ALICANTE. Alejandro Cañestro, doctor en Historia del Arte, es un apasionado de la Basílica de Santa María, ubicada en la homónima plaza del casco antiguo de Alicante. Tras varias investigaciones, ha volcado sus conclusiones en un curso online organizado por el Aula de Arte de la Universidad de Alicante, que él mismo dirige, en el que desgrana todas las curiosidades de este templo. Unas sesiones que está llevando a cabo cada sábado por la mañana, en directo, de forma totalmente gratuita a través de Zoom, y que posteriormente se suben al canal de YouTube del investigador.
Cañestro es colaborador del Grupo de Investigación sobre Artes Suntuarias de la Universidad de Murcia y es especialista en el estudio del Barroco y en el arte de la platería. Esa pasión por el arte y los santuarios le ha llevado a poner toda su atención analítica sobre los entresijos escondidos en una de las edificaciones más antiguas de la ciudad de Alicante, como es esta Basílica de Santa María, que se construyó en estilo gótico entre los siglos XIV y XVI sobre los restos de la antigua mezquita mayor. Un edificio que alberga misterios, como el paradero del retablo que ocupaba su altar mayor durante dos siglos, del XVI al XVIII. Según ha podido conocer ahora el investigador, algunas de sus tablillas, obras del pintor valenciano Rodrigo de Osona, se han conservado en diversas manos hasta acabar en el Museo del Prado.
La basílica sufrió diversas reformas. Sobre todo, una obligada, después del incendio de 1484, con unas obras que se alargarían hasta el año 1530 aproximadamente. Una vez terminados aquellos adecentamientos, se encargó el retablo mayor al conocido pintor, obra que se desmontaría sobre el año 1750 ante la decisión de la junta parroquial de rehacer el presbiterio y ajustarlo a la nueva apariencia barroca de la época y a las nuevas líneas programáticas derivadas del Concilio de Trento con sus famosos decretos. Aquello que se desmonta, es comprado años después por el Marqués del Bosch y Conde de Casas Rojas, también Señor de Aigües, quien por falta de liquidez acaba vendiendo dos de sus tablas —las más importantes— en una subasta en Londres en el año 1923. Sin embargo, en 1941, el Gobierno de España las recupera y son depositadas en el Museo del Prado, donde han permanecido hasta ahora.
Según Cañestro, el historiador Elías Tormo indicaba en 1923 que las catorce tablas originales —siete del retablo y siete del banco— estuvieron en posesión del Marqués del Bosch hasta ese mismo año en que salían de España para ser subastadas en Londres. En 1941, el Estado adquiere dos de ellas, que pertenecerían a la parte superior del retablo —la Natividad y la Adoración de los Magos—, que pasaron a formar parte de las colecciones del Museo del Prado. En 1983, se compran al Conde de Casas Rojas seis tablas más, que estarían en el banco, con destino también al Museo del Prado. Sin embargo, falta por encontrar otras seis tablas de este retablo para completar la obra.
Esa sería la cronología de lo hechos que, según Alejandro Cañestro, han llevado a este retablo a permanecer separado de su lugar de origen desde hace más de tres siglos. Eso sí, cayendo finalmente en buenas manos, ya que el museo nacional ha velado hasta ahora por su conservación, consiguiendo que así hayan permanecido en perfecto estado. Y aunque la autoría de estas obras de Rodrigo de Osona estaba ya confirmada, sí se desconocía su origen inicial y los hechos previos hasta su venta en la subasta de 1923 y la posterior compra por parte del Estado. “Todo parece indicar que esos óleos sobre tabla son los que salieron de la Basílica de Santa María de Alicante, según mis investigaciones”, aclara el experto.
Obras de Rodrigo de Osona
Las crónicas de Vicente Bendicho
El deán Vicente Bendicho escribe una crónica, fechada en 1640, donde hace una apasionada descripción del altar mayor de la basílica, donde se ubicaba el retablo, y afirma lo siguiente: "El altar mayor de esta yglesia es al uso antiguo, pero sin encarecimientos de los mejores y de mejor hechura y pintura, está en él toda la vida de Nuestra Señora y sus misterios. Labrose por los vecinos de la ciudad más ricos, pagando cada uno su cuadro en que puso el escudo de sus armas, y en particular tiene una ymagen de la Virgen Santissima muy grandiosa, la qual pide la proporción, y lo grandísimo del retablo, y es singularmente hermosa". De esta afirmación se desprende la admiración que sentía Bendicho por el montaje que había entonces en la Basílica de Santa María de Alicante. La imagen de la Virgen a la que se refiere es una imagen de piedra, del siglo XV, que todavía se conserva allí mismo.