DE LA VÍA PA'ARRIBA / OPINIÓN

Por qué votamos lo que votamos

6/05/2021 - 

Las elecciones en Madrid han inundado nuestras vidas desde que se convocaron y el centralismo de la capital confirma que los resultados siguen impregnando la actualidad, como si todos hubiéramos votado el martes. De hecho y a tenor de las fotos de algunos políticos ilicitanos casi casi votaron. Bueno no, pero estuvieron siguiendo en primera línea la jornada electoral, tanto el senador del PP y presidente del partido en Elche Pablo Ruz, como Sergio Rodríguez, vicesecretario de Comunicación y por Vox también publicaron en sus redes sociales que estuvieron en Madrid Juan Antonio Alberdi y Aurora Rodil, alguno de estos estuvo también en las elecciones catalanas en pandemia. Ya nos llevan dos de delantera a los demás.

Se están haciendo multitud de análisis y reflexiones sobre el resultado que, esta vez sí, fue el esperado, el que pronosticaron las encuestas e incluso el que intuíamos a pié de calle. Me gusta esperar a que pasen unos días antes de leer análisis de expertos para que haya tiempo a una reflexión sosegada. Aún así es inevitable que todos busquemos desde nuestra perspectiva las claves de lo ocurrido.

Todos los partidos políticos se han servido de asesores, estrategas y expertos para hacer sus campañas e intentar captar el mayor número de votantes. Ya nadie aborda ni siquiera unas elecciones locales, sin estrategia. Otra cosa es que les salga. Pero a veces tengo la sensación que tanta teoría de comunicación, liderazgo, tendencias de voto y marketing político adolece de sentido común y lleva a errores de bulto.

¿Por qué votamos lo que votamos? Desde la simple observación me atrevo a intentar comprender algunas claves de lo que ha ocurrido. Y la primera en la que considero que todos pensamos es en la incorrecta elección del candidato del PSOE, con todo el cariño y el respeto a la figura de Ángel Gabilondo. Es un hombre inteligentísimo, culto, educado y capaz, pero ni tiene imagen ni tono para una campaña electoral en la era del tik tok, ni han sabido sus estrategas potenciar lo que sí tenía. Y ¡ojo, cuidao! Sus estrategas de campaña estaban en Moncloa. Seguramente la intención era buena y se buscaba lo contrario a Isabel Díaz Ayuso pero no han sabido leer el contexto.

Cada intervención de Ayuso era un twitt, como las de Gabriel Rufián, (y fíjense que polos opuestos son). La presidenta de la Comunidad de Madrid revalidada habla siempre como si estuviera tuiteando y cada mensaje que lanza es viral. Y a pesar de ello y de las intervenciones aparentemente poco pensadas, hay relato en su campaña, de principio a fin, otra cosa es que te guste o no. Pero ha sido coherente.

Con ella y con el contexto. Lo que no ha conseguido el PSOE con el contexto y lo que Ciudadanos dejó de ser hace mucho tiempo o incluso probablemente nunca lo ha sido, coherente.

A Edmundo Bal los bandazos de su partido le han acabado por rematar y habrá que ver si de verdad hacen autocrítica esta vez, (no la hicieron realmente en las generales, solo dimitió Rivera, y no lo hicieron en las catalanas). Los militantes sufridos de Ciudadanos, los que no han cambiado aún de partido ni vienen de otro, se lo merecen. Y la operación “Murcia” se estudiará en las aulas de comunicación política como una especie de “efecto Streisand” en la política.

Lo de Pablo Iglesias es que desde el principio sonó raro. ¿De verdad creía que solo su persona podría contra el PP y Ayuso? Es evidente que Iglesias tiene o tenía la autoestima por las nubes y menospreció a su antigua compañera de tertulias y por eso entiendo las críticas incluso desde dentro de Unidas Podemos a esa personalización tan acusada que roza la soberbia. Cierto es que no debía ser tanta si de verdad se ha ido a su casa. Lo veremos con el tiempo.

Y al final la gente normal, (defino normal como aquella con sueldecillos, e hipotecas, con miedos creados por la pandemia, y de antes, en ERTES y paros y preocupaciones más inmediatas), nos salimos de ese bucle y el día que al final vamos a depositar la papeleta lo hacemos influidos por mil motivos, la mayoría de los cuales no han advertido los estrategas, porque ni somos conscientes de ellos. Vete tú a saber qué pasa por la cabeza de cada votante. Intuir lo que va a pasar es a veces cuestión de sentido común y observación más allá de tus narices. Y qué suerte que en cuatro, o dos años, en este caso, volvamos a poder votar. Es la gracia de esto.

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