del derecho y del revés / OPINIÓN

¡Por fin terminan las Hogueras!

25/06/2023 - 

Experimento con el tema de las Hogueras la misma sensación que tengo con relación a las elecciones generales, una pereza infinita por el hecho de que lo que nos sucede en ambos casos sea algo inexorable, que se nos viene encima queramos o no y de lo que no nos podemos zafar. 

Tienen las Hogueras su parte divertida, bonita y colorida. En primer lugar, están los monumentos efímeros, verdaderas obras de arte en muchos casos, que engalanan la ciudad con su paleta de colores. De hecho, es una verdadera pena quemar algunos de ellos, que son preciosos. En segundo lugar, las mascletás, que resultan de entrada un exceso, un disparate del que participa la ciudad con la mayor seriedad y ceremonia, que todo aquí en fiestas es de lo más grave dentro de lo festivo y estivo. ¡Ojito con criticar las fiestas! Eso está prohibido so pena de ser linchado y colgado para escarnio público. Aquí impera el pensamiento único pro-Hogueras. Las mascletás son una bonita locura compartida por toda una ciudad, ansiosa de ver quién le echa más pólvora a la cosa. 

De la singular fuente de Luceros casi ni hablo ya, qué quieren que les diga, cualquier día se irá a hacer puñetas y espero que nadie venga en ese momento con los lamentos, porque desde luego la carga del terremoto final es una animalada. Sigo pensando que deberían cambiar la mascletá de ubicación. Y de los desfiles con los trajes de alicantinos qué quieren que les diga, son bonitos, a la par que una demostración de amor por la tierra de los esforzados foguerers, que sudan la gota gorda con esos trajes tan hermosos a la par que pesadísimos. De veras que hay que tener ganas, con este calor del demonio, de estar todo el día a cuestas con las faldas, los pololos y los moños. Heroicos, sobre todo las mujeres, y ellos porque algunos van los pobres poco favorecidos. Y todo, como les digo, con la seriedad del que fuera a la adoración nocturna, que aquí somos festeros y lo más serio para los festers es la propia festa, ché. Bromas al respecto, ni una, no están admitidas. 

Después de tantos años de alicantina de adopción, he aprendido a aceptar lo de las fiestas y de alguna manera participo de ellas, sobre todo por lo de que, si no puedes con el enemigo, únete a él. Es decir, he evolucionado en positivo. Lo que me mata no es, pues, nada de lo dicho, sino lo de la música nocturna. Con el sueño ligero de un auténtico arapahoe, conciliar el poder dormir algo y tratar de seguir con la vida normal, es decir, trabajando, es simplemente misión imposible mientras un disc jockey sordo -lo digo sin ánimo de ofender, es evidente su sordera debido a los decibelios que le mete al equipo- machaca con “The rythm of the night”, más caducado que un yogur de hace tres años. Y yo con una pila de demandas pendientes hasta el techo, que he de interponer antes de vacaciones, paralizada por este follón, como tantos otros profesionales. No quiero ni pensar en los que están haciendo rentas como descosidos en mitad del caos alicantino.

Y digo yo que por qué tienen la mala sombra de empezar con la música tan tarde, a eso de las doce de la noche, en lugar de adelantar un poco tan feliz momento. Y por qué, sobre todo, hay que estar noche tras noche -las cinco noches de las fiestas-, hasta las cuatro de la mañana o más. Manda narices. ¿No sería más lógico acotar un poco los horarios, especialmente de las noches que no son víspera de festivo? ¿Podemos confiar en que algún día haya un poco más de respeto hacia los vecinos afectados en este sentido, que somos casi todos, y unos horarios de murga, y sobre todo un volumen de la música más aceptable? 

Estoy segura de que no hay quien soporte estar cerca de los altavoces. Claro que, para solucionarlo, deberíamos tener un alcalde que se atreviera a abrir este melón, cosa que hasta la fecha no ha sucedido. Es más, durante estos últimos años se ha evidenciado que hay una zona VIP en el cogollo de la zona de la mascletá, verdadero centro en el que se mueven como pez en el agua influencias, influencers, políticos que quieren hacerse ver y aspirantes a ser alguien en esta bendita ciudad. 

Dicen de los millones que se ingresan por las fiestas, y me pregunto, ¿y lo que gastamos los alicantinos en las fiestas, eso no cuenta? ¿Y qué me dicen del destrozo de la ciudad, de la suciedad y de las playas llenas de basura? No todo son cifras positivas en estas fiestas. 

Como cada año por estas fechas, me prometo a mí misma emigrar al año que viene mientras dure el follón, y este año casi, casi, casi lo consigo. 

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