada para tu santa Iglesia, sea santificada por el Espíritu Santo a través de nuestro humilde ministerio, de forma cuando repique y taña, los fieles sean invitados a la casa de Dios y a la recompensa eterna. Que la fe y la piedad del pueblo crezcan cada vez más fuerte siempre que escuche su melodioso repique. Que su sonido aleje a todo espíritu maligno; se desvanezca trueno y rayo, granizo y tormenta; que el poder de tu mano someta a los malignos poderes del aire, que también con el sonido de esta campana y huyan acto seguido ante la visión de la santa cruz grabada en ella”. Ya ve, el toque de campanas también aleja tormentas y ahuyenta al diablo.
El toque de campanas tiene muchos seguidores por su musicalidad y las muchas funciones que ha tenido a lo largo de la historia, y sigue teniendo en la actualidad, entre los que me encuentro; pero también tiene detractores, por alterar el silencio cotidiano a determinadas horas del día o de la noche. Hay gente para todo, ya sabe. ¿De qué grupo es usted?