Los legendarios tercios de Flandes, cuerpo de élite del ejército español entre 1534 y 1704, lograron una increíble precisión de disparo en sus arcabuceros, gracias en gran medida a la costumbre de que estos se pagasen su propia pólvora, por lo que se preocupaban mucho de que el disparo fuese bien dirigido. Esta práctica sin embargo, se omitía en los asedios, permitiendo que estos disparasen con pólvora pagada por la corona española, y en consecuencia con mucho menos miramiento por la economía.
Alicante es tierra de pólvora y algo de aquella tradición de los tercios parece haber quedado. Ayer sabíamos por la prensa, que la constructora del mamotreto que entre la Generalitat y el ayuntamiento han plantado en el puerto bajo el nombre de oficina de turismo, exigía 130.000 euros adicionales a los 535.000 que ya presupuestó en 2018 para culminar una obra que se está haciendo más larga que la de la Sagrada Familia. Una vez terminada, como si de un monumento foguerer se tratase, desaparecerá, para ser trasladada a una nueva ubicación aún por decidir. Lo más sangrante del asunto es que los técnicos municipales, prestigiosos profesionales que reciben un sueldo público a cambio de una probadísima sapiencia, proyectaron la oficina a coste 0 para el ayuntamiento tiempo atrás.
Puede parecer un escandaloso dislate, pero solo es el último de una larga tradición de la que han participado todos los partidos e instituciones. Solo por mencionar algunos, recordemos otro pegote de hormigón situado en la Vía Parque, supuestamente diseñado para observar no se qué pájaros y que tras perder por diversos retrasos las ayudas de la UE, que financiaría el 91% de la construcción, ha terminado costando al ayuntamiento 660.000 euros y varios sueldos de trabajadores que no se sabe bien que hacen. Como no podía ser de otra forma, ya está proyectada una derrama para finalizar la obra, que sigue a medias y abandonada 6 años después.
La lista suma y sigue, 26.000 euros de la diputación para presentar un documental sobre la guitarra en el que apenas salía Alicante y que pretendía ser la antesala de un fallido museo dedicado al instrumento y su nula vinculación con la provincia, 3,2 millones que el ayuntamiento dedicó a la piscina de la Vía Parque (por supuesto con sobrecostes incluidos) y que aún a día de hoy sigue teniendo fallos en su estructura, o los viajes de 200 políticos de ayuntamiento y diputación a Göteborg con todos los gastos pagados para promocionar las hogueras, sin retorno conocido de la inversión o de un solo sueco. Qué decir de viajes a China o Bruselas para promocionar un power point glorificado como “proyecto de zona franca” y que ha costado miles de euros de la Diputación y los alicantinos sin pasar del papel o el proyecto electoral estrella del PP “Alicante Futura”, hoy olvidado y del que poco más se sabe más allá de extraños movimientos alrededor del Panoramis.
La provincia de Alicante sigue ninguneada en los presupuestos del estado siendo la cuarta que menos recibe y la peor financiada respecto a su nivel de población, pero toda exigencia de mejora queda emborronada ante la deleznable costumbre de los políticos alicantinos de gastar un dinero de todos en absurdos, faraónicos, e innecesarios proyectos, o directamente en pagarse viajes, comidas y juergas a costa de un presupuesto que no está para despilfarros.
En Alicante la pólvora no la paga el rey sino nuestros bolsillos y la mascletá de disparates que ha soportado la provincia ya ha durado demasiado y debe terminar para dar al paso al sentido común y a una inversión que verdaderamente revierta en nuestros vecinos.
Por Manuel Mestre Barea (Diputado Nacional)