socialmente inquieto / OPINIÓN

¿Por qué se llama playa de la Albufereta?

20/07/2020 - 

Es un lujo que Alicante tenga en su municipio tantas playas. Tres de ellas son las más representativas, pero hay más aunque las otras sean más pequeñas y menos conocidas. Una de esas tres es la playa de la Albufereta. 

Se creó en un entorno precioso, con una bahía tranquila, amparo de muchas embarcaciones que buscaban cobijo en ella al abrigo de fuertes vientos. Y por serlo, fue el puerto natural del Tossal de Manises donde floreció la ciudad de Lucentum. Me he quedado corto en su descripción, lean si no las palabras del Conde de Lumiares en Lucentum, oy la ciudad de Alicante en el reyno de Valencia (1780). Dijo así: "A media legua de la ciudad de Alicante en el reyno de Valencia, antes de entrar en la ensenada de su huerta por la parte de Levante del puerto, se halla a la orilla del mar una rinconada descubierta a Leveche. Un montecillo de bellísima situación y deliciosa vista en el que se han hallado y se registran las antiguas ruinas de Lucentum". 

Muy cerca de ese montecillo, está la playa. Y en ella no podían faltar esos visitantes incómodos y violentos que venían a alterar la paz de esta costa: los corsarios y piratas llegados del norte de África. El Cronista Viciana dejó buena cuenta de una de esas incursiones al contarnos que "vinieron 14 galeras de 24 bancos, de moros, al paraje de la Albufereta, y desembarcaron…. Mataron bastantes cristianos y se retiraron a tiempo, que unos 500 hombres de la ciudad venían para batirlos"(1557).

Permitan que les cuente ahora el origen de su nombre, que luego les diré el porqué de su denominación. Su origen es una albufera. Una laguna cerrada por tierra y por una lengua de arena separándola del mar por el lado contrario con una entrada a este. Tuvo puerto, romano, por lo que es de suponer su importancia. Y ¿qué fue de ella?. Tiene una larga y curiosa historia, ahora se lo cuento. Las inundaciones estacionales, que entonces también las había, las correntías de la Huerta que iban por los barrancos de Juncaret y Orgegia, producía que se llenara de lodo, maleza y todo lo que encontrara a su paso. Esa agua estancada provocaba malos olores. Lo dejó escrito Cavanilles en sus Observaciones del reyno de Valencia (1797): "Las aguas de esta laguna, corrompiéndose en verano por falta de movimiento y por los despojos de los materiales naturales, infectan la atmósfera y producen terciana, muchas veces rebelde y maligna, que desde la Condomina se extienden a los pueblos de la Huerta. Suelen verificarse las epidemias y ser de peor condición cuando se limpia el pantano de Tibi por venir entonces tibias e infectas las aguas que beben aquellas fuentes". Esta albufera era un regalo de la naturaleza, pero al mismo tiempo fue un veneno, una laguna cuyas aguas se corrompían al estar estancadas. Estas eran un peligro para la salud pública y la causa de muchas enfermedades en la zona. 

Había que enmendarlo, buscarle remedio. Seguidamente leerán los inicios, las gestiones emprendidas y los resultados. En 1677 una Comisión de vecinos decidió desecar la laguna. El Consell General de la ciudad apoyó la iniciativa y la decisión de resolverlo con prontitud asumiendo un tercio de la financiación. ¿Y el resto? Los otros dos tercios tenían que ser pagados por los propietarios de las tierras cercanas. Incluso se valoró cuáles eran las más favorecidas con esta desecación para que estas pagaran más. Tras varios intentos para conseguir la financiación, sin conseguirla toda, las obras no se iniciaron. Hubo otros, que la salud estaba en juego. 

En 1683 el cabildo ciudadano propuso solicitar al Rey permiso para que la ciudad financiara esas obras, pero se encontraron con la oposición local porque la ciudad se endeudaría mucho hasta que recobrara de sus ciudadanos el dinero adelantado. Siguieron buscando una solución. En marzo de 1691 el Virrey de Valencia, Marqués de Castelrodrigo, mandó órdenes a la ciudad de Alicante para "la eficacia y puntualidad de cegar el pantano donde en la partida de la Condomina se detienen las aguas en daño a la salud pública". Ninguna empresa se ofreció para realizar esta obra. En 1703 se produjeron unas fiebres en la Huerta y se echó la culpa a las aguas estancadas de la laguna. 

En 1704 el Consell de Alicante decidió -por unanimidad- que fuera la ciudad quien desecara esas aguas. Se abrió un nuevo periodo para presentar propuestas. Las obras fueron asignadas a Pere Puerto por 3.092 libras. A finales de año se habían desecado 17.000 palmos cuadrados de laguna. Pero el 28 de diciembre de 1704 una avenida de agua, después de una tormentosa lluvia, se llevó por delante la obra ya realizada. Vaya, qué calamidad, pensarán ustedes. 

Posteriormente, se pararon las obras porque Pere Puerto quería una indemnización a pesar de que en el pliego de condiciones de su contrato ya se decía que si había una circunstancia meteorológica como esta, los daños corrían a cargo del contratista. Después de tiras y aflojas, y la insistencia del Virrey de Valencia en mayo de 1705 para terminar las obras, estas se reanudaron "quedando el pantano de la Albufereta casi desecado", interrumpidas las obras por la guerra de Sucesión. Transcurrido el conflicto se adjudicaron las obras al albañil Tomás Baldó por 356 libras, sufragando los gastos los terratenientes de la zona.

La laguna se iba reduciendo en superficie aunque no fuese desecada en su totalidad. En 1730 una Comisión formada por Nicolás Pascual del Pobil y los expertos Francisco Asensi y José Terol revisaron las obras que se estaban realizando, dando su visto bueno. Quedó una parte reducida sin desecar, declarándola culpable de todas las fiebres y epidemias habidas en la zona durante años. 

El 24 de septiembre de 1788, Tomás Pavía y los hermanos Manuel e Ignacio Raggio solicitan al intendente General del Reino "establecimiento enfitéutico de las charcas y almarjales de la Albufereta con el fin de desecarlos y reducirlos a cultivo". Una Real Resolución de 16 de agosto de 1790 les autorizaba para llevar a cabo su proyecto. Como dice Armando Alberola Romá, catedrático de Historia de la Universidad de Alicante, que tiene un interesante estudio sobre este asunto, "ese fue uno delos intentos más serios para acometer la desecación de la laguna de la Albufereta durante la edad modern". Sin embargo, la insalubridad del terreno aún permaneció mucho tiempo. Se desecó de forma definitiva por el proyecto elaborado por el ingeniero Sebastián Canales aprobado por el Ayuntamiento de Alicante en marzo de 1928, siendo su alcalde el monárquico Julio Suárez-Llanos Sánchez. Las obras de saneamiento de la laguna y barranco de la Albufereta fueron dirigidas por el contratista Agustín Pantoja con un coste de 5.023 pesetas. Se terminaron las obras en junio de 1928 y con ellas siglos de incertidumbre sobre la salud pública.

Y ¿por qué Albufereta y no Albufera? La Albufera por antonomasia es la de Valencia. La de Alicante fue más pequeña y ya ven, pasó a la historia dejando su recuerdo y dando nombre al barrio y a su playa.

En lo que fue la laguna, ya desecada, se instaló un camping hace muchos años. Vaya sitio eligieron, me dirán ustedes. Aciertan. Hubo unas lluvias torrenciales (1962) por lo que el barranco trajo mucha agua en busca del mar y arrasó el camping. Muchos años después, con Eduardo Zaplana como presidente de la Generalitat Valenciana, se hicieron grandes obras antirriada en Alicante (1998) y una de ellas fue canalizar los barrancos de Juncaret y de Orgegia para que después de lluvias torrenciales el agua que busca el mar lo haga lo más ordenada posible. 

Aunque hay veces que ni con estas y el agua invade la arena de la playa arrastrándola al mar. Con Ximo Puig al frente de la Generalitat Valenciana se habla de buscar un remedio pero ahí están pensando si lo tiene o si el coste es muy grande y es mejor reponer la arena cuando la tormenta y el mar se la ha llevado durantel a riada. Ya dirán. ¿Y la protección humana, no cuenta?. Porque muchas riadas han arrastrado a personas que nada han podido hacer contra la fuerza de la avalancha para evitar ser desplazados hacia el mar. Ya ven que esta rambla, antaño laguna o albufereta, aún da que hablar. Pues eso.

Pascual Rosser Limiñana


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